Beniamino Stella es un Cardenal italiano y prefecto emérito de la Congregación para el Clero.
Pocos saben que quien ordenó como presbítero a Beniamino Stella fue Albino Luciani, y es que Stella nació en la diócesis de Vittorio Véneto, concretamente en Pieve di Soligo, una pequeña localidad de 10.000 habitantes en la provincia de Treviso, el 18 de agosto de 1941.
De familia numerosa (eran 12 hermanos) cuando sólo tenía 19 años se trasladó a Roma, al Pontificio Seminario Romano Mayor y estudió en la Facultad de Teología y Filosofía de la Universidad Pontificia Lateranense.
La trayectoria de Beniamino Stella
El 19 de marzo de 1966 fue ordenado sacerdote por el entonces obispo de Vittorio Véneto, Albino Luciani, el futuro Papa Juan Pablo I.
Tras licenciarse en Derecho Canónico en la Lateranense, el propio Luciani le destina a la Pontificia Academia Eclesiástica, donde se preparan los diplomáticos de la Santa Sede y de la que luego sería su presidente.
En 1970 comenzó su carrera diplomática, pasó por las nunciaturas de Santo Domingo, Zaire y Malta, a continuación, fue promovido a pro-nuncio en la República Centroafricana y Delegado Apostólico en Chad.
En 1978, en el breve papado de su ex-obispo Luciani, fue nombrado encargado de asuntos en Malta, uno de los pocos actos pontificios que pudo hacer el que fuera su obispo en la pequeña diócesis de Vittorio Véneto.
El 21 de agosto de 1987 fue nombrado arzobispo titular de Midila y consagrado en la Basílica de San Pedro por el Papa Juan Pablo II , actuando como co-consagrante el que fuera el camarlengo de la Iglesia Católica en el período de sede vacante de 2005, Eduardo Martínez Somalo.
Nuncio apostólico en el Congo
En Noviembre de ese mismo año fue nombrado nuncio apostólico en la República Democrática del Congo, y posteriormente transferido a la nunciatura en Cuba en 1992.
En cuba le recuerdan como el nuncio…del segundo Cardenal cubano, de la colegialidad entre los obispos, de las nuevas diócesis, de las publicaciones católicas, de la comisión Justicia y Paz, del corazón entrañable, de la sencillez y la audacia, del ahínco sereno e incansable, de la fecundidad y la credibilidad de la cruz, de la entrega sin par a esta pequeña Iglesia, de la restauración de la Navidad, del crecer de la Nunciatura en sus relaciones con el Cuerpo diplomático, de la estrecha comunión entre este pueblo y su Iglesia, de la mejoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado…
El obispo de Pinar del Río escribió una carta de despedida a Stella en 1999 en la que decía:
“El mismo Mons. Beniamino nos decía hace pocos días a los Obispos reunidos en Asamblea: “las despedidas como ésta deben ser momentos de vivencia eclesial”.
Es verdad, Monseñor, y yo añadiría sin temor a exageraciones, que son momentos de vivencia eclesial muy singulares. Y para nosotros, con una connotación muy fuerte. Hay despedidas formales, en que decimos “hasta luego”, “hasta otro momento”, “hasta siempre”, “adiós” y nos separamos. Sin embargo, hay despedidas como ésta que va a ser para nosotros como un desgarramiento.
Cuando Ud. llegó a nuestra Patria en febrero del 93, enseguida los cubanos averiguamos que le llamaban: «Beniamino Corazón».
El tiempo fue demostrando, de forma irreversible, que no era falsa la calificación, ni ridículo el modo. Con creces lo hemos comprobado con el correr de los días, las semanas y los meses. Pero también fuimos comprobando que no era sólo corazón, era también y en gran medida, inteligencia, corazón.
A esto fuimos sumando todos, los más cercanos y los más lejanos, que era un “hombre de Dios y de Iglesia”, que son el fundamento y raíz de todas las dotes personales y cualidades eclesiásticas que debe tener un hombre que representa al Papa en una Iglesia determinada.
En estos años difíciles para la Iglesia, la Nunciatura Apostólica en La Habana, vale decir la Casa del Papa en Cuba, con hombres como Zacchi Tagliaferri, Einaudi, Faustino, ha desempeñado un papel singular y primordial en la vida y marcha del Pueblo de Dios.
Yo me atrevo a asegurar, sin temor a ninguna descalificación, error o contradicción, que en sus cortos seis años de permanencia entre nosotros ese papel singular adquirió dimensiones insospechadas.
Ud., querido monseñor, ha hecho con su amor y entrega, que la Nunciatura fuera la Casa de todos, con las puertas siempre abiertas, sin días ni horas; la Casa donde se resolvían los asuntos graves y las menudencias.
Ud. ha jugado un papel de artífice, de mediador, de coordinador en asuntos de menos importancia y en acontecimientos inolvidables, como la visita del Santo Padre.
