Todos oyen y nadie habla, ¿La Iglesia necesita al Vaticano?, se busca a Viganò, mirando al juicio universal.

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«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Tomamos estas reveladas palabras del evangelio que hoy se ha proclamado en todas las iglesias del orbe. Los sordos, hasta los mas tenientes, están escuchando de todo. Hoy es imposible ocultar las cosas como en el pasado y estos días contamos con una cascada de información. Son muchos los que prefieren no oír, o hacer como si no oyesen , porque con la que está cayendo el milagro sería no oír. Siempre quedarán almas angelicales que se retiran a las montañas y se alejan de las cosas terrenas pero el ruido es tan grande que es imposible no oírlo.

Han pasado los primeros días de ataques al firmante como era de esperar. El «mira quien ira a hablar» llena las mejores páginas de descréditos y difamaciones. Después de este tiempo no tenemos ni un desmentido, ni oficial ni oficioso, del terrible contenido del testimonio Viganò que todos, absolutamente todos, han podido conocer. Los sordos han oido y la primera parte del milagro se ha producido.

Queda la segunda parte que por ahora no ha llegado, el hablar de los mudos. Ante un peligro, una sorpresa inesperada, una desgracia, solemos tener un tiempo de silencio por no entender muy bien que está sucediendo a nuestro alrededor. Si el silencio continúa estamos ante una enfermedad. Hay personas que ante una contrariedad caen en depresión y no quieren ver, ni oír y mucho menos hablar.  El seguir en un perpetuo silencio no está solucionado nada y está haciendo que el problema de fondo se agrande y de convierta en una verdadera pandemia. Las noticias de hoy nos traen casos de abusos en Milán, en Argentina , en Francia y suma y sigue. Una repuesta no es fácil porque de palabras ya estamos saturados y necesitamos el milagro de que los mudos hablen y digan todo lo que sepan para llegar a la verdad. Se necesita autoridad para gobernar y más en temas morales y religiosos, y por ahora la autoridad está desaparecida y no sabemos si del todo perdida.

Viganò conoce muy bien como funcionan los mecanismos vaticanos y se ha protegido de un peligro seguro. Hoy nos enteramos que lo están buscando. La relación de los «servicios secretos» vaticanos con los italianos no es muy buena y no existe una colaboración real. Otra cosa es que en Italia es difícil actuar en «contra» del Vaticano.  La policía del papa es un cuerpo de seguridad privado y sus hombres, mujeres no existen, no tienen reconocido su condición fuera del micro estado pontificio. La única posibilidad de actuar fuera del pequeño territorio es a través de otras redes «privadas» que suelen ser muy peligrosas, ya nos entendemos. Todo esto lo sabe muy bien Viganò y seguro que ha tomado las debidas «precauciones». El problema no es lo que ha dicho sino lo que puede estar por decir. Si ha hablado una vez puede hacerlo más y se ha convertido en una mina errante que hay que controlar para que sus detonaciones causen el menor daño posible y si es posible se elimine el peligro de raíz.

Cada vez más nos hacemos la pregunta de que tiene que ver todo esto con la misión de la iglesia y con el evangelio. ¿Necesita la Iglesia Católica tener un estado y meterse en estos líos?, ¿No ha llegado el momento de soltar lastre y deshacerse de una pesada reliquia del pasado que poco aporta y nos llena de problemas?, ¿Es el Vaticano el mejor sitio para que el Dulce Cristo en la tierra tenga su residencia?. Es evidente que el Vaticano necesita a la Iglesia Católica para existir y también es evidente que la Iglesia Católica no necesita al Vaticano ni forma parte ni de lejos de la revelación divina y de la misión de la iglesia.

Es indudable que estas y otras muchas preguntas nos estamos haciendo en estos tiempos de descomposición de la iglesia tal como la conocemos. Si tenemos fe sabemos que todo esto esta encaminado el bien y que entra en los planes de Dios.

Son muchos los que piensan que es mejor callar para no hacer daño la iglesia. Esto es un gran error porque el daño lo causa el mal que existe y si se esconde y protege tiende a creer como estamos viendo. Cuanto antes localicemos el cáncer y lo extirpemos antes empezara la curación. No podemos ser los sepulcros blanqueados, bellos por fuera y llenos de podredumbre en su interior.

Quien hace crecer a la iglesia es Dios mismo y quien la destruye es el mal que anida en su interior. Los ataques externos siempre la han fortalecido. Estamos viviendo momentos en que nos enfrentamos a una auténtica lucha contra las tinieblas que se resisten a salir a la luz. Es indudable que el humo de satanás ha entrado y se ha quedado.

La capilla Sixtina estaba pensada para la celebración de la Misa diaria del pontífice. Su mirada tenía necesariamente que ver cada día el juicio final, justo detrás de la Cruz está el infierno para no tener ninguna duda. Esa  debe ser nuestra verdadera preocupación: el día que nos veamos cara a cara con nuestro creador y sobren las palabras. Lo que puedan pensar los que están detrás poco puede interesarnos ante la presencia de Juez justo, de la Verdad absoluta, se sumo Bien.

Aquí estaremos esperando a que los mudos hablen, antes o después lo tendrán que hacer, aunque por ahora se resisten al milagro.

«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

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