Un alto en el camino en medio de rumores en torno al Papa Francisco y el Vaticano.

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Hay días en los que la actualidad parece vieja y apetece hacer una parada en el camino. Hemos tenido muchas veces la tentación de descansar por Navidad, por Pascua, por el verano o por lo que sea, otros lo hacen. Nuestro empeño por mantener al día a nuestros lectores no conoce descanso y es la propia actualidad la que nos está empujando a no descansar.

Cuando iniciamos esta aventura de Specola pesamos en la utilidad  de un pequeño grupo que por razones de trabajo necesita estar informado. Nunca pensamos que la intensidad de la información fuera tanta ni que el interés de nuestro trabajo tuviera tantos seguidores. Todo ellos nos invita a no dejarnos llevar por el cansancio y a seguir esta apasionante etapa de la historia de la iglesia con la intensidad que merece.

Son tiempos complicados y de cambio con los que lo viejo se muere y lo nuevo no termina de aparecer. La inseguridad es la reina y caminamos como en tinieblas. Esta situación está alejando a mucho de la iglesia, están bautizados que se ponen de perfil y prefieren no enfrentarse a tantos interrogantes e incertidumbres.

Los hay que están atrapados en una situación sin salida. Sacerdotes y religiosos a los que todo esto no les gusta pero que el otoño de sus vidas les impide pensar en cambios radicales. Lo pasan mal, sufren, se encierran en la oración y se desahogan con el pequeño  grupo de fidelísimos. No se preocupan por como terminará todo esto y prefieren vivir de los recuerdos de otros tiempos mas gloriosos.

Pero está apareciendo la llamada generación de los milenials que son los que empezaron su sacerdocio o vida religiosa en torno al año 2000. No es una generación importante en número pero es la generación puente con lo que vendrá. Vemos que abundan las ideas claras y que su posible sufrimiento se ve compensado en la esperanza que esto cambiará aunque solamente sea por proceso natural.

La generación del concilio está desapareciendo y en muy pocos años la encontraremos en los libros de historia. Viven unos momentos que llaman primavera pero que realmente es el final de una etapa, seguro que necesaria y providencial, pero que termina con ellos y no tiene sucesión natural. Se empeñan en pensar que controlando la formación de los futuros sacerdotes y religiosos estos pensaran como ellos entrando en una dinámica imposible.

Nos parece un error, además de ser imposible pensar que la solución está en regresar a los tiempos preconciliares pensando que eran perfectos. A nosotros se nos pide vivir el presente es nuestro tiempo y no tenemos otro, el conocimiento del pasado es imprescindible e ilumina el futuro pero su recreación no es posible. El mismo error es pretender volver a los tiempos conciliares que están más que agotados. Pretender predicar primaveras en tiempos de duros inviernos entra en el mundo del delirio colectivo.

Si todo esto sucede es porque Dios lo quiere y lo permite por nuestro bien y eso nos tiene que llevar a salvar el rico tesoro de nuestra historia milenaria que es el único cimiento posible para construir el futuro. Pretender crear una nueva iglesia es una locura que desaparecerá por falta de fundamentos sólidos. El único fundamento serio se llama Jesucristo y este está tan vivo ahora como lo ha estado en el pasado y lo estará en el futuro. Está en la Eucaristia , está en la Sagrada Escritura, está en la vida de la iglesia que lo ha encarnado en cada tiempo, también es este.

La tormenta pasará, el sol está detrás con mucha más fuerza de la que pensamos. El pesimismo solamente cabe en los que no se fían de Dios que es el Señor de la historia y que no nos dejará nunca de su mano. No sabemos si lo veremos en está vida o en la venidera pero acabaremos exclamando sorprendidos ‘feliz culpa la que trajo la salvación’.

Las noticias de casa día nos pueden impedir ver la realidad de las cosas. Se harán viejas, caerán como hojas en otoño y dejarán paso a la vida que ya está creciendo. Pensar lo contrario es de ciegos que no tienen fe.

Son tiempos de esconderse en la ternura maternal de Santísima Virgen que es este tiempo llamamos de la Esperanza.

Sub tuum praesidium

confugimus,Sancta Dei Genetrix.

Nostras deprecationes ne despicias

in necessitatibus nostris,

sed a periculis cunctislibera nos semper,

Virgo gloriosa et benedicta