Para la reunión del Papa con los jóvenes en San Pedro, promovida por la Conferencia Episcopal Italiana, no han tenido mejor idea que contratar a un ídolo de la música, el ganador del Festival de Sanremo con una canción que exalta el amor homosexual.
Hace tiempo que Francisco no parece ser ‘profeta en su tierra’, por así decir, en el sentido de que la Plaza de San Pedro, escenario recurrente de ‘llenos’ históricos, aparece a menudo en las alocuciones papales tan exigua de público que se diría poblada por los transeúntes y turistas habituales de cualquier día.
Esto, en principio, debería sernos indiferente. Un Papa es el Vicario de Cristo, no un ídolo popular ni un político carismático, y su fidelidad a la misión encomendada a Pedro no se mide por audiencias.
Pero, ay, estamos en el siglo de la imagen, en la era obsesionada con lo que parece, con cómo queda, con la impresión que se da. Y no pocos en el Vaticano se preocupan por esos huecos crecientes en la Plaza de San Pedro cuando aparece el Papa en la ‘loggia’ vaticana.
Así que alguien en las altas esferas de la jerarquía ha debido pensar que todo vale con tal de que en el encuentro del Papa con los jóvenes en la ‘pasquetta’ no se le vea hablando al vacío o a un grupo diminuto.
¿Solución? La peor de los posibles: traer a alguien capaz de atraer masas de jóvenes y que luego venga el Papa, como si el sucesor de San Pedro fuera el ‘telonero inverso’ de un concierto de rock. El elegido es el jovencísimo Blanco, el cantante revelación del momento, que en el prestigioso Festival de Sanremo saltó a la fama con una apología de la actividad sexual, ‘Brividi’. Queremos pensar que las inclinaciones del cantante ni siquiera se tuvieron en cuenta, y simplemente se buscó al personaje con mayor tirón entre los jóvenes. Pero el mensaje de la maniobra, incluso sin el aspecto LGTBQ del asunto, no puede ser más deprimente.