El obispo auxiliar emérito de Coria, Marian Eleganti, critica para LifeSiteNews la obsesión sanitaria que parece haberse extendido en la jerarquía de la Iglesia con motivo de la pandemia de covid.
Ante el anuncio de que el Vaticano exigirá el llamado ‘pase verde’ para entrar en su recinto, centro de la cristiandad católica, y la amenaza de la vacunación obligatoria en muchos países del mundo, el obispo emérito de Coira, en Suiza, Marian Eleganti, ha recordado que la decisión de vacunarse o no es un juicio prudencial, por una parte, y, por otra, una cuestión ética: en el desarrollo de las vacunas se han empleado líneas celulares de abortos provocados. Y el único modo de forzar a una empresa a que no emplee modos inmorales de producción es negándose a usar su producto.
Afortunadamente, señala Eleganti, las declaraciones de los jerarcas de la Iglesia a la prensa en este sentido no son magisterio infalible. Al final, y aunque la conciencia deba formarse sobre la base de la doctrina de la Iglesia, tiene que tomar las decisiones en soledad ante Dios, como recordaba el cardenal Newman, recientemente canonizado.
Los razonamientos de los que parten los prelados para lanzar sus recomendaciones en este asunto depende de la información pública que se dé de ella, y Eleganti encuentra razones para dudar que se esté dando un relato preciso y fiable de la situación. Ya solo eso debería imponer la cautela entre los prelados. Consta que las narrativas de colapso sanitario y de exceso de mortalidad fueron, a menudo, exageradas hasta lo inmoral, cuando no pura invención. Las medidas adoptadas por los gobiernos, como los cierres de locales públicos o los confinamientos, han hecho más mal que bien, sin que hayan reducido la incidencia de la enfermedad de forma perceptible, como puede comprobarse comparando con países donde no se han impuesto.
En cambio, denuncia el obispo, han destruido el modo de ganarse la vida de millones, arrasado economías y consumido cantidades ingentes de gasto público, llegando finalmente al enfrentamiento de la sociedad en dos bandos que a menudo se aprecia dentro de las familias. “¿Quién se responsabiliza de eso?”, se pregunta.
Eleganti insiste en que existen tratamientos eficaces y seguros que han probado su capacidad de curar los casos más insidiosos, mientras que los más habituales no han superado los de una gripe común.
“El Estado ha vulnerado masivamente los derechos de los ciudadanos y la Iglesia no se ha alzado contra esos abusos”, dice Eleganti. “Ha estado más obsesionada por la salud de los fieles que por su salvación, una situación sin precedentes en la Historia de la Iglesia. La Plaza de San Pedro vacía con un Papa solitario ha sido una muestra de ello”.
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