Así se expresó Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia, en la presentación del libro “La opción benedictina”, escrito por el periodista americano Rod Dreher. Un resumen de la presentación, que tuvo lugar en la Cámara de Diputados italiana, ha sido recogida por Vatican Insider en español.
Según Vatican insider el prelado alemán recordó: «Hoy es 11 de septiembre, que en Estados Unidos, desde otoño de 2001, es llamado simplemente ‘nine/eleven’, para recordar esa tragedia apocalíptica en la que entonces miembros de la organización terrorista al-Qaeda atacaron Estados Unidos, Nueva York y Washington, frente a los ojos del mundo entero, utilizando como granadas dos aviones de línea secuestrados durante el vuelo y llenos de pasajeros».
«Cuánto más me metía en el libro de Rod Dreher, a la luz del torbellino de noticias de las últimas semanas -después de la publicación del informe del Gran Jurado de Pennsylvania-, en este encuentro no podía no vislumbrar un verdadero acto de la Providencia Divina: hoy, efectivamente, también la Iglesia católica ve llena de desconcierto el propio ‘nine/eleven’, el propio 11 de septiembre, aunque esta catástrofe no se asocia desgraciadamente a una única fecha, sino a tantos días y años, y a incontables víctimas», prosiguió Gänswein.
El secretario de Benedicto XVI pidió que no le malinterpretaran: «No pretendo comparar ni a las víctimas ni los números de los abusos en el ámbito de la Iglesia católica con las 2996 personas inocentes que el 11 de septiembre perdieron la vida tras los atentados terroristas en el World Trade Center y en el Pentágono. Nadie, hasta ahora, ha atacado a la Iglesia con aviones de línea llenos de pasajeros. La Basílica de San Pedro está en pie y también las catedrales de Francia, Alemania o Italia, que siguen representando el emblema de muchas ciudades del mundo occidental, desde Florencia hasta Chartres, pasando por Colonia y Munich. Sin embargo, las noticias que vienen de Estados Unidos con las que últimamente nos hemos enterado de cuántas almas han sido heridas irremediable y mortalmente por sacerdotes de la Iglesia Católica, nos transmiten un mensaje mucho más terrible del que podría haber representado la noticia del sorpresivo derrumbe de todas las iglesias de Pensylvania, junto con la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington.»
Gänswein añadió que recordaba «como si fuera ayer» cuando el 16 de abril de 2008, acompañando al Papa emérito precisamente a ese Santuario Nacional de la Iglesia católica de Estados Unidos, «él trató de manera conmovedora de sacudir a los obispos que habían llegado de todos los Estados Unidos: hablaba curvado, por la ‘profunda vergüenza’ provocada por el ‘abuso sexual de menores por parte de sacerdotes’, sobre ‘el enorme dolor que sus comunidades han sufrido cuando hombres de Iglesia han traicionado sus obligaciones y tareas sacerdotales con un comportamiento semejante gravemente inmoral’. Pero evidentemente, en vano, como vemos hoy. La queja del Santo Padre no logró contener el mal, y tampoco las garantías formales ni los compromisos de palabra de una gran parte de la jerarquía».
El prefecto de la Casa Pontificia continuó recordando las palabras con las que comienza el libro «Nadie vio llegar el aluvión, un auténtico diluvio universal» y como en los agradecimientos expresó especial gratitud a Benedicto XVI. «A mí me parece que escribió muchas partes del libro casi en un diálogo silencioso con el Papa emérito que calla, con su fuerza profético-analítica, como por ejemplo cuando escribe: ‘En 2012 el entonces Pontífice dijo que la crisis espiritual que está golpeando el Occidente es la más grave desde la caída del Imperio Romano, que ocurrió a finales del siglo V. La luz del cristianismo está apagándose en todo el Occidente’”, añadió.
Monseñor Gänswein habló de dos mensajes lanzados por Benedicto XVI. El primero fue la advertencia durante el vuelo hacia Fátima, el 11 de mayo de 2010, cuando dijo: «La mayor persecución de la Iglesia no viene de enemigos fuera de ella, sino nace del pecado en la Iglesia». Y el segundo la denuncia de la «suciedad» presente en la Iglesia, durante el Vía Crucis en el Coliseo pocas semanas antes de ser elegido Papa.
Después se refirió a un «ecumenismo del general oscurecimiento de Dios» pero «él también se mantiene firme al afirmar que el eclipse de Dios no significa para nada que Dios no exista, sino que muchos ya no reconocen a Dios porque frente al Señor se han interpuesto sombras que lo oscurecen. Hoy son las sombras de los pecados, de los entuertos y de los delitos dentro de la Iglesia lo que oscurecen su luminosa presencia a la vista de muchos».
Luego preguntó «¿El tono les parece excesivamente dramático?», contestando el mismo que «dramáticos son los datos de los que han dejado la Iglesia, y mucho más los recientes datos según los cuales en mi país, Alemania, solamente el 9,8% de los fieles se reúne el domingo en las casas de Dios para celebrar la eucaristía». «Es verdaderamente una crisis de los últimos tiempos en la que la Iglesia católica se encuentra sumergida desde hace tiempo», continuó el secretario de Benedicto XVI, quien citó al cardenal Eijk, que «ha admitido que, viendo la crisis actual, piensa en la prueba final que tendrá que atravesar la Iglesia antes de la venida de Cristo descrita en el catecismo y que ‘sacudirá la fe de muchos creyentes’. ‘La persecución –continúa el Catecismo– que acompaña el peregrinaje de la iglesia sobre la tierra revelará el misterio de inequidad'».
Habló del autor del libro, Rod Dreher, diciendo: «tiene la familiaridad de un exorcista, como ha demostrado con sus reconstrucciones de los últimos meses, con las que él también ha favorecido -acaso como ningún otro periodista- la revelación del escándalo de un ex arzobispo de dos archidiócesis estadounidenses (el cardenal Theodore McCarrick, ndr.). Sin embargo, Dreher no es un periodista de investigación. Y tampoco un visionario, sino un analista sobrio que desde hace tiempo sigue con ojo crítico y atento la condición de la Iglesia y del mundo, pero manteniendo por el mundo la mirada amorosa de un niño».
«Durante los últimos años, a menudo dentro de la Iglesia se ha escuchado citar el concepto de terremoto, asociándolo a ese derrumbe por el cual, como afirmo, también la Iglesia ha experimentado su ‘nine/eleven’, su 11 de septiembre. Rod Dreher, por el contrario, describe la respuesta de los monjes de Nursia a la catástrofe que redujo a escombros el monasterio en el lugar de nacimiento de san Benito. El prior, el padre Cassiano Folsom, en particular, ‘reflexionó que el terremoto simbolizaba el desmigajarse de la cultura cristiana del Occidente, pero también había un segundo símbolo de esperanza esa noche: ‘El segundo símbolo eran las personas reunidas alrededor de la estatua de san Benito, en la plaza, rezando’, escribió. ‘Es la única manera de reconstruir'» dijo Gänswein, que terminó diciendo que Benedicto XVI «desde el momento de su renuncia se concibe como un viejo monje que, después del 28 de febrero de 2013, siente como un deber dedicarse sobre todo a la oración por la Madre Iglesia, por su sucesor Francisco y por el ministerio petrino instituido por Cristo mismo».