¿El arzobispo de Madrid debería cuidar sobreactuaciones mediáticas?

¿El arzobispo de Madrid debería cuidar sobreactuaciones mediáticas?

Uno, modestamente, piensa que sí. Aunque no pocas de ellas deriven de su talante abierto y de su generoso corazón. Pero algunas se las debería pensar más porque es posible que la integración deseada no llegue, en ocasiones tal vez por imposible, y la división ocupe su lugar. Y esta última puede esterilizar no poco los deseos pastorales que no dudo son los mejores en el ánimo de Don Carlos.

Soy el primer convencido de que un obispo debe ser mediático. No es buen obispo el pastor inexistente ante sus fieles. Aunque trabaje mucho pero sin que se entere nadie. Al arzobispo de Madrid por su carácter abierto y su trato próximo y cordial le es muy fácil hacerse con la gente desde un primer encuentro. Pero eso puede estropearlo con actuaciones que muchos no entienden e incluso les preocupan. Puede ser que por mal explicadas o tal vez porque no tengan clara explicación. O en ocasiones por algunas palabras que, si se pueden disculpar en una conversación de amigos, chirrían si llegan a hacerse públicas. Y hoy todo, o casi todo, termina haciéndose público. Y hasta hay amigos correveidiles. En este momento me vienen a la memoria dos que no le habrán granjeado la amistad de los tres señalados en ellas. Y no es bueno granjearse enemigos gratuitamente.

Don Carlos es un pastor activísimo, no falta quien piense que incluso hiperactivo. Hay muchísimos actos en los que participa de los que debería haber mucho más eco mediático del que han tenido y que repercutirían en la consideración de buen hacer del arzobispo. Está, por ejemplo, utilizando su catedral de modo que sólo cabe felicitarle por ello. La Almudena está hoy muy viva. Y la ordenación de 13 nuevos sacerdotes, que acaba de tener lugar en ella, merecería el conocimiento gozoso de todos los católicos madrileños. Muchos de los cuales ni siquiera se han enterado. Y ello coloca a Madrid entre las diócesis con más ordenaciones. Cierto que esa cosecha que acaba de recoger Don Carlos no la sembró él pero a él le cupo la alegría del acto. Que indica la existencia de una diócesis viva que seguro estoy va a intentar que continúe así. Aunque para ello su principal tarea es hacerse con el clero madrileño hoy inquieto. Por utilizar una palabra conciliadora.

La gran mayoría del clero diocesano joven, y me estoy refiriendo a los menores de 50 o 55 años, es de una línea muy determinada. Quieren ser curas. Y nada más. Estoy seguro de que los 13 nuevos sacerdotes de este año están en esa tesitura. Un lector, que dijo conocer a los 13, lo ha asegurado en el Blog. Complicado sería romper tantas conciencias que además son muy sólidas. Los nuevos curas saben por qué se han hecho sacerdotes y lo que quieren. Ya no hay desertores del arado que eligieron el sacerdocio por huir del hambre y la desconsideración social. Prácticamente todos ellos tenían al alcance de su mano carreras mucho más brillantes socialmente. A las que renunciaron por entregarse a Cristo y a los hombres. Ni se me ocurre pensar que Don Carlos quiera otra cosa. Pero eso es lo que tiene. Es posible que dentro de cinco o seis años los nuevos sacerdotes que salgan del seminario de Madrid tengan otra idea. Pero dados los años de monseñor Osoro esa cosecha ya no la iba a recoger él sino su sucesor. Como él está recogiendo la que sembró el cardenal Rouco.

Yo es evidente que no soy cura pero oigo a curas. Y creo que a unos cuantos. Me parecen inquietos los madrileños. Diría que desanimados. No les gustaron algunos de los nombramientos del entorno de Don Carlos pero eso ocurre en todas las diócesis cuando llega un nuevo obispo y es fácilmente superable a nada que los nuevos pongan de su parte. Curiosamente su disgusto suele coincidir con el mío, diría que casi al 100 por 100 pero eso no tiene el menor valor salvo para mí. Que me encuentro encantado con la coincidencia. Si es que los que a mí me caen gordos, alguno muy gordo, también pasa con buena parte del clero.

Ello esteriliza algunas de las iniciativas del arzobispo que en teoría eran muy buenas. Traje al Blog una de ellas que me pareció óptima y que tuvo un seguimiento de caca de mosca. Quiso Don Carlos que hubiera un intercambio pastoral entre diversas parroquias de la archidiócesis de forma que los sacerdotes de unas pasaran dos o tres días por otras. La idea era estupenda. Los de una parroquia conocerían la realidad de otra, los fieles sabrían de otras homilías distintas a las de siempre. Y hasta se podrían confesar con otro cura distinto. Que no falta quien lo desea. Pues la respuesta fue irrisoria. ¿Disgusto con el arzobispo? ¿Con el vicario del clero? Vayan ustedes a saber. Pero no respondió casi nadie.

