San Martín Dumiense

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San Martín Dumiense nació, como San Martín de Tours, en Panonia, en la actual Hungría. Fue un gran caminante. Visitó Tierra Santa y trató con los ermitaños de Oriente. Luego Roma, y en Francia, Arlés y Tours. En Tours se encuentra con los emisarios del rey de los suevos que gobernaban en el noroeste de España. Le hablan de sus gentes que han pasado del paganismo a la fe cristiana. Martín se entera de que lo que allí impera es el arrianismo. Sus ansias viajeras y apostólicas es encienden y ya vislumbra su corazón un campo preparado para su celo apostólico.

(Vidasejemplares.org)– Su campo de apostolado será el reino suevo, establecido siglo y medio antes en la Galicia hispano-portuguesa. Poco después Martín desembarcaba en Galicia por la desembocadura del Miño. Se instaló en Braga, corte de los reyes suevos. Pronto tuvo discípulos deseosos de imitar su vida de soledad y penitencia. Les organizó, les instruyó en lenguas clásicas y en teología, y así nació la abadía de San Martín de Dumio (550), centro de influencia religiosa y fuente de cultura.

Nombrado Obispo de Braga (570) y Metropolitano de Galicia, desplegó una intensa actividad. Reúne concilios, como el Lucense y Bracarense, purifica la doctrina de los errores arrianos, promueve la buena formación del clero para renovar la vida del pueblo. Tal era su fama que Gregorio de Tours, su contemporáneo, se siente incapaz de contar sus virtudes y maravillas. El concilio X de Toledo lo llama santo. San Gregorio Magno lo elogia.

Y donde no llega su palabra, llega su pluma. Para los monjes escribe «Sentencias de los Padres del desierto». Al rey le dedica «Fórmula de la vida honesta». A los obispos y sacerdotes, «Tratados morales» y «Cartas». Para los pueblos, todavía inficionados por los errores de Arrio y Prisciliano, «Corrección de los rústicos», verdadera síntesis de dogma y moral.

Para los aspectos humanos de sus instrucciones se apoya en Aristóteles y Cicerón, y sobre todo en Séneca. Puede ser considerado como el primer ilustre senequista. Hasta en el estilo recuerda al filósofo cordobés. Es una muestra de su flexibilidad y adaptación a su nueva patria. Es una prueba de saber encarnarse en el pueblo que estaba evangelizando.

En su libro sobre las costumbres, dice hablando consigo mismo: «¿Qué importa que no estés en la tierra donde viniste a la vida? Tu patria es el hogar donde has encontrado el bienestar, y la causa del bienestar no radica en el sitio donde se vive, sino dentro del hombre mismo». Pero este grave moralista no sólo se apoyaba en la austera prosa de Cicerón y Séneca como vehículo para el Evangelio. Gustaba también mucho de la poesía. Se adivina en sus versos una clara influencia virgiliana. Versos que inscribía en los frontispicios para instrucción de todos.

En verso está también su epitafio en la catedral de Braga: «Nacido en Panonia, llegué, atravesando los anchos mares y empujado por un instinto divino, a esta tierra gallega, que me acogió en su seno. Fui consagrado obispo en esta tu iglesia, oh glorioso confesor de Tours. Restauré la religión y las cosas sagradas, y habiéndome esforzado en seguir tus huellas, yo, siervo tuyo, que tengo tu nombre, pero no tus méritos, descanso aquí en la paz de Cristo». Así recordaba su devoción al Santo de Tours.

San Leandro y San Martín fueron en España los grandes catequistas de los pueblos germánicos, que del paganismo habían pasado el arrianismo. Y lo que Leandro hizo con los visigodos, Martín lo consiguió con los suevos. San Isidoro le llama el propagador de la fe en Galicia. Hoy le dan el título de Apóstol de los suecos.

Muere el 20 de marzo del año 580. Su monasterio de Dumio, junto a la ciudad de Braga, se alza pronto como gran luminaria auroral de la España sueva y visigótica.

Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo. (vidasejemplares.org)

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Comentarios
5 comentarios en “San Martín Dumiense
    1. Solo se ha equivocado una vez y ha sido el autoerrador, la estupidez artificial que nunca aprende, por ejemplo que se usa mucho más «pero» que «orto», o «por» que «oír», etc

  1. Que bueno que Francisco, negándole a Viganó el cardenalato, haya convertido al que no quiso investigar a McCarrick cuando se le pidió en un gran santo.
    Gracias Francisco por haber convertido a un pecador en santo, ya salvaste un alma, gracias

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