La valentía de los obispos africanos

La valentía de los obispos africanos

Tras la masacre de decenas de cristianos en la iglesia de San Javier en Owo, habla el obispo católico de Ondo. Es necesario tener mucho valor para desafiar el aparato de poder nigeriano y el internacional de las ideologías que lo absuelven. Monseñor Arogundade se expone al ostracismo y, tal vez, también arriesga su vida…

«Sugerir o establecer una relación entre las víctimas del terror y las consecuencias del cambio climático no solo es engañoso, sino que es echar sal en las heridas de las víctimas del terrorismo en Nigeria». Con estas palabras, tras la masacre de decenas de cristianos en la iglesia de San Javier de Owo, el obispo católico de Ondo, monseñor Jude Ayodeji Arogundade, respondió al presidente de la República de Irlanda, Michael D. Higgins, quien, en un mensaje de condolencia, había dicho que «el hecho de que un ataque de este tipo se haya producido en un lugar de culto merece una condena especial, al igual que cualquier intento de utilizar como chivo expiatorio a los pastores fulani, que se encuentran entre las primeras víctimas de las consecuencias del cambio climático».  

Evidentemente, el presidente Higgins cree que los pastores fulani (que no fueron responsables de la masacre de Owo) atacan las aldeas de los agricultores para asegurarse de que sus rebaños tengan pastos y agua, que escasean a causa del calentamiento global. No sabe que en Nigeria los pastores del norte y los agricultores del sur llevan siglos luchando en el Middle Belt [el Cinturón Medio], la franja central del país donde entran en contacto. En todo caso, es el tamaño cada vez mayor de las manadas lo que hace que los enfrentamientos sean frecuentes. 

Es erróneo y descabellado hablar de cambio climático, dice monseñor Arogundade, lo cierto es que en todo el país la gente tiene miedo «y quienes han seguido los acontecimientos en Nigeria en los últimos años saben muy bien que los atentados terroristas, la delincuencia común, los secuestros, los constantes ataques a iglesias, mercados y transportes públicos en Nigeria y la región del Sahel no tienen nada que ver con el cambio climático».   

Es la corrupción sistemática instaurada, ni siquiera disimulada, la degradación de las instituciones y de la vida social, el mal gobierno, la mala gestión de los órganos del Estado, del aparato militar, del sistema sanitario y del sistema escolar, lo que permite que la violencia se extienda sin control en Nigeria, denuncia el obispo de Ondo, que insta «a desistir de este oportunismo» a los que dentro y fuera del país aprovechan de la masacre de Owo «para exponer cualquier forma de agenda ideológica». 

Hace falta mucho valor para desafiar el aparato de poder nigeriano e internacional de las ideologías que lo absuelven atribuyendo la causa de los problemas del país a factores y actores externos. Monseñor Arogundade se expone al ostracismo y quizás incluso arriesga su vida. Pero muchos obispos africanos son valientes y lo demuestran. 

El 20 de junio, monseñor Alex Lodiong Sakor, obispo de Yei, uno de los estados de Sudán del Sur, también acusó a las élites locales y los altos cargos del Estado que controlan los recursos del país de ser responsables de la crisis alimentaria que ha afectado a la población. África oriental, explicó al corresponsal de la BBC que le entrevistó, vuelve a sufrir la sequía, la pandemia del COVID-19 ha hecho estragos, y ahora la invasión rusa de Ucrania agrava aún más la situación. Pero «si hay pobres en este país, es por culpa de los que tenemos autoridad y poder, son pobres porque nosotros los hacemos pobres. Tenemos recursos en abundancia, estamos llenos de ellos, pero esta riqueza se acumula en manos de unos pocos que se la quitan a todos los demás». 

Sudán del Sur, con la independencia de Sudán obtenida en 2011 tras décadas de guerra civil, adquirió tres cuartas partes de los yacimientos petrolíferos sudaneses, cuya explotación ya se había puesto en marcha. Pero una disputa con el gobierno de Jartum sobre la cantidad que hay que pagar a Sudán para transportar el petróleo a Port Sudan utilizando el único oleoducto disponible, el que atraviesa el territorio sudanés, estuvo a punto de paralizar las actividades de extracción porque no había forma de exportar el crudo. Además, casi inmediatamente, fue precisamente el control de esta enorme riqueza y de la importante ayuda internacional al desarrollo vertida en el país lo que desató la lacra de la corrupción y, en 2013, dio lugar a un enfrentamiento político y luego a un conflicto armado entre los dos principales grupos étnicos, los dinka y los nuer, por el control del aparato gubernamental y administrativo. La corrupción, el tribalismo, la falta de voluntad para ocuparse de los problemas de la población, estos son los motivos por los que la gente tiene hambre, dice Monseñor Sakor, todo lo demás es secundario. Además, añade, donde luchan el ejército gubernamental y los grupos armados la gente no puede cultivar la tierra: «Si van a trabajar al campo y los descubren, (los soldados) los matan con la excusa de que son rebeldes. ¿Somos verdaderos cristianos? No, no lo somos porque un cristiano no mata a otro cristiano». 

A pesar del petróleo, Sudán del Sur es un país pobre. En el Índice de Desarrollo Humano de la agencia de desarrollo de la ONU ocupa el puesto 185 (tras él, solo Chad, República Centroafricana y Níger). Nigeria también produce petróleo. Lleva extrayendo y exportando desde los años 60 del siglo pasado. Podría y debería ser un Estado emergente, como Sudáfrica y Brasil. En cambio, en el Índice de Desarrollo Humano ocupa el puesto 161, también entre los países menos desarrollados del mundo.

Publicado por Anna Bono en la Nuova Bussola Quotidiana

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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