Ud. ha hecho posible que Cuba tenga, con orgullo y gozo, su segundo Cardenal.
Ud. ha dedicado su tiempo, sin medida ni regateos, a fortalecer estructuras, a crear nuevas. ¡Cómo no mencionar las cuatro nuevas diócesis y la recién creada Arquidiócesis!
Ud. ha tejido, con audacia y sencillez, unas mejores relaciones entre la Iglesia y el Estado y ha hecho crecer las relaciones con el Cuerpo Diplomático.
Ud. ha sido puente principal y a veces único, en las relaciones con organismos de la Iglesia, dentro y fuera de ella, nacionales e internacionales.
En pocas palabras, yo diría que Ud. ha sido celoso pastor y finísimo diplomático, pero también y sobre todo, ha sido amigo fiel y compañero cercano.
Puede irse contento y tranquilo a su nuevo destino, Monseñor. La Iglesia lo necesita allá en Colombia y la Virgen de la Caridad velará por Ud. desde acá.”
Su gran labor en Cuba
Y así fue, durante su estancia en Cuba nacieron cuatro nuevas diócesis, aumentaron las publicaciones católicas, se volvió a permitir la fiesta de la Navidad (oficialmente abolida en 1969) y Juan Pablo II visitó la isla en enero de 1998. Stella contribuyó a que mejoraran las relaciones entre la Iglesia local y la Santa Sede con el sistema castrista, trabajando en contacto con los obispos y sumergiéndose en la intensa devoción de la comunidad local.
Pero tuvo que salir de Cuba, y en 1999 fue enviado por Juan Pablo II como nuncio a Colombia, donde sucedió al Cardenal Paolo Romeo.
También allí su dedicación a las necesidades de la Iglesia local fue apreciada por todos; eran los años difíciles, el obispo Jorge Enrique Jiménez Carvajal, entonces presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), fue secuestrado por las FARC y perdieron la vida muchos sacerdotes en medio de la oleada de violencia que arrolló al país.
En 2002, un grupo de sicarios de las FARC también asesinó al obispo de Cali, Isaías Duarte, como represalia por sus fuertes denuncias en contra de las atrocidades cometidas por los guerrilleros. En el funeral del obispo algunos de los presentes acusaron al entonces presidente del país, Andrés Pastrana; Stella intervino entonces para decir que las manifestaciones de disenso carecían del debido respeto por el difunto e incluso “por el Presidente y la institución que representa”.
Como decano del cuerpo diplomático en Colombia, Stella se refirió a Uribe destacando en él “su trabajo y su anhelo de fabricar una mejor Patria para el futuro”. “Hemos sido testigos del drama y del sufrimiento de muchos colombianos como consecuencia de la violencia. La nación ha entrado en una nueva etapa, superando así el estado fatalista”.
El Nuncio Apostólico reiteró entonces su disposición para crear una nueva posibilidad de entendimiento entre el Estado colombiano y las FARC.
Galardonado con la Orden de San Carlos en Colombia
Al despedirse del país el presidente Uribe le impuso la Orden de San Carlos, una de las más altas distinciones colombianas.
Como hemos mencionado anteriormente, el 13 de octubre 2007 fue nombrado presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica, la prestigiosa institución que forma a los diplomáticos de la Santa Sede y que se encuentra en la Piazza della Minerva, detrás del Panteón.
Bajo su dirección, la Academia comenzó a alejarse de la fama que tenía de “fábrica de carrieristas”. Según Stella, los futuros funcionarios vaticanos tenían que “pensar y razonar en la óptica de la Iglesia universal”. Por este motivo debían leer los periódicos, saber cómo va el mundo, seguir las cuestiones que sacuden e involucran a la sociedad global, pero, “in primis”, debían cultivar la propia espiritualidad sacerdotal, sin olvidar nunca que “el carrerismo es una lepra” y que cuando “un secretario de nunciatura o un nuncio no sigue la vía de la santidad y se deja involucrar en las diferentes formas de mundanidad espiritual, se vuelve ridículo y todos se ríen de él”.
El 21 de septiembre de 2013 fue nombrado prefecto de la Congregación para el Clero por el Papa Francisco, sustituyendo en el cargo al Cardenal Piacenza, designado solo 3 años antes.
Cardenal en 2014
Pocos meses “L’Osservatore Romano” le pidió que trazara el perfil más adecuado para los alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica por él presidida. Stella respondió sin dudar un segundo: “Sobre todo debe ser un hombre con una sólida identidad sacerdotal, dotado de esa ‘bondad sacerdotal’ que caracteriza la integridad de la vida”.
Parece que esa búsqueda del servicio sacerdotal en sus puestos de responsabilidad ha sido lo que ha llevado al Papa Francisco a contar con él como Prefecto de la Congregación para el Clero.
El 12 de enero de 2014, Beniamino Stella fue incluido en la lista de los 19 nuevos cardenales de la Iglesia, que crearía el Papa Francisco el 22 de febrero.