El camino equivocado para suscitar vocaciones al sacerdocio

El camino equivocado para suscitar vocaciones al sacerdocio

Diaconisas (como primer paso antes de tener sacerdotisas plenamente ordenadas) y curas casados: esas son alguna de las demandas más generalizadas que emanan ya de este sínodo como, por otra parte, se viene repitiendo desde su convocatoria. ¿La excusa? Que unos tres millones de indígenas que aún viven en la selva (el 80% viven en ciudades) no tienen acceso a los sacramentos. Pero la ‘solución’ se aplicará a toda la Iglesia.

Atribuyen a Einstein la definición de locura como hacer siempre las mismas cosas esperando cada vez resultados diferentes, y no he podido recordar esa definición observando lo que sale de este desconcertante sínodo.

Porque da toda la impresión de ser una especie de culminación de un pontificado decidido a pisar el acelerador de un proceso iniciado en el postconcilio y que, hasta la fecha, se ha demostrado un fracaso perfectamente medible. Esa misma sequía sacerdotal que los ‘experimentos de renovación’ de las décadas posteriores al Concilio Vaticano II trajeron se está queriendo paliar con más -mucho más- de lo mismo.

Y no tenemos que irnos muy lejos para saber a dónde lleva. Tenemos una iglesia, el anglicanismo (llamada episcopalianismo en otras partes del mundo) que comparte con la católica muchas bases doctrinales, más que el resto de las reformadas, y que hace años emprendió ese camino que ahora anuncia nuestra jerarquía: absoluta sinodalidad, sacerdotes casados, acercamiento a las tesis homosexualistas, sacerdotisas, primacía de las ‘cuestiones sociales’… Y el resultado está a la vista, más como advertencia que como ejemplo: está extinguiéndose a marchas forzadas.

Si el problema de la Amazonía -de la Iglesia, en general- es la carencia de sacerdotes, y no una mera y patética excusa, es extraño que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en manos del cardenal Joao Braz de Aviz, se haya dedicado primordialmente a ‘comisariar’ -léase, destruir- precisamente los institutos, hermandades y órdenes con mayor frutos vocacionales. La Hermandad de los Santos Apóstoles, los Franciscanos de la Inmaculada, Familia Christi y más, se caracterizaban por una extraordinaria capacidad de suscitar vocaciones. Pero, ay, también por una devoción a las formas tradicionales que iba a contrapelo de los vientos que corren hoy en la jerarquía.

Y aunque la correlación no es necesariamente causalidad, ¿no valdría la pena probarlo, dejar, al menos, libertad para desarrollarse a quienes solo piden adorar del mismo modo que ha adorado la Iglesia durante cientos de año, viendo que el camino contrario solo lleva a la sequía vocacional y de fieles?

La Fraternidad de San Pedro acaba de anunciar la entrada en sus seminarios -dos seminarios internacionales en todo el mundo- de 45 nuevos candidatos al sacerdocio. En el baluarte del catolicismo alemán, la diócesis de Munich presidida por el cardenal Reinhard Marx, una de las ‘almas’ ocultas del presente sínodo, se ordenó un solo sacerdote el año pasado, para comparar.

¿Qué tiene de especial la Fraternidad de San Pedro, fundada en 1988? Uno de sus mayores distintivos es la celebración exclusiva por su parte de los sacramentos según la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

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