Editorial Agência Católica de Notícias. «Pistolas fica sozinho»

Editorial Agência Católica de Notícias. «Pistolas fica sozinho»

En un país donde la violencia verbal se ha convertido en preludio de la física, el sacerdote Jesús Alfredo Gallegos Lara, «Padre Pistolas», cruzó una línea que ni siquiera sus defensores más acérrimos pueden justificar. En una transmisión en vivo reciente, el cura no escatimó en amenazas e injurias contra la gobernadora de Guanajuato, Libia Dennise García Muñoz Ledo. «Le voy a partir su madre a la gobernadora», espetó en un arrebato disfrazó de defensa de los campesinos afectados por el proyecto del acueducto Solís-León. Palabras que no solo menoscaban la dignidad de una mujer en ejercicio de su cargo, sino que encienden mechas en un estado lacerado por la inseguridad y las divisiones políticas.

El incidente, ocurrido a inicios de noviembre de 2025, no es un desliz aislado, sino el clímax de una trayectoria controvertida. Gallegos Lara, incardinado en la arquidiócesis de Morelia, se ha erigido en figura icónica por su labor social como constructor de caminos rurales en comunidades de Guanajuato. De lengua muy fácil, el cura de Chucándiro, en la ribera del lago de Cuitzeo, le es más fácil injuriar y calumniar, inventando teorías conspirativas, que argumentos sólidos. Sus métodos pastorales y fórmulas de sanación, aunque controvertidos, afirman haber curado de enfermedades a cientos y, sin regulación alguna, Pistolas recibe donativos y ganancias, desde México y el extranjero, para continuar su labor de curandero. Conjuga la misa y la mesa, sus comilonas, después de la celebración dominical, son célebres y ampliamente difundidas en sus redes sociales.

Sin embargo, aquí radica la fractura profunda en su ministerio, un abismo entre sus métodos pastorales y sus estallidos fúricos en la palestra sin ley de las redes sociales. En México, a muchas mujeres, literalmente, se les parte la madre, como afirma Pistolas en feminicidios, agresiones y acosos. Esta discriminación envuelta en el alba y estola de Pistolas le pretende dar una impunidad moral que contrasta con sus caminos rurales donde la construcción es metáfora, unir comunidades con trabajo y dividirlas con la palabra.

Esta contradicción no pasó desapercibida para la Iglesia. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), en un comunicado emitido el 7 de noviembre de 2025, reprueba «toda forma de violencia verbal o discriminación». El documento, titulado «De la Conferencia del Episcopado Mexicano por el que reprueba toda forma de violencia verbal o discriminación», es un recordatorio contundente del magisterio eclesial. «La Iglesia reafirma su compromiso con el respeto, la dignidad y la paz», proclama. «Ninguna palabra debe herir ni dividir. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a hablar con amor, construir puentes y cuidar la dignidad de todas las personas»

Es un llamado a la autocrítica interna, los obispos no puede excusar agresiones que perpetúen la polarización en un México donde las mujeres en política ya enfrentan suficiente hostilidad y violencia. La CEM, que ha navegado tormentas como el laicismo sheinbaumista, opta aquí por la coherencia evangélica, recordando que la libertad de expresión no ampara el odio. En un país con más de 100 feminicidios mensuales, las palabras de Pistolas no son «pasión popular», sino gasolina para el fuego azuzado por la mecha del odio y violencia, especialmente en Guanajuato.

En última instancia, este episodio interpela a la Iglesia mexicana: ¿tolerar pastores que predican paz pero siembran discordia en sus mismas comunidades?  Pistolas podrá justificar que asi es su forma de ser y predicar, pero ha caido, irremediablemente, seducido por la fama, su apodo e ingratitud.  A diferencia de otros pastores que, en los hechos, han sufrido agresiones y muerte, Pistolas ha hecho del ministerio un modus vivendi que, quizá, esté cobijado por poderosos que desconocemos. Pronto, Pistolas se queda solo porque México, herido por divisiones, clama por profetas que unan, no por pistoleros de palabras.

 

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