El obispo emérito de Saltillo, fray Raúl Vera López, nacido en Acámbaro hace 80 años, emitió el 10 de noviembre un comunicado que ha sacudido la discusión sobre el Acueducto Solís-León: “Manifiesto mi oposición firme, absoluta y permanente al proyecto del Acueducto Solís-León. Lo hago por amor al agua, a la tierra y a la vida digna”. Con estas palabras, se sumó a las miles de voces campesinas del sureste guanajuatense que, desde hace semanas, han logrado detener físicamente las obras del controvertido megaproyecto.
El acueducto, promovido por los gobiernos federal y estatal, busca trasladar hasta 120 millones de metros cúbicos de agua al año desde la Presa Solís hasta Celaya, Salamanca, Irapuato, Silao y León, con una inversión de 15 mil millones de pesos. El argumento oficial es que el agua proviene del “ahorro” que generará la tecnificación del Distrito de Riego 011, y que no se quitará una gota al campo.
“La presa Solís almacena hoy 325 millones de metros cúbico según la propia Conagua, y todo está concesionado a 24 mil familias campesinas de 11 municipios. ¿De dónde van a sacar 120 millones ‘ahorrados’ si la tecnificación apenas empieza y la terminan hasta 2029?”
El comunicado de Raúl Vera pone nombre a lo que los campesinos llevan meses denunciando: “Una vez más, las y los campesinos son los últimos en enterarse y los primeros en ser sacrificados. Son el hilo más delgado de la voracidad político-empresarial que se apropia de los recursos de las comunidades, mientras las decisiones se toman desde las cúpulas del poder”.
El obispo emérito también advierte el riesgo para el Lago de Chapala: “Pondrán en riesgo el caudal que alimenta al lago de Chapala y, con ello, la viabilidad misma del ecosistema que da vida a miles de familias”. Las comunidades ribereñas jaliscienses, que vivieron el intento de despojo de la presa El Zapotillo, han enviado mensajes solidarios a sus vecinos guanajuatenses: “No permitan que les hagan lo mismo que intentaron hacernos a nosotros en Temacapulín, Acasico y Palmarejo”.
En las últimas dos semanas, los bloqueos en los accesos a la presa y en tramos de la carretera federal 61D han sido permanentes. El 18 de noviembre, mujeres campesinas de San Juan Jaripeo y La Moncada mantuvieron cerrado el camino a las maquinarias durante 14 horas seguidas.
Las obras del acueducto Solís-León están prácticamente paralizadas. Las empresas constructoras han retirado maquinaria pesada de varios frentes en Acámbaro y Jerécuaro por seguridad, según fuentes de los propios trabajadores que prefieren el anonimato. El gobierno estatal, a través de la Secretaría de Medio Ambiente y Ordenamiento Territorial, ha anunciado “mesas de diálogo” para los próximos días, pero las organizaciones campesinas responden que no aceptarán ninguna conversación mientras no se suspenda definitivamente el proyecto y se realice una consulta popular vinculante.
“Las políticas que afecten los derechos de las personas y de la naturaleza nunca más deben imponerse sin consulta popular, participación ciudadana y transparencia”, escribió Vera, palabras que hoy se repiten como consigna en cada bloqueo.
Mientras el gobierno de Libia Dennise García Muñoz Ledo insiste en que “el agua es para la gente” y que el proyecto va, la realidad en el terreno es otra: la gente del sur de Guanajuato ha dicho NO, y lo ha hecho con su propio cuerpo en la carretera.
El obispo Raúl Vera cerró su comunicado con una frase que hoy resuena en cada ejido del sureste: “Cuando se trata al agua como mercancía y no como derecho, se comete una injusticia, un crimen ecológico y un pecado contra la vida”.
El texto completo del comunicado del obispo emérito de Saltillo puede leerse a continuación:
OPOSICIÓN ROTUNDA al Acueducto Solís-León
COMUNICADO
A la Sociedad Civil acambarense
A las comunidades del sureste de Guanajuato
A la Sociedad Civil mexicana
Hermanas y hermanos,
Habiendo nacido en Acámbaro, Guanajuato hace ocho décadas, me siento con la responsabilidad de escuchar a quienes como amigas y amigos, familia, y sociedad civil organizada, que han manifestado estar en contra de las labores del Acueducto Solís-León, expreso mi absoluta oposición a la construcción del Acueducto, uniéndome a la exigencia del pueblo que legítimamente levanta la voz. Incluyo a las y los habitantes de los pueblos del Lago de Chapala, quienes desde su experiencia y amor por la tierra advierten las consecuencias de este nuevo intento de despojo.
Con el Acueducto Solís-León se pretende suplir el agua que nunca llegó de la Presa El Zapotillo, proyecto que amenazó la existencia de tres