Si Manuel Bru y Juan María Laboa son los mentores del arzobispo Cobo estamos apañados.

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Y el plural abarca a muchos. A los fieles madrileños, al clero de la diócesis y al mismísimo cardenal Cobo.

Porque si personajes como esos son los admirados por nuestro arzobispo no cabe esperar nada bueno de quién tiene ese caos mental.

Hace unos días nos referíamos al prólogo que Cobo había dedicado al libro de Bru. Manifiestamente mejorable y absolutamente prescindible. Ambos, prólogo y libro.

Pues ahora, la archidiócesis, que debe nadar en la abundancia económica, ha adquirido buena parte o la totalidad de la edición del libro de Laboa, del que tal vez no se hubiera vendido ni un ejemplar, para obsequiar a todos los sacerdotes de Madrid con tan inútil regalo. Aunque ni así conseguirá lectores. Pero menudo dispendio para la nada.

Y parece que volvemos al peor osorismo

Por quien parece que tanto hizo para librarnos de él y de paso librarse y heredarle. Porque Bru fue un incomprensible nombramiento del anterior cardenal y el libro de Laboa parece un encargo del anterior cardenal para loa de Laboa a su persona. Loa que no consigue mejorar la imagen del anterior cardenal, que va diciendo que el actual hizo no poco por desmejorarla, con lo que de los tres cardenales de Madrid vivos parece meridiano que el mejor, con mucho, es el anterior al anterior.

Con lo que algunos pensarán que cualquier tiempo pasado fue mejor.

¡¡¡BENEDICTOOOOO!!!