Raúl Eduardo Vela Chiriboga es Cardenal y Arzobispo emérito de Quito, Ecuador.
Raúl Eduardo Vela Chiriboga nació en Riobamba el 1 de enero de 1934. Tras haber completado sus estudios filosóficos y teológicos en el Seminario Mayor “San José” de Quito, recibió la ordenación sacerdotal el 28 de julio de 1957.
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La trayectoria de Raúl Eduardo Vela Chiriboga
Ejerció por algunos años el ministerio sacerdotal en la Diócesis de Riobamba, hasta que fue nombrado, en 1969, Subsecretario de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. En 1972 fue elegido Obispo Auxiliar de Guayaquil, recibiendo la Consagración Episcopal el 21 de mayo de ese mismo año.
Siendo Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis del Puerto principal, ejerció al mismo tiempo el cargo de Secretario General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana de 1972 a 1975. En 1975 fue nombrado Obispo de Azogues, cargo que desempeñó hasta 1989.
Obispo Ordinario Militar desde 1989
De 1989 a la actualidad se encuentra como Obispo Ordinario Militar. Es miembro de la “Junta de Defensa Nacional”, en calidad de delegado del Arzobispo de Quito.
En la Conferencia Episcopal Ecuatoriana presidió desde 1999 la Comisión Episcopal de liturgia. El 21 de marzo de 2003, el Santo Padre Juan Pablo II lo nombró Arzobispo de Quito. El 20 de octubre del 2010, el Santo Padre Benedicto XVI anunció la creación de nuevos cardenales entre los que estaba Mons. Raúl Vela Chiriboga. El 20 de noviembre de 2010 Mons. Raúl Vela Chiriboga recibió la investidura cardenalicia, en Roma.
Su personalidad
Quienes lo conocen coinciden en que no hay día que no llame a alguno de sus amigos para felicitarlo por su onomástico, cumpleaños o aniversario de bodas o de ordenación sacerdotal. Cuando le nombraron cardenal dijo su hermana Alejandrina que creía que eso “se debe a su fuerza espiritual, a su amor por el prójimo y a su dedicación por la Iglesia”.
Cuando el cardenal Raúl Eduardo Vela Chiriboga participó en la celebración de los 475 años de creación de la primera jurisdicción eclesiástica de Perú y Sudamérica, realizó varias visitas pastorales a las parroquias y congregaciones religiosas. En esta ocasión, el cardenal llamó a vivir el Año de la Fe con gran entusiasmo pues es el momento propicio para reanimar, purificar, confirmar, confesar nuestra fe y la de los católicos que están inactivos.