El declive religioso en Estados Unidos: cristianos en retroceso y jóvenes sin fe

El declive religioso en Estados Unidos: cristianos en retroceso y jóvenes sin fe

Un nuevo informe del Public Religion Research Institute (PRRI), titulado 2024 PRRI Census of American Religion, confirma una tendencia que lleva años consolidándose: la identidad cristiana en Estados Unidos continúa en descenso, mientras que aumenta de forma sostenida el número de personas sin afiliación religiosa.

Según el estudio —basado en una encuesta nacional de más de 40 000 adultos—, el 65 % de los estadounidenses se identifica hoy como cristiano. Aunque sigue siendo una mayoría clara, representa un descenso respecto a años anteriores, especialmente entre los jóvenes. Por el contrario, quienes se declaran sin religión o no afiliados alcanzan ya el 28 %, el nivel más alto registrado hasta la fecha.

La caída del cristianismo blanco*

El informe destaca que los cristianos blancos —categoría que, según el estudio*, agrupa a católicos, protestantes y evangélicos no hispanos— han pasado del 47 % en 2013 al 40 % en 2024. Esta reducción marca un cambio histórico en la composición religiosa del país, donde la diversidad étnica y cultural se refleja también en la práctica de la fe.

Entre los cristianos de color (afroamericanos, hispanos y asiáticos), la proporción se mantiene más estable, rondando el 25 %. En conjunto, los datos indican que el cristianismo sigue siendo la referencia mayoritaria, pero pierde cohesión y peso social frente a la expansión del secularismo.

Los no afiliados, la nueva minoría dominante

El grupo de los llamados nones —personas que no pertenecen a ninguna comunidad religiosa— ya roza el 30 % de la población. En apenas una década, este sector ha pasado de ser una minoría cultural a convertirse en una de las fuerzas sociales más influyentes del país.

Entre los jóvenes de 18 a 29 años, el fenómeno es todavía más claro: solo el 54 % se identifica como cristiano, mientras que un 38 % afirma no tener religión. Esta generación, conocida por su desconfianza hacia las instituciones tradicionales, parece alejarse no solo de las iglesias, sino también de cualquier forma organizada de espiritualidad.

El PRRI destaca, sin embargo, que esta juventud no es necesariamente atea. Muchos se describen como espirituales pero no religiosos, lo que refleja una búsqueda interior desconectada de las estructuras eclesiales.

Polarización política y fe

El estudio también muestra una fuerte correlación entre afiliación religiosa y orientación política. Entre los votantes republicanos, el 84 % se identifica como cristiano; entre los demócratas, solo el 58 %, y el 34 % se declara no afiliado. En otras palabras, la religión sigue siendo un marcador político y cultural en la vida pública estadounidense.

Esta división plantea un reto pastoral evidente: el cristianismo, especialmente en su vertiente más visible, corre el riesgo de ser percibido no como una fe universal, sino como una bandera partidista.

Más allá de las estadísticas

El Censo Religioso del PRRI no solo aporta cifras; también deja entrever un cambio profundo en la forma en que los estadounidenses entienden la fe. La religión, antaño eje de la identidad nacional, se relega cada vez más al ámbito privado o emocional.

Las iglesias tradicionales —tanto católicas como protestantes— enfrentan una crisis de transmisión generacional: muchos padres siguen declarando una fe cristiana, pero sus hijos ya no la asumen ni la practican.

Para la Iglesia Católica, el desafío es doble: conservar la fidelidad doctrinal y, al mismo tiempo, ofrecer un testimonio que no dependa del marketing religioso ni del sentimentalismo. Los datos confirman que, mientras algunas comunidades se esfuerzan en modernizar su mensaje para atraer a los jóvenes, lo que en realidad falta es convicción y coherencia.

Fe o espectáculo: la verdadera crisis

El diagnóstico de fondo no es nuevo, pero se hace cada vez más evidente: Estados Unidos vive una crisis espiritual más que institucional. Las cifras del PRRI son solo el síntoma de un cambio más profundo —la pérdida del sentido trascendente— que ninguna estrategia sociológica podrá revertir si no se vuelve a anunciar con fuerza la verdad del Evangelio.

La llamada Generación sin religión no se aleja de la fe por aburrimiento, sino porque no ha encontrado testigos creíbles. En un mundo saturado de estímulos y vaciado de certezas, los jóvenes no necesitan un cristianismo más actualizado, sino una fe que convenza, que toque el alma, que muestre la belleza de la Verdad.