La cosa más terrible en este mundo

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Hace un tiempo, un comentarista me preguntó mi opinión sobre la serie The young Pope. ¿Qué sucedería si llegara al solio de Pedro un Papa incluso peor que el actor de esa serie? ¿Qué sucedería si nuestros peores temores se hicieran realidad?


Indudablemente, habría colaboradores que en la más estricta intimidad le preguntarían: ¿Pero no tiene temor a que Dios le castigue? ¿Pero no tiene miedo por jugar con lo sagrado?

Efectivamente, si un joven juega con el demonio, acaba siendo picado por una de esas serpientes espirituales. Si uno juega con Dios, acaba cayendo sobre él la Mano de Dios con todo su peso.

La estructura jerárquica de la Iglesia ha sido diseñada para evitar las luchas de poder entre los elementos jerárquicos que la componen. Está diseñada para evitar que las luchas seculares de los reinos de este mundo se trasladaran a la Santa Iglesia.

Por ejemplo, y no es un ejemplo cualquiera, es el caso por antonomasia: ni el concilio universal puede deponer a un Papa. Si un concilio universal pudiera hacerlo, en cada pontificado habría siempre un cierto número de personas (pocas o muchas) que estarían dando la murga con ese asunto año tras año. Eso significaría que en cada pontificado tendríamos presiones y campañas para lograr la deposición. Por Voluntad Divina, esa posibilidad no existe.

Cualquier puerta que se hubiera abierto a modo de excepción, todos los descontentos, en cada pontificado, hubieran alegado que era necesario abrirla. Esto es como el divorcio, si se permite para un caso excepcional, todos los que quieren abandonar a su cónyuge alegarán que ése es su caso.

Por eso en la Iglesia, a diferencia de los ordenamientos constitucionales de los estados, no hay este tipo de cláusulas para los estados de excepción. Los asuntos turbios en la cúspide misma de la autoridad sagrada son resueltos por Dios mismo, directamente. Los asuntos de Pedro los trataba Jesús con él directamente, mientras estaba sobre la tierra. No se reunían los apóstoles al modo de un congreso democrático ni de un politburó soviético. Desde un punto de vista del derecho constitucional, el colegio apostólico y el colegio cardenalicio son realidades sui generis, distintas a los órganos de gobierno de cualquier realidad secular.

Cristo ahora no camina visible sobre la tierra, pero sigue tan presente como en la época del Evangelio. Y cuando decide castigar, nada ni nadie puede evitar que el castigo se produzca en la medida, modo y tiempo decretado.

Así que ésa es mi opinión sobre The young Pope: En una serie de televisión todo puede ocurrir sin ataduras ni límites. En la realidad, ay de los que juegan con Dios, porque nada es más terrible, incluso en este mundo, en esta vida, que la Ira de Dios.