Sobre la Comunión de los divorciados vueltos a casar: Algunas consideraciones.

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A partir del debate que se ha generado por las declaraciones del Cardenal Kasper respecto a las posibles “soluciones pastorales” para el acceso de los divorciados vueltos a casar a los Santos Sacramentos (principalmente a la Sagrada Comunión), se han generado diversas reacciones, en particular, como las expresadas por el Cardenal Caffarra, el profesor Roberto De Matthei y por un blogger de Infovaticana (por citar solo algunos ejemplos). En una anterior entrada, abordamos el tema desde la perspectiva sacramental en respuesta a las declaraciones del ex-presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. Ahora, lo abordaremos en pequeñas reflexiones.

 

1.- Sobre la objeción realizada a “Fernando III, el Santo”, pseudónimo del autor del blog del mismo nombre, respecto a que “Si no sabe teología, es mejor no opinar”, debo decir que para opinar en este tema tan delicado pero fundamental para la vida de la Fe, no se necesitan conocimientos que vayan más allá de lo que todo cristiano debe saber. Si bien, es necesario dominar temas de teología para poder analizar algunos casos (principalmente de los matrimonios no consumados y los mal llamados “divorcios aparentes” en los primeros siglos de la Iglesia, y lo relativo a la Comunión sacramental, para nadie debiera parecer extraño que alguien, en pecado mortal, no pueda acceder a la Sagrada Comunión, y que de hacerlo, se constituye un pecado aún más grave.

 

2.- Todo cristiano tiene derecho a opinar en lo opinable. ¿Qué es opinable en la Iglesia?. Lo opinable es todo lo que no es doctrinal o sacramental, es decir, todo lo que no está definido como doctrina o magisterio. Por ende, podemos opinar de las pésimas decisiones de uno u otro Papa en nombrar obispos a candidatos muy poco santos (por decir lo menos duro); la inconveniencia de las Misas masivas, donde en no pocas ocasiones se maltrata la celebración y en donde los asistentes están atentos a las cámaras (que retransmiten en vivo a través de pantallas gigantes) y a cualquier otra cosa menos al Santo Sacramento; la poca diligencia de las autoridades eclesiásticas que no expulsan del estado clerical a muchos sacerdotes que han incurrido abiertamente en doctrinas heréticas, o religiosas que defienden el aborto y otras desgracias y que aún siguen siendo “monjas” (aunque está claro que han reemplazado el Oficio Divino por un libro de Marx, y el Evangelio por una declaración de principios de libertinaje.

 

3.- ¿Puede un Cristiano contraponerse a lo que la Iglesia ha establecido basada en la doctrina que Cristo nos ha enseñado en los Evangelios? Claramente que esto no puede ser. La disciplina de los sacramentos es algo muy delicado, y por ende, compete a la Iglesia cuidarla y hacer respetar las normas adecuadas para que los Sacramentos sean tratados con la mayor dignidad, porque provienen de Dios y tienden hacia la eternidad.

 

4.- Causa escándalo en la Iglesia que un Cardenal (es decir, un príncipe de la Iglesia), sostenga doctrinas contrarias a lo que la Iglesia enseña, alegando misericordia. Como dijo el Cardenal Caffarra, lo que propone el Cardenal Kasper es, realmente, una inmisericordia, pues se empuja a muchas parejas con fracasos matrimoniales a la recepción de los sacramentos, los cuales no pueden recibir por encontrarse en pecado mortal. Este “misericordiaje” (en analogía al Libertinaje que se opone a la verdadera Libertad de los hijos de Dios), es la bandera de lucha de diversos movimientos en la Iglesia que buscan congraciar a la Iglesia con el Mundo, algo que evidentemente no es posible (y el mismísimo Señor Jesucristo nos lo reafirmó).

 

5.- ¿Es el problema de fondo la Comunión de los divorciados vueltos a casar?. Claramente no. El problema actual radica en 3 ejes diferentes:

a) La mediocridad y falta de criterio de las Catequesis Matrimoniales, que suelen ser breves charlas sin las mínimas exigencias.

b) La minusvaloración del sacramento del Matrimonio, que a menudo se considera tan solo una formalidad, y que no es menos común que sea solo una “ceremonia” que da un comienzo a la fiesta (donde lo principal no es el Sacramento, sino la comida y baile posteriores).

c) La falta de Fe. Porque si lo anterior existe, es porque no hay una fe verdadera en quienes se casan. Y por ende, el Sacramento queda reducido a un rito sin sentido, ya que los novios no están abiertos a la Gracia que otorga el sacramento en si mismo.

 

Solo una vez que lo anterior sea resuelto, se acabarán los problemas relacionados al Matrimonio. Pero atacar la enfermedad (que es una especie de “cáncer espiritual”) requiere coraje, decisión, dolores de cabeza e incluso sufrimientos, y por supuesto, perseverancia en la Fe en Cristo. Por ende, cualquier otra acción “pastoral” que no vaya encaminada a solucionar los verdaderos problemas, solo es una Aspirina.

Y al parecer, muchos de nuestros prelados prefieren un analgésico leve a una quimioterapia.

 

 

Espero contar con vuestras aportaciones. Estoy dispuesto a seguir con este debate. Pero para ello es necesaria la caridad y la firmeza en la Fe. Aquí os espero.