La televisión pública alemana ZDF transmitió recientemente una celebración presentada como “Catholic Queer Mass” —una “misa queer católica”— celebrada en la iglesia de San Lamberto, en la diócesis de Münster. El evento fue presidido por el sacerdote Burkhard Hose, conocido por su activismo a favor de la comunidad LGBTQ+ dentro de la Iglesia. La liturgia fue presentada como un espacio de “inclusión” y “aceptación”, donde se celebró la diversidad sexual con cirios arcoíris y focos de colores.
Durante la transmisión, se inlcuyeron testimonios de participantes que afirmaban “vivir su fe sin renunciar a su identidad”. La emisión fue anunciada como un ejemplo de “Iglesia abierta a todos”.
La deriva del Camino Sinodal Alemán
Esta “misa queer” no surge de la nada. Es fruto de un proceso más amplio dentro de la Iglesia alemana, marcado por el Camino Sinodal, que desde hace años promueve la revisión de la moral sexual, el celibato sacerdotal y la estructura jerárquica de la Iglesia. A pesar de las reiteradas advertencias de Roma, varios obispos alemanes continúan aprobando prácticas que desdibujan la doctrina y la disciplina sacramental.
Lo que comenzó como un supuesto diálogo pastoral ha desembocado en un laboratorio de experimentos teológicos. La liturgia, en este contexto, se convierte en campo de ensayo para nuevas narrativas, alejadas del espíritu de adoración y reverencia que define el culto católico.
No es solo un episodio local
Este evento es un espejo del momento espiritual que vive la Iglesia: la tentación de sustituir la redención por la autocelebración. Frente a ello, la respuesta debe ser una: volver a Cristo Eucaristía, fuente de gracia, de verdad y de esperanza.
Juzguemos por los frutos: ¿acerca esta liturgia a los hombres a Dios o los deja complacidos en su propia imagen? Si el fruto no es conversión, adoración y santidad, no viene del Espíritu Santo. En este tiempo de confusión, mantener la fidelidad a la liturgia y a la doctrina no es rigidez, sino amor verdadero al Cuerpo de Cristo.
La confusión doctrinal y moral
La Iglesia ha enseñado siempre que toda persona, sin excepción, es llamada a la conversión y a la vida de gracia. Pero esa enseñanza no puede confundirse con la aprobación de actos o estilos de vida objetivamente contrarios al orden moral. Las liturgias “inclusivas” que bendicen o celebran situaciones de pecado habitual contradicen directamente el Evangelio.
Como recordó San Pablo VI, la verdadera caridad no consiste en confirmar al hombre en su error, sino en conducirlo hacia la verdad que libera. La misericordia no puede separarse de la verdad sin convertirse en una caricatura de sí misma. Y una liturgia que elimina el llamado a la conversión deja de ser católica para volverse un gesto político.
