Un artículo desafortunado y desinformado: Las mujeres no «dan» misa

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http://www.elconfidencial.com/espana/galicia/2017-03-19/galicia-donde-las-mujeres-dan-misa_1351012/

La misa no se da: se celebra, dice u oficia. Se dan rosquillas, cromos de futbolistas, euros, berzas… No misas.

La carencia de sacerdotes en algunos lugares ha hecho que sea imposible una misa dominical. Es sustituida por una liturgia que ofician religiosas o laicos pero que no es una misa porque falta en ella lo esencial de la misma: la consagración. Que ni diáconos, religiosas o laicos pueden realizar.

Es una práctica autorizada por la Iglesia que permite a los escasísimos miembros de esas parroquias escuchar dominicalmente la palabra de Cristo y comulgar su Cuerpo reservado en el Sagrario por  consagración previa de un sacerdote.

Las personas que beneméritamente prestan ese servicio eclesial, hombres o mujeres, tienen clarísimo que no dicen misa. Aunque haya periodistas que desconocedores de todo puedan considerar misa lo que no lo es.

Esos auxiliares, repito que beneméritos, no proceden al «reparto del pan y del vino» sino sólo al del pan convertido ya en el Cuerpo de Cristo por la consagración previa de un sacerdote. Algo así como los laicos que llevan la comunión a los enfermos pero en lo que no son más que portadores.

Otro error descomunal es decir que el pan y el vino «han recibido la bendición previa del sacerdote». Porque el pan y el vino no se bendicen, como un rosario, un coche o hasta un perro, se consagran. Y el vino no se reparte porque no está reservado en el Sagrario.

No se trata pues de «un servicio eclesiástico como otro cualquiera excepto por la imposibilidad de confesar». La imposibilidad es de consagrar. Claro que laicos tampoco pueden confesar pero en eso hasta podía haber sucedáneos. Cabe el caso de que un católico que recibe periódicamente en su lecho la comunión, que le lleva un seglar, sintiéndose morir y en ausencia del sacerdote confiese sus pecados a esa persona que le trae la comunión y que le habla de Dios y del Cielo. Cabe suponer que ese enfermo está en gracia de Dios y que por eso comulga. Pero imaginémonos que no y que todas esas comuniones hayan sido sacrílegas. Y que viéndose ya en el último extremo confiesa sus pecados al seglar que tantas veces le ha llevado el Cuerpo de Cristo. Es evidente que esa persona no puede absolverle de sus pecados pero ¿y Dios?. Estoy seguro de que sí. Yo, laico como soy, ya puedo decir todos los días sobre pan la fórmula de la consagración que seguirá siendo sólo pan.

Esas celebraciones litúrgicas en ausencia del sacerdote no son misas pero sí fuente de gracia recibida en la oración y sobre todo en la comunión. Benditas sean ante tanta sequía sacerdotal. Y benditos quienes las hacen posibles. Aunque tengan carencias y defectos. ¿O es que todos los sacerdotes son irreprochables? Y no se puede pedir lo mismo al profesor de matemáticas en una escuela o instituto que al apenas alfabeto que en ausencia de los otros se esfuerza en enseñar a sumar a unos niños abandonados. Lo único que cabe pedirle a este es que no les diga que dos más dos sean cinco.

El artículo, penoso en buena parte, ha surgido como consecuencia de que una mujer gallega se propone como sacerdote. El arzobispado de Santiago ha salido al paso de ello con una medida y acertada comunicación. El periodista une ambos hechos que no tienen nada que ver salvo que ni el uno o los otros son misas. Aunque el primero lo rechace la Iglesia y los otros cuenten con su bendición. No se deben mezclar ni confundir realidades distintas. Ni lo eclesial con lo extraeclesial.