Ahora hay otra iniciativa arzobispal, motivada también por los mejores deseos de Don Carlos, que es la de montar un servicio de guardia en el que los fieles madrileños puedan encontrar en cualquier momento, incluidas las horas picudas de la madrugada, el sacerdote que pueda acudir al lecho del moribundo o a cualquiera otra urgencia. Creo que se llama o se va a llamar SACUR. Servicio de Asistencia Católica de Urgencia. Todo parecido con SAMUR no es mera coincidencia. Pues tampoco ha caído bien. Los sacerdotes asignados a la guardia piensan que ese servicio lo tiene que prestar el párroco correspondiente. Y que si algunos, o muchos, son inencontrables la solución no es nombrar a uno de guardia sino hacer encontrables a los perdidos.

Por último están los que se encuentran dolidos por diferencias de trato. No voy a contar un encuentro esperado de todo corazón y fallido. Ahí sí que caben envidias, apetencias excesivas y hasta cabreos injustificados. Ningún cura puede reclamar una atención preferente de su obispo salvo en casos verdaderamente graves. Pero tampoco conviene que se piense que unos, además poquísimos e incluso muy discutibles, sean los bienamados y el resto, amplísimo, el desecho de tienta.

Y ahora viene la que llamo sobrexposición mediática de Don Carlos en asuntos muy discutibles y discutidos. La iglesia de San Antón, la alcaldesa, el P. Llanos, la podemita de la capilla de la Universidad de Madrid… Creo que no le favorece. Me parece el P. Ángel un fenómeno de la naturaleza, un genio de las ONGs, persona llena de méritos sociales y más discutidos eclesiales. ¿Pero tanto amor? ¿No le niego alguno, incluso bastante, pero tanto? ¿O todos los curas de Madrid deberían ser como él? También reconozco el interés para la Iglesia de llevarse bien con las autoridades. Y hasta si se quiere que algo ha conseguido de la alcaldesa. Que tampoco es lo peor dentro de lo peor. Aunque no me gustaría que mi arzobispo pasara únicamente por ser el obispo de eso.

Sé que no es así. Que tiene un corazón grande en el que caben muchos más. He leído que quienes celebran en Madrid la misa tradicional, a la que en este año todavía no he asistido a ninguna, le están agradecidísimos porque por primera vez han podido celebrar el Triduo Pascual en una capilla y no en las catacumbas. Y por intervención directa del arzobispo de Madrid. Pero esas cosas están en letra pequeñísima y las otras en titulares de los medios importantes.

Como siempre me pierdo en las introducciones porque de lo que quería hablar era de otra cosa. Del artículo que hoy publica Infovaticana sobre la venida a Madrid del cardenal Müller. San Dámaso prohibido, enfado suyo por la publicación del libro Informe sobre la esperanza, su ausencia en la presentación… Me tranquiliza algo su presencia en una comida que va a haber después. Porque en estos días tristes y confusos en los que están en juego cuestiones muy importantes para la fe, sería lamentable que los católicos se vieran en el trance de dividirse entre personas de la Iglesia. Y yo entre el cardenal Müller, por quien siento profunda admiración, y mi arzobispo, a quien quiero como tal. Ya tuve a Tarancón y a Don Marcelo. Mis afectos no fueron dudosos pero jamás negué la jurisdicción de mi arzobispo. Aunque en no pocas cosas me disgustara. Y lo expresara. Que uno se ha creído eso de que los seglares ya somos mayores de edad en la Iglesia. Porque nos lo han dicho ustedes. ¿O es un camelo? Ya soy muy mayor aunque con muy pocos años de diferencia sobre usted. De verdad no quisiera volver a la dicotomía. No es buena para el pueblo de Dios. Del que soy un humilde miembro. Debemos todos ser de Cristo y no de Apolo o Cefas. Pero si los rabadanes discrepan y hasta se agreden es inevitable la elección, la división, el rechazo…

Pues esto último es lo que quería decir. Aunque una vez más me haya perdido en el proemio. Algún lector ha señalado que no soy igual con todos los obispos. Y puede ser cierto. Pero usted no es un obispo más. Es mí obispo. Y, además, le quiero. Creo que no me he callado nada de lo que pienso. Y que es bueno que alguien se lo diga. Ya luego usted hará lo que deba, lo que pueda o lo que quiera. Esa responsabilidad es suya.

https://infovaticana.com/2016/04/28/osoro-se-inventa-enfrentamiento-cardenal-muller-papa/

 

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