“¿Cómo es esto de que es bueno para España y para los españoles? ¿Somos o no somos una familia? ¿Somos o no somos una humanidad, toda ella hecha entera, de hermanos y hermanas?”.
La revista Vida Nueva ha organizado un encuentro digital con tres cardenales: Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Barcelona, Pedro Barreto, vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Perú y arzobispo de Huancayo y el español Cristóbal López, arzobispo de Rabat.
López ha sido el que más titulares ha dejado, alzando la voz y visiblemente enfadado en como se ha gestionado la pandemia de coronavirus por parte de los diferentes países. “La palabra y la realidad de la resurrección no significa lo mismo en un ambiente cristiano que en un ambiente musulmán”, ha dicho al inicio de su intervención.
“Para nosotros la Pascua, el paso de la muerte a la vida es fundamental, es el dinamismo esencial de la vida cristiana”, señaló el cardenal español, quién añadió que a los muslmanes “no les dice mucho”. Pero con ellos, comentó el prelado, “podemos compartir otras expresiones equivalentes como ‘construir un mundo nuevo’, como ‘realizar el mundo que Dios quiere, hacer su voluntad’”.
“Y en el fondo es siempre lo mismo, es llamar a vivir la experiencia pascual, que es morir y resucitar, que es pasar de la esclavitud a la libertad. Que es pasar de las tinieblas y la oscuridad a la luz. Que es pasar del odio al amor. Que es pasar, en definitiva, de la muerte a la vida. Es morir al hombre viejo, al mundo viejo, y resucitar a una vida nueva”, manifestó el purpurado.
Según López, los cristianos tenemos “que alimentar en el mundo la esperanza utópica de que un mundo nuevo es posible, que está ya naciendo, lo que pasa es que no lo vemos mucho”, deberíamos ser especialistas “en descubrir los brotes verdes de ese mundo nuevo que ya empieza a germinar para animar a todo el mundo a sumarse a esta gran empresa de convertirnos, porque para resucitar, no hay que olvidarlo, hay que morir”. No podemos ahorrarnos, dice el arzobispo de Rabat, “el paso, a veces duro, de la conversión”.
Mencionando el Pacto Global por la Educación, evento que iba a tener lugar en Roma en mayo pero que fue pospuesto por el coronavirus, el purpurado explicó que ahí se hablaba de una conversión “a un triple nivel o dimensión”. Primero una conversión personal, “que consiste en cambiar el estilo de vida”, después una conversión ecológica, “que consiste en pasar del antropocentrismo al biocentrismo, es decir, que el hombre no se crea que es el sólo y principal elemento de la creación, sino que está inserto en ella, forma parte de todo el universo”.
Y en tercer lugar una conversión social “que debe conducirnos a la fraternidad cósmica” o “fraternidad universal, que parece más modesto pero es igualmente universal, católica”. Como cristianos debemos “alimentar la esperanza utópica de que el nuevo mundo es posible” a través de estas conversiones personal, ecológica, social “y podríamos decir también política y religiosa”. “Aquí estamos intentando ser signos de ese Reino de Dios que el Señor vino a inaugurar, a poner en marcha, y que aún con dolores de parto sigue naciendo poco a poco en nuestro siglo XXI”, aseguró el prelado.
El purpurado fue preguntado sobre el hambre en el mundo, a lo que él contestó que los recursos “están, existen, basta ponerlos a la disposición”. Pero para ello “hay que vencer algo que yo llamo el nacionalismo diríamos egoísta, raquítico y ridículo”. López aclara que no se refiere “al asunto de los catalanes”, sino “al nacionalismo español, al francés, al alemán, al inglés, al de los Estados Unidos”.
“¡Pero qué es eso de que en una situación como la que estamos viviendo unos les roben las mascarillas a otros, unos les detengan en su aeropuerto el envío de respiradores! ¡Qué es eso que cada uno sálvese el que pueda!”, exclamó el cardenal.
“Cada uno a su casa y Dios en la de todos, pero que no seamos capaces de hacer una política común para hacer frente a una pandemia”, se lamentó. “Hemos cerrado las fronteras, cosa insólita, ¿verdad? Después cerramos cada región, después cada casa, después cada persona. Yo no sé si ahora seremos capaces de abrir todas las fronteras hasta que no existan las fronteras de manera que los bienes que existen más que suficientemente sean capaces de colmar el hambre de todos”, explicó el arzobispo.
“No puede ser que el objetivo de nuestros políticos españoles, o franceses o ingleses, sea el bien de España”, aseguró el López, que confesó que le “repatea” cada vez que “escuchaba” a un determinado político, “cuyo nombre no voy a decir”, que “decía ‘esto lo hacemos porque es bueno para España y para los españoles’ ¿No han oído ustedes esa frase? Se repetía muchas veces”, aseguró.
“¿Cómo es esto de que es bueno para España y para los españoles? ¿Somos o no somos una familia? ¿Somos o no somos una humanidad, toda ella hecha entera, de hermanos y hermanas?”, preguntó. López explicó que “sería una gran cosa” si llegamos “a esta fraternidad universal”, a esa “globalización de la solidaridad” que se “concretice en cambiar las leyes del comercio internacional que son profundamente injustas y que están hechas por los países ricos contra los países pobres”.
El cardenal dedicó unas duras palabras a las Naciones Unidas, de las que dijo que “están que dan pena”. “¿Qué hacen las Naciones Unidas? ¿Qué autoridad tienen las Naciones Unidas para decirle al señor Trump ‘esto no va’, ‘esto no es’, ‘esto será bueno para usted pero no es bueno para el mundo’”. Para López “no sirven para nada tal como están las Naciones Unidas”.
Al final del coloquio hubo un par de preguntas, destacando la respuesta que López dio a una de ellas, una lectora que preguntaba cuándo y cómo iban a transformar “el duelo de las mujeres” en una Iglesia “que cuenta poco” con ellas.
“La mujeres -como los hombres- tenemos que redescubrir el bautismo y la dignidad de hijos de Dios que ese bautismo nos da”, dijo el cardenal. “Nuestra alegría no está en ser obispos ni cardenales, en ser ordenados o no ser ordenados. Nuestra alegría debe brotar de ser y sentirnos hijos de Dios y que después seamos esto o lo otro no tiene la menor importancia” afirmó López.
El purpurado aseguró que hay que cambiar “la eclesiología”. “Somos pueblo de Dios tenemos todos la misma dignidad y las mujeres la tienen también. Por ser cardenal yo no soy más ni menos que cualquier otro o cualquier otra”.
Hay que superar ese clericalismo, manifestó López, “que está también en las mujeres y que consiste en creer que el ser sacerdote, obispo o cardenal son como peldaños que se suben”. “Yo pongo a disposición mi birrete cardenalicio, mi anillo cardenalicio y mi sotana roja para la mujer que quiera utilizarlo, si eso le hace ilusión”, comentó López provocando las risas de sus compañeros, “pero que sepa que eso no le va a añadir nada, que si quiere ser una mujer plena, basta con ser mujer y ser cristiana. Que no base su sensación de plenitud en creer que no está completa si no tiene el orden sacerdotal”.
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