Estimados políticos, vuestra estrategia es belicista

Estimados políticos, vuestra estrategia es belicista

Publicado por Rosalina Ravasio en la Nuova Bussola Quotidiana

En virtud de las razones que se presentan como indiscutibles para las democracias, ya no se consideran las consecuencias catastróficas de la guerra y su ampliación. Es la consecuencia natural de unos políticos, también católicos, que ven la Palabra de Dios como un cuerpo extraño; de una Europa que desprecia sus raíces y sus grandes figuras, como san Juan Pablo II, que han trabajado realmente por la paz. Un consejo…

Estimados eurodiputados, queridos políticos italianos:

Os empeñáis en arrastrarnos a todos, precipitadamente, a un inquietante «tiempo de zozobra»; os empeñáis en empujarnos a todos, paso a paso, hacia un horizonte indefinido, en el que cada vez es más evidente el riesgo real de una nueva guerra en Europa con implicaciones y consecuencias totalmente incontrolables. Estáis cada vez más a merced de las fluctuaciones y contradicciones emocionales que contribuyen a elevar el nivel de ansiedad de la gente. Oscilaciones debidas, al parecer, a la fatal fascinación por la necesidad de grandeza histórica y la necesidad de erigirse en los nuevos defensores de la democracia y la humanidad.

Pero ¿cuántas, cuántas muertes más serán necesarias para comprender que vamos en la dirección equivocada? Esta acción política -que nos empuja hacia la guerra, justificada como una opción ética inevitable que las democracias están llamadas a tomar- no solo deja un sabor amargo en la boca, sino que lacera la propia existencia; porque la sensación es que hemos tomado un camino que ya estaba pensado, preparado y dispuesto desde hace tiempo. En virtud de unas motivaciones que se proponen al imaginario colectivo como incuestionables, hemos dejado de considerar la guerra por sus consecuencias catastróficas para toda la humanidad. Ahora, la guerra, el conflicto armado, se ha convertido repentinamente en la única respuesta posible, un Aquí y Ahora inevitable, destinado a abrumarnos a todos. El maligno siempre se presenta en la vida de todos bajo formas seductoras y mentirosas, haciendo que sus propuestas parezcan buenas y justas.

Sin embargo, considerar como «buena y justa» una estrategia que conduce inevitablemente a una ampliación de la guerra es una forma ardua de resolver el problema que aflige a Ucrania, que exigiría de todos los políticos y dirigentes europeos la máxima prudencia, tacto, sentido común y humanidad: virtudes que parecen estar tan ausentes en las expresiones y el lenguaje de la política.

Pregunta: pero esta Europa, que ha renunciado a sus raíces cristianas, que ha alimentado el desprecio por una ontología ética de la persona, que mira con desprecio su pasado y sus tradiciones, y que ha sentado las bases de su futuro sobre una visión del mundo en la que se van a borrar los valores de las generaciones que la hicieron grande… ¿conseguirá sobrevivir a sí misma, no quemarse y no desintegrarse? ¿Podrá esta Europa evitar que se quemen los pueblos que le pertenecen y de los que nació y que se rompan la unidad cultural y los valores que la hicieron grande en el mundo?

Un hombre sin Dios y sin ética es en sí mismo un campo de batalla entre el bien y el mal. A estas alturas sabemos que la Biblia y la Palabra de Dios, incluso para los muchos políticos que se declaran católicos, se miran como un cuerpo extraño, como si ya no nos incumbiera, olvidando que la Palabra de Dios no solo es una ventana abierta al pasado, sino una luz que puede iluminar el futuro y puede enseñarnos a «codificar» el presente. Cuánto nos ayudaría aún hoy meditar en la Palabra de Dios. Cuidado, señores, con lo que nos dice la Biblia: «Venís a mí con espada, lanza y vara. Vengo a ti en el nombre del Señor» (1 Sam 17,45).

