El reciente discurso pronunciado por Parolin, en nombre del papa León XIV, ante la Conferencia de las Partes (COP30) sobre el Cambio Climático confirma una tendencia ya visible desde hace una década: la sustitución de la teología por la ideología climática. Lo que comenzó con Laudato Si’ bajo el pontificado de Francisco —una encíclica que proponía una “conversión ecológica”— se ha convertido hoy en un lenguaje oficial, uniforme y predecible.
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Ya no se trata de proclamar a Cristo como Señor de la creación, sino de promover un “multilateralismo con visión de futuro”, un “nuevo humanismo ecológico” y, en palabras del propio León XIV, una “nueva arquitectura financiera internacional centrada en el ser humano”, la cual «debería tener en cuenta también el vínculo entre la deuda ecológica y la deuda externa».
El acento ha cambiado —y ya no en se esfuerzan en ocultarlo—. El hombre ya no es el custodio de la creación en cuanto hijo de Dios —aunque traten de escudarse en formas retóricas—, sino el gestor de un planeta en peligro, en el que la “paz” depende de políticas medioambientales.
La paz que depende del clima
Resulta significativo el primer punto del mensaje: “la paz se ve amenazada por la falta de respeto debido a la creación”. Se plantea así una equivalencia entre guerra y contaminación, entre pecado y deforestación. En lugar de señalar las causas morales y espirituales de la violencia —la apostasía, la pérdida del sentido del bien y del mal, la negación de Dios—, se atribuye la falta de paz al deterioro ambiental.
El resultado es una visión moral descentrada, donde la salvación se mide por la huella de carbono. En este marco, el Evangelio se convierte en una herramienta pedagógica al servicio de la sostenibilidad, los objetivos de la Agenda 2030 y el acuerdo de París.
“Se insta a los Estados partes a que aceleren con valentía la aplicación del Acuerdo de París”
La creación como pretexto y Cristo desplazado
El discurso de la Santa Sede ante la COP30 no es una anécdota diplomática, sino un síntoma de fondo: la sustitución del cristianismo por una ética ecológica global. En nombre de la paz, se predica una moral sin gracia; en nombre de la fraternidad, una unidad sin Cristo.
Como mencionó el nuncio apostólico en Brasil, este encuentro busca concretar cuatro áreas fundamentales: eficiencia energética, desarrollo de fuentes renovables, eliminación de los combustibles fósiles y educación para estilos de vida más sobrios.
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La Iglesia, que debería recordar al mundo que el hombre no se salva por sus obras, sino por la redención de la Cruz y se ha sumado al coro de las instituciones que predican un paraíso terrenal a base de regulaciones climáticas.
