El Papa Francisco ha encargado a la misionera de la Consolata, que ayudó durante 25 años a las mujeres de la calle en África, escribir las meditaciones del Vía Crucis de este Viernes Santo.
“Cuando me llamó el cardenal Ravasi no sé a qué se estaba refiriendo, me quedé sorprendida. El cardenal me dijo que me daba tiempo para decidir si mi respuesta era ‘sí’ pero me dijo que no podía decir que no, entonces acepté”.
Fue así cómo reaccionó la Hermana Eugenia Bonetti cuando supo que el Papa Francisco le había invitado a escribir las meditaciones del Vía Crucis que se celebrará, como cada Viernes Santo, en el Coliseo de Roma.
Este año, la tradicional celebración se centrará en el sufrimiento de las víctimas de trata, algo en lo que la hermana Bonetti -misionera de la Consolata y presidenta de la Asociación “Slaves no more”-, tiene más de 50 años de experiencia.
La hermana pasó 25 años de su vida ayudando a las mujeres de Kenya que por falta de recursos se veían obligadas a prostituirse y a vivir en la calle. “Son las nuevas esclavas de nuestro mundo actual. Son mujeres de todo el mundo que están condenadas a la muerte”, ha explicado la Hermana esta mañana a los periodistas de la Sala Stampa de la Santa Sede.
Esta misionera de 80 años conoció de primera mano el sufrimiento de las mujeres de la calle de África y, como ella misma cuenta, llegó a convertirse en la madre de todas estas jóvenes. La Hermana explica que tuvo una conversión, cuando una de las prostitutas le pidió ayuda: “La mujer, de nombre Mery, me pidió si podía acompañarme a Misa. Llegué a la iglesia, ella lloraba, y vi cómo el Señor me pedía una nueva misión, ayudar a estas jóvenes. Mery fue mi maestra. Fue así como empezamos a trabajar juntas y a ayudar a las mujeres de la calle”.
Después de vivir en África, se trasladó a Italia, donde continuó su labor para ayudar a estas mujeres. Estableció la oficina anti-tráfico de las superioras religiosas italianas con el objetivo de conectar las congregaciones religiosas alrededor del mundo para ayudar y dar servicio a estas víctimas.
“Tengo un gran sueño dentro del corazón, que este Vía Crucis que se realiza en el Coliseo, un lugar donde hubo tanto sufrimiento en el pasado, se convierta en el lugar que acoja el sufrimiento del presente. El sufrimiento de estas mujeres sin nombre, sin voluntad, sin esperanza. Encontrarnos juntos para orar y vivir el momento de la Pasión de Cristo trayendo el sufrimiento actual de estos jóvenes”.
La misionera subraya que debemos entender que “todos tenemos una gran responsabilidad. Hay en el mundo de hoy millones y millones de personas esclavas, y somos todos responsables. Cada uno de nosotros está llamado a hacer su parte y a comprender el llanto de estas mujeres. Nadie tiene derecho a destruir la dignidad de estas jóvenes”, concluye.