No será por no habérselo advertido, señor nuncio. Y ya tiene una muestra más en Mondoñedo.

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El proceso para nombrar obispos o aceptárseles la renuncia parece discurrido con los pies. Y sólo crea problemas. Que deberían esforzarse un poquito en solucionarlos. Le aseguro que es facilísimo mejorarlo. Se le ocurre hasta a un casi border line. Cuando un obispo presenta la renuncia la diócesis entra en un periodo de interinidad de facto aunque no sea de iure. El obispo que no sabe cuando le llegará la aceptación es natural que pierda gas. ¿Para qué se va a meter en cuestiones difíciles y hasta posiblemente discutidas? Que quien venga detrás arree. Se limita a resolver las cuestiones de trámite y a nombrar canónigos a sus amiguetes. Digamos, si quiere, a sus más directos colaboradores. En la diócesis todo son dimes y diretes, bulos, quinielas… Los sacerdotes quedan también a la espera del que vaya a llegar. Y rehúyen retratarse no vaya a ser que al nuevo no le guste la fotografía. Además, a esa inquietud diocesana se une no pocas veces la generada en otras diócesis cuyo obispo es candidato al traslado. Y es igual que verosímil o inverosímil. Con lo que a veces hay hasta tres o cuatro obispados sumidos en la inquietud. Entiendo que puede producirse una situación anómala ante un fallecimiento imprevisto o un escándalo episcopal. Pero esos son casos rarísimos y también de fácil solución aunque con alguna dificultad más que los sencillísimos que tienen una fecha fija. La del setenta y cinco cumpleaños. Que es de conocimiento de todos. Ante el obispo renunciante hay dos soluciones que deberían tomarse en la semana siguiente, como mucho, de la presentación de la renuncia. La primera es aceptársela ipso facto en el caso del obispo impresentable, inútil, enfermo, cansado y que ha pedido el relevo pronto… Y en los casos en los que se piense que conviene la permanencia, un comunicado oficial que diga que el Santo Padre ha prorrogado su ministerio por un año o dos. Y si transcurridos los mismos se pensara conveniente otra prórroga pues el mismo procedimiento. Creo que es, además, una consideración que se debe tener con los obispos que han llegado a la renuncia y que en muchísimos casos no se merecen estar esperando la llegada del motorista que les comunique el cese sin que tengan la menor idea de cuando va a llegar. Y ahora el nombramiento del nuevo. Que debe ser simultánea a la de la aceptación de la renuncia o al traslado o promoción. El nuncio tiene que tener un banquillo del que echar mano cuando se requiera un nombramiento. Todos debidamente informados canónicamente y hasta clasificados: Para diócesis de entrada, de ascenso, para arzobispados. Y hasta con la notificación protocolaria al Gobierno incluida. En lo que pienso no existe en España el menor problema. No tiene el menor sentido que Santander haya estado seis meses sin obispo cuando además todo el mundo sabía que iba a ser Sánchez Monge. Y eso no era bueno ni para Santander ni para Mondoñedo. Y ahora, Mondoñedo-Ferrol. Diócesis complicada donde las haya aunque la gente no lo sepa. Tiene escaso clero y mayor. Y parte del mayor anclado en un progresismo galleguista que no sigue nadie pero que es un incordio. Vacante la diócesis recientísimamente por el traslado de Don Manuel Sánchez Monge a Santander, supongo que feliz por librarse de Mondoñedo, ese clero rebelde está ya agitando las aguas para intentar llevarlas a un molino sin grano que moler. Tengo en mi poder la carta que uno de esos clérigos, Xosé Antón Miguélez, ha dirigido al nuncio protestando de la posibilidad de que Don Juan Antonio Martínez Camino pueda ser nombrado obispo de aquella diócesis. Carta que ha hecho llegar a sus compañeros de presbiterio para que se adhieran a ella. Creo que con escasísimo éxito en las adhesiones. No sé si se ha pensado en el hoy auxiliar de Madrid para Mondoñedo-Ferrol y caso de que sí si él ha aceptado. Pero si así fuere eso hay que hacerlo cuanto antes. Y si fuera otro, también. Si esos clérigos son malos hasta con obispo, sin él ya se ve la que pueden armar. Y siempre en daño de la diócesis. Que no está para muchos más daños. Hoy tiene, señor Nuncio, en zafarrancho de combate Barcelona, Lérida, Vitoria, Mondoñedo y Palencia. Cinco diócesis muy problemáticas. Se le avecina Burgos, amenazado por una calamidad pastoral desacreditada ya por partida doble pero que tiene un poderoso valedor como si los obispados fueran para los amiguetes como cualquier vicaría. Y están en puertas Astorga, Jaén y Ciudad Real. Una de ellas muy maleada también por su actual obispo. O hasta dos. Uno ciertamente por acción y el otro más bien por omisión. Pues espabile, señor nuncio. Que había usted despachado muy bien el trabajo pero últimamente se le acumula. Y, por favor, ahórrenos las nulidades. Y más cuando todo el mundo sabe que las son. Ya está bien de Murguis y Escuderos, de Salinas, Araciles y Piris, curiosamente los cinco valencianos, de Asurmendis y Novelles. Y no sigo pero hay más. Tres de los citados se van ya. Hasta es posible que en días. Y del pobre Escudero como si se hubiera ido. Que es algo así como si a Iker Casillas le contratara la Ponferradina.