Nuestra tarea en la América post-Roe

Nuestra tarea en la América post-Roe

(First Things/Mons. Salvatore J. Cordileone)-En 1974 el juez Harry Blackmun, autor de la sentencia Roe vs Wade, dijo en una entrevista televisiva que Roe «será considerada como uno de los peores errores de la historia del tribunal o una de sus grandes decisiones«.

En esto fue profético. El viernes pasado el Tribunal Supremo revirtió el que quizá sea su mayor error en su historia. Con la sentencia Roe vs Wade se importó a nuestra historia constitucional el derecho a matar vidas inocentes. Cuando se trata de decisiones del Tribunal Supremo que muestran una abominable falta de respeto por la igual dignidad de todo ser humano, sólo Dred Scott contra Sandford compite con Roe por ser la más atroz.

Después de medio siglo, este momento que tantos de nosotros esperábamos ansiosos, por el que trabajamos y por el que rezamos, ha llegado. Empecé a rezar frente a los centros que practican abortos cuando me ordené sacerdote en 1982. Mi primera parroquia estaba cerca de una de estas fábricas de la muerte, así que yo también he participado en esta tarea durante unas cuantas décadas.

No seríamos humanos si no nos tomáramos un momento para honrar a los héroes pro-vida que trabajaron durante tantos años para que esto sucediera.

El cardenal John O’Connor, en su día, unió a los fieles y reprendió a los políticos. El padre Richard John Neuhaus ayudó a forjar una coalición intelectual que superó las diferencias religiosas. El Dr. Bernard Nathanson fue uno de los muchos conversos a la causa pro-vida. Ateo inicialmente, realizó personalmente 5.000 abortos antes de volverse en contra de la matanza. Su película El grito silencioso humanizó al niño no nacido en el vientre materno y obligó a los defensores del aborto a reconocer que se trata de un acto violento. Recuerdo con gratitud a muchas feministas pro-vida, mujeres que dieron un paso al frente para decir que el aborto no es bueno para las mujeres ni una forma de avanzar en la igualdad de la mujer.

Una de ellas fue la Dra. Mildred Jefferson, precursora de las actuales líderes pro.vida como Marjorie Dannenfelser, Kristan Hawkins y la propia Lila Rose en Bay Area. La Dra. Jefferson fue la primera médica negra de Harvard y una renombrada profesora de cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. En 1970, cuando la Asociación Médica Americana abandonó el juramento hipocrático para anunciar que el aborto era ético en los casos en que era legal, la Dra. Jefferson se convirtió en una figura nacional destacada que hablaba en contra del asesinato de niños en el vientre de su madre. Después de aparecer en la serie de la televisión pública de 1972 «The Advocates», la Dra. Jefferson recibió una carta de un político californiano. «Ojalá hubiera podido escuchar sus opiniones antes de que se aprobara nuestra legislación», escribió Ronald Reagan. «Usted dejó irrefutablemente claro que un aborto es quitar una vida humana. Le estoy agradecido».

Durante cincuenta años, los defensores de la vida han llevado a cabo el duro trabajo de mantener viva la conciencia de la nación. Protestamos, rezamos frente a las clínicas, sostuvimos centros de embarazos para ayudar a las mujeres en dificultades a elegir la vida, realizamos retiros de sanación para mujeres y hombres que sufren las secuelas del aborto, fundamos revistas como la Human Life Review para exponer los argumentos intelectuales. Muchos trabajaron en el ámbito jurídico para exponer los motivos que justifican la revocación del caso Roe vs Wade. Otros se esforzaron por formar y seleccionar jueces que respetaran y no pervirtieran nuestro compromiso nacional con el derecho inalienable a la vida. Los llamados a la política trabajaron para elegir a presidentes y senadores que confirmaran a esos jueces en el Tribunal Supremo.

Juntos perseveramos. Y hoy es difícil no sentir que hemos triunfado.

Pero, en realidad, la reversión de Roe no es el triunfo final, sino el comienzo de un camino nuevo y más difícil. Nuestro objetivo no es crear una cultura donde el aborto sea ilegal, sino donde sea inconcebible. Para ello es necesario un amor dispuesto al sacrificio por la madre y por el niño.

Habrá protestas, amenazas y tumultos. Os pido que no os echéis atrás, sino que redobléis vuestro compromiso. Sobre todo, os pido que recéis, porque sin Dios no podemos hacer nada.

Y a continuación, pongámonos manos a la obra: llama a un centro de ayuda a embarazadas local y comprométete a hacer una donación mensual. Apoya a los líderes políticos que no sólo restringen el aborto, sino que proporcionan nuevos recursos para las madres en situaciones difíciles. Hazte voluntario para acompañar a las madres solteras no sólo durante el embarazo, sino también después. Ayuna un día a la semana y dona el dinero que ahorres a organizaciones que atiendan a las madres necesitadas. Y vosotros hombres, responded a la vocación de ser padres de quienes carecen de padre.

El viernes, el Tribunal Supremo revocó medio siglo de discriminación contra los más débiles y vulnerables entre nosotros. Ahora somos libres, por fin, de trabajar por una cultura de la vida y del amor para todos los seres humanos. Empecemos hoy mismo.

Salvatore J. Cordileone es el arzobispo de San Francisco.

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