Vengo triste de comer

Y yo en las comidas suelo disfrutar. Generalmente por la comida y los comensales.

En esta ocasión los comensales éramos  mi mujer y yo. Experiencia nada insólita y que nos sirve para hablar mucho. Incluso más que en las de todos los días. No pocas veces nos podemos permitírnoslo y lo hacemos. Restaurantes modestos en los que procuramos buscar una buena relación calidad-precio y de los que intentamos mantener  unos cuantos en la agenda. El de hoy estaba en los aledaños de Santa María de Caná y una vez más nos pareció muy aceptable. En la calidad y el precio. Aunque hoy, sábado, no hubiera menú.

Es evidente que no os traigo esa comida por consideraciones gastronómicas. Que esas son nuestras. Si viene es por algo que nos ha impactado a los dos. A nuestro lado comía una persona a la que le echamos más de cuarenta años, cincuenta y algunos tal vez, con dos niñas de entre ocho y doce años. Más o menos. Que nos dieron la comida. No por gritos o molestias sino por la inmensa tristeza que nos produjo. Todo hacía suponer que era un padre separado que tenía el día de hacerse cargo de sus hijas. Con absoluta ausencia. Las niñas alguna vez le llamaron Papá. Sin el menor eco. Él iba a lo suyo, su teléfono y su plato,  y ahí se las dieran todas. Las dos niñas jugaban entre las mesas de los demás o en algún lugar reservado para los niños, apenas comieron, cosa que al adulto, al que supongo su padre, le traía sin cuidado, y así hasta que se fueron. Mi mujer y yo respiramos aliviados con su ausencia porque su presencia nos  parecía atroz.

Me conozco todas los casos. Padres a los que ponen mil inconvenientes , incluso todos, para que puedan ver a sus hijos.  Padres absolutamente incapacitados para verles por su conducta, otros volcados en el cariño pese a la madre o sin pesar de ella. Los hay incluso que son padre y madre porque la madre salió a comprar tabaco y nunca volvió. Hay casos para todas las historias e incluso para todas las histerias. Hoy vimos un caso en el que un padre parecía que le traían sin cuidado sus hijas  a las que por alguna obligación tenía que darles de comer. Y además ellas no comían. Sin que ello le preocupara un rábano a su padre.

Todo nos pareció penoso. A mi mujer y a mí.  Bien sabemos que hay divorcios que no están justificados sino incluso obligados. Y que hay padres divorciados cariñosísimos con sus hijos. Pero lo que hemos visto hoy nos hirió. Por esas pobres niñas. En las que el momento mejor de ir a comer con su padre era el de poder salir de la mesa para jugar solas. Triste consecuencia de no pocos divorcios.  En el que el padre no está o, si está, como si no estuviese.

Los hijos de padres divorciados cuando llegan a ser adultos tendrán los problemas que tengan y son cosa suya y de sus padres. Acepto lo que sea. Que quieran a los dos, a uno y odien al otro, que no sepan ni quien fue el otro…. Pero estoy hablando de niños. Y los de hoy, en su gran soledad, nos conmovieron. Y el divorcio, aunque no sea políticamente correcto recordarlo, tiene mucho de eso en los hijos.

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