Hoy tendré que hablar del Papa

Hoy tendré que hablar del Papa

Y vaya si me resisto. A hablar mal. También a hablar bien. Porque lo que me gusta de Francisco son tales obviedades que no las elogiaría en ningún cura. Que rece el Rosario, que en ocasiones mencione a la Virgen o al demonio, que solicite que rueguen a Dios por él, que celebre misa dignamente… Parecen cosas incluidas en las generales de la Ley. De las que me repatean, y algunas me repatean, prefiero callarme aun tragándome sapos.

El viaje a Suecia para conmemorar, y celebrar, el quinientos aniversario de las 95 tesis luteranas me preocupó muchísimo aunque no me manifestara al respecto. Estoy firmemente convencido de que no hay nada que celebrar y muchísimo que lamentar. Un cisma eclesial de proporciones inmensas y que separó de la Iglesia a prácticamente el norte de Europa. Pues como para echar cohetes.

Yo del Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio antes de su elevación al Papado, tengo naturalmente un criterio. Que no es extraordinario. Y que habitualmente me lo callo. No me parece una figura intelectual, como lo fue su antecesor, pero tampoco lo eran San Pío X o San Juan XXIII. Incapaz de conseguir un doctorado, eso no quiere decir gran cosa, salvo que no lo consiguió para su futuro. Y sin él llegó a Papa. Que sin duda lo es. No estamos ante ningún intelectual, ni histórico ni teológico, y desde ese prisma deberemos juzgar sus opiniones siempre que no atenten contra el dogma de la Iglesia. Cosa que hasta el momento no ha ocurrido pese a no pocos deslices en mi opinión no leves. Y no poco preocupantes.
Pues así llegó al quinto centenario del inicio del cisma luterano y de la herejía luterana que ha querido conmemorar en Suecia. ¿Qué queda de Lutero hoy? Prácticamente nada salvo un recuerdo histórico, malísimo recuerdo, para la Iglesia católica. Nada que celebrar y muchísimo que lamentar. Aquello, el luteranismo, es hoy una institución agonizante de no mucho más de cincuenta millones de seguidores teóricos. Porque los convencidos es posible que no lleguen al diez por ciento. Una farsa que se muere pese al apoyo oficial de algunos Estados. Y sumamente crítica con la Iglesia, y muy especialmente con el Papado, siguiendo los pasos de su infausto fundador. Que no tuvo nada bueno. A ver como se compone la teología de la liberación con el apoyo declarado del heresiarca a los príncipes que pasaron a sangre y fuego a los campesinos. E incluso la simple alabanza. A eso lo mejor es dejarlo morir de una vez recibiendo por supuesto con los brazos abiertos a todos los luteranos que quieran volver a la Iglesia. Pero como católicos. No como luteranos.

Francisco es un buenista, populista, voluntarista y utópico sin demasiados apoyos intelectuales y eso produce una mezcla explosiva que cualquier día pega un petardazo monumental. Pequeños petardillos son el pan nuestro de cada día. Si teníamos el magisterio extraordinario y el ordinario ahora surge el contradictorio. Que es un atentado a todo magisterio. Porque con el anterior uno podía aceptarlo o rechazarlo, el contradictorio acaba con él. ¿Por qué un Papa sí y otro no? ¿El que vale es el último? ¿Diga lo que diga? ¿Puede además decir lo que le venga en gana? Es insostenible.
Este Papa tiene un defecto de oído y de voz que le impide cantar. No hay en ello el menor problema. A muchísimos les ocurre lo mismo. Pero tampoco le funcionan bien otros dos sentidos: el olfato y el gusto. Como además es urbanita sólo ha debido ver ovejas en televisión y debe pensar que huelen muy bien. Pues no, Santo Padre, tienen un olor bastante desagradable. La Iglesia, y los católicos, deberíamos sólo desprender el buen olor de Cristo. No el olor a oveja. Esa carencia de los dos últimos sentidos mencionados le lleva a acoger algunos olores que católicamente apestan. Supongo que se habrá encontrado, no he seguido a fondo el viaje, con la obispa luterana de Estocolmo, casada con una presbítera. Desconozco si hubo abrazos y besos. Francisco tiende a extremar la acogida a todo lo que católicamente es, moderaré el calificativo, irregular. Y extrema también en no pocas ocasiones, la crítica a los católicos normales a pesar de decirnos a todas horas que la crítica es un defecto gravísimo e imperdonable. En todos salvo en él. Porque criticar vaya si critica. Yo debo ser un pelagiano, autorreferencial, cuentarrosarios, con cara de pepinillo en vinagre, apegado a un pasado caduco y cerrado a no se sabe qué aunque tal vez sea mejor no saberlo…
Con esos antecedentes llegó el dichoso viaje a Suecia en conmemoración de una desgracia eclesial. Me temía lo peor. Gracias a Dios no ha sido tanto. No es que valore la declaración. Si pienso que estaba mal el encuentro y el festejo no voy a entusiasmarme con el documento. De ningún modo. Pero el Papa ha jugado una vez más con el sí pero no que tanto le gusta y que no es ni sí ni no. Prescindo de algunas declaraciones fruto de su inveterada locuacidad que ponían a Lutero si no en los cuernos de la luna, cerca. Ya sabemos que no hay que hacer demasiado caso de esas locuacidades tantas veces desmentidas, corregidas, puntualizadas, explicadas y hasta retorcidas. No es lo mismo una extroversión, más o menos afortunada, y en ocasiones desafortunada, que un documento oficial. Los católicos sabemos todos, o deberían saberlo todos, que por el Papa no habla el Espíritu Santo salvo en contadísimas ocasiones. Hablan Bonifacio, Clemente, Urbano, Benedicto, Pío, Gregorio, Juan… Con acierto o sin él. Un documento ya es más comprometido aunque tampoco implique la menor infalibilidad.
Os enlazo el texto castellano, publicado en el Bolletino, que es el oficial hasta el momento:
http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2016/10/31/0783/01757.html
Me parecen desafortunadas, si se quiere muy desafortunadas, las palabras en las que se muestran «agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma». Uno piensa que no ha habido el menor don y sí muchísimos males que no merecen el menor agradecimiento.
Rechazar odios y violencias está muy bien y es muy fácil desde hoy cuando no existen. Yo no odio a ningún luterano y me puedo beber un cerveza con él. Pero la historia es la historia, no se puede borrar y ocurrió no como un terremoto en Italia sino porque algunos la buscaron. Entre ellos Lutero.
El deseo de la comunión conjunta es un voluntarismo buenista en el que coincidiría hasta yo. Dios quiera que llegue. Pero comulgando el Cuerpo de Cristo presente en la Sagrada Forma. Y creyendo todos en ello. Una cena entre coleguis, entendiendo la coleguidad en sentido amplio, unas tapas y unas cervezas con un luterano las admite todo el mundo. Pero la comunión del Cuerpo de Cristo es muy seria y no puede profanarse. El Papa ha expresado un deseo. De momento parece que no hay más.
Ya lo del anhelo general de comulgar conjuntamente pienso que está más en la teoría que en el sentimiento de los católicos aunque comprendo el del Papa. La inmensa mayoría de los católicos no tienen la menor preocupación por comulgar con luteranos. Es algo absolutamente ajeno a sus intenciones cotidianas. Claro que a todos nos gustaría que todo el mundo fuera católico y comulgara todos los días o al menos los domingos. Pero eso es un buenismo absurdo y puramente retórico. ¿Te sientes hermano de un católico o incluso de un no católico de Beluchistán? Pues en teoría, sí. ¿Condiciona algo, aunque sea mínimamente, eso mi vida? Pues más bien no. Aunque la respuesta teórica sea que es mi hermano y teóricamente lo exprese. Y no es cosa de distancias. Me siento hermanísimo de mis hermanos católicos, y hasta de los protestantes, masacrados por su fe en Cristo en el Oriente Medio. Y si son luteranos, también.
La declaración concluye con estas palabras:
«Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros». Otra declaración buenista y que vale. Todos debemos ser valientes, creativos y alegres. Ya lo del gran itinerario tal vez sea excesivo. Como mucho un caminillo, tal vez no fácil, para que algunos buenos luteranos vuelvan a la Iglesia de Cristo. ¿Es eso proselitismo? El Papa lo ha condenado más de una vez. Pienso que sus carencias, históricas y teológicas, tal vez sea mejor decir insuficiencias, sean también de léxico.
En esta ocasión he roto mi propósito de no hablar críticamente del Papa, que es mi Papa, no tengo otro ni le niego lo que es, pero pienso que algo debería decir yo. Me alegra mucho que ese texto no haya conmovido mi fe. Aunque gustarme no me haya gustado. Pero eso me ocurre con bastante frecuencia. Lo siento. En el corazón.

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