Mons. Xabier Gómez le escribe a Rosalía: “Me pregunto si, cuando todo se calla, encuentras paz o solo más ruido”

Mons. Xabier Gómez le escribe a Rosalía: “Me pregunto si, cuando todo se calla, encuentras paz o solo más ruido”

En una carta abierta publicada en la revista diocesana Full dominical, el obispo Xabier Gómez García, dirige a Rosalía un texto cargado de preguntas sobre su obra, su mundo interior y su búsqueda espiritual. El prelado señala cómo la artista manifiesta una «sed» que «el mundo no puede saciar, que solo Dios puede llenar», y la describe como si su arte fuera «una travesía espiritual, donde la creación es una forma de peregrinaje hacia lo que trasciende».

El obispo le escribe:

«Estamos tan lejos… Te escribo desde esta portada como quien lanza al mar un mensaje dentro de una botella; quién sabe si podrá llegar hasta ti. (…) Tus letras me desconciertan, pero también me abren a la posibilidad de un diálogo sobre la complejidad de la experiencia humana. (…)»

Con esta carta, Mons. Gómez García trasciende un mero saludo cultural para plantear un reto: ¿puede el arte de Rosalía —que es público, mediático, estilizado— desembocar también en una búsqueda de verdadero sentido, de plenitud interior, más allá del espectáculo?

El giro artístico de Rosalía: elogios y críticas

El mensaje del obispo se inserta en un momento de transformación artística de Rosalía. La catalana, que saltó a la fama fusionando el flamenco con el pop y la música urbana, vive una nueva fase. Como señalan diversas publicaciones: su último álbum –titulado Lux– se describe como un giro total en su carrera, alejándola del pop urbano hacia una obra más ambiciosa y trascendente.

Por otro lado, se apunta que su puesta en escena abraza el misticismo y la espiritualidad, facetas que hasta ahora habían sido latentes, pero que ahora adquieren visibilidad consciente.

¿Una intersección entre fe, arte y mercado?

La carta del obispo plantea precisamente lo que otros analistas señalan en el mundo cultural: la tensión entre el arte que busca lo trascendente y la industria que exige visibilidad, éxito inmediato y renovación permanente. En el caso de Rosalía, la invitación eclesial (buscar la paz interior, enfrentarse al silencio) se superpone al discurso mediático (reinventarse, producir, sobresalir).

Para la Iglesia —y así queda patente en la carta—, el verdadero arte tiene una dimensión espiritual, no solo estética o comercial. Y en ese sentido, la obra de Rosalía se convierte en terreno de diálogo o de conflicto. ¿Puede una artista que opera en gran escala asumir también esa travesía interior? ¿O el riesgo es que el espectáculo sustituya al misterio, y la sed quede insatisfecha?

El obispo lo expresa claramente: «Si no sueltas las amarras, no será fácil llegar al puerto que anhelas». Y esto no es una metáfora menor en el mundo eclesial: habla de conversión, de desprendimiento, de tensión entre lo efímero y lo eterno.

La inspiración religiosa

Rosalía ha explicado el sentido simbólico de la portada de su nuevo disco, LUX, en el que aparece cubierta con un velo similar al hábito de las religiosas. En una entrevista en Ciudad de México se refirió al proceso creativo y a la inspiración que tuvo, creo que esa imagen fue la que mejor representó el proyecto. Refleja esa búsqueda espiritual y ese sentido de compromiso. El hábito, esa pieza que las monjas llevan en la cabeza, representa una entrega a una causa elegida, algo a lo que se ha dedicado la vida, declaró la artista. En mi caso, me siento muy devota de la música. Dedico mi vida a ella con una profunda devoción. Es una forma distinta, pero también un compromiso desde el respeto y la admiración hacia ellas, no desde la provocación.

Rosalía añadió que muchas mujeres fueron su inspiración para LUX: Fueron santas, muchas de ellas monjas que también eran artistas, mujeres que vivieron de un modo muy poco convencional. Mencionó especialmente a Santa Hildegarda de Bingen, abadesa benedictina del siglo XII, mística y compositora: Fue una monja polímata e increíble. Tuvo visiones y creó de un modo que, incluso hoy, sigue teniendo sentido y continúa siendo profundamente inspirador.

La belleza como signo de lo eterno

El diálogo entre el arte y la fe que se desprende de la nueva obra de la artista y la carta de Mons. Gómez García, encuentra un eco profundo en el pensamiento de León Bloy, el escritor francés que denunció la banalización de la belleza y el arte desligados de su raíz divina. Para Bloy, la verdadera estética no podía reducirse al gusto ni al éxito, sino que debía ser un reflejo del Absoluto. Solo hay una tristeza —escribió—: la de no ser santos en la conclusión de su libro «La mujer pobre». En su visión, la belleza auténtica es una llamada a la conversión, no un fin en sí misma.

Bloy veía en el artista una especie de profeta de la Belleza, cuya misión es revelar lo invisible a través de lo visible. Por eso advertía que el arte sin fe se convierte en artificio: un espejo que ya no refleja el cielo, sino únicamente al hombre. La belleza —decía— no es un adorno del mundo, sino su sacramento.

En esa clave, la carta del obispo de Sant Feliu puede leerse como una invitación a que el arte de Rosalía no se quede en la superficie estética, sino que ahonde en la sed de infinito que late en toda obra verdaderamente bella. La figura de Santa Hildegarda, mencionada por la propia artista, representa precisamente esa síntesis entre contemplación y creación, donde la belleza no distrae del misterio, sino que conduce hacia él.

Mons. Gómez García concluye su carta con una invitación a reflexionar sobre la búsqueda interior y la rendición al reconocer el misterio oculto en el silencio:

«Hay silencios que hablan algo más que mil canciones. Me pregunto si, cuando todo se calla, encuentras paz o solo más ruido. Quizás la respuesta no está fuera, sino dentro de ti.»

Dejamos a continuación la carta completa de Mons. Gómez García:

Estamos tan lejos… Te escribo desde esta portada como quien lanza al mar un mensaje dentro de una botella; quién sabe si te podrá llegar.

No consigo entenderte, pero me gustaría hacerlo. Tu arte, hipnóticamente ecléctico y performativo, y tú misma, me generan preguntas. Quizás no es necesario entenderlo. Pero me pregunto qué hay en ti, en tu mundo interior en esta etapa o ciclo de tu vida como mujer y artista.

Cuando hablas de una «sed» que el mundo no puede satisfacer, que sólo Dios puede llenar ese vacío, me viene a la cabeza la búsqueda del sentido que atraviesa la película Andrei Rublev, de Tarkovsky. El pintor ruso, en medio de la oscuridad y la violencia, busca la luz, la belleza, la fe, pese a no encontrar respuestas fáciles. Como él, tú pareces vivir el arte como una travesía espiritual, donde la creación es una forma de peregrinación hacia lo que trasciende. Pero, no acabas de hacerlo… y sin soltar amarras no será fácil llegar al puerto que anhelas. Si es que quisieras llegar.

Tus letras me desconciertan, pero también me abren a la posibilidad de un diálogo sobre la complejidad de la experiencia humana. Entiendes el amor como una fuerza que puede ser dolorosa, liberadora, incluso divina. Tu arte es un espacio donde la vulnerabilidad y la fuerza conviven, donde el deseo y la fe pueden encontrarse.

Hay silencios que hablan algo más que mil canciones. Me pregunto si, cuando todo se calla, encuentras paz o solo más ruido. Quizás la respuesta no está fuera, sino dentro de ti.