¿Qué sentido tiene, a la luz de la Palabra de Dios, armarnos con la misma violencia, igual o incluso más, que la que decimos querer combatir? Putin, que atacó a Ucrania, es a la vez víctima y verdugo de sí mismo. Nos lo enseñó un gran papa, que sufrió en carne propia tanto el comunismo como el nazismo: la violencia genera violencia y quienes la promueven luego la sufren. Esto es lo que la historia, queridos míos, nos enseña: quien gana hoy ha matado a quien ganó ayer, y mañana habrá quien mate a quien ganó hoy.

Juan Pablo II, el 11 de mayo de 1991, escribió a los obispos de Europa: »La persecución ha alcanzado su mayor intensidad en aquellos casos en los que, como en Ucrania, Rumanía, Checoslovaquia, las Iglesias católicas locales de tradición bizantina han sido declaradas «disueltas» o inexistentes… recurriendo a métodos despóticos o corruptos». Se ha documentado que, en un breve periodo de tiempo en el siglo pasado, 344 obispos, sacerdotes y miembros de órdenes religiosas fueron suprimidos oficialmente en Ucrania (The Ukrainian Greek Catholic Church and the Soviet State, p. 236).

La elección de Karol Wojtyla al trono papal cambió el panorama geopolítico (conocía las tácticas del comunismo y el nazismo). Por ello, el papa tomó medidas diplomáticas estudiadas e importantes enfrentándose a los políticos soviéticos y convocando el «Sínodo de obispos católicos ucranianos» en Roma. Aunque en la Unión Soviética, entonces dirigida por Gorbachov, se hablaba mucho de Glasnost (transparencia y claridad en las relaciones políticas), la represión soviética continuaba con diversos métodos coercitivos, por ejemplo, prohibiendo las celebraciones públicas católicas. En diciembre de 1989, tras la visita de Gorbachov al Vaticano y su encuentro con Juan Pablo II, el mundo recibió el siguiente anuncio: ¡cada congregación de Ucrania podía decidir si era greco-católica u ortodoxa! Pero sobre todo, y lo más hermoso, es que se creó una comisión formada por representantes del Vaticano, la Iglesia católica ucraniana, la Iglesia ortodoxa ucraniana y el patriarcado de Moscú. Esto abrió un camino de pacificación social, religiosa y humana.

Estimados eurodiputados y ministros varios, aprended de los hombres que hicieron grande nuestra historia, hombres que fueron «grandes» porque fueron capaces de un verdadero diálogo -aunque doloroso- y tenaces en su obstinada búsqueda de la paz. ¿Por qué, antes de la invasión rusa de Ucrania, Europa y la política no actuaron -como lo están haciendo hoy- para buscar o intentar un diálogo que realmente pudiera detener la guerra? ¿Qué lo impidió? Qué triste es pensar que en Europa, en un momento tan significativo para los católicos como es la Navidad, cuando ya se vislumbraban los signos de la inminente catástrofe, la preocupación de los eurodiputados fuera eliminar oficialmente los nombres de María y José de los documentos institucionales. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Es esto normal? ¿Qué está pasando con los que nos gobiernan? ¿Qué es lo que realmente les importa?

Queridos míos, la verdadera defensa de la democracia es dejar de hacer de la vida de los pueblos y las naciones un campo de batalla para las guerras de los poderosos.

Me gustaría terminar con una (¿posible?) sugerencia: cuando éramos niños en la parroquia jugábamos al «tira y afloja», pero nuestro sacerdote, muy listo, no daba la victoria al más fuerte, sino que premiaba a los que hacían caer al equipo contrario. ¿Cómo? Para ganar, había que poner en práctica la siguiente estrategia: primero había que tirar con fuerza de la cuerda, y cuando el contrincante se concentraba en ejercer la máxima fuerza al tirar, ese era el momento de soltar la cuerda por completo, haciéndole caer de espalda. ¡Probadlo! ¡Ojalá todos podamos entender que al mal solo lo derrotan quienes deciden no hacerlo a los demás! El verdadero coraje pertenece hoy a quienes tienen la fuerza de romper la cadena del mal.

Publicado por sor Rosalina Ravasio, religiosa y fundadora de la Comunidad Shalom, en la Nuova Bussola Quotidiana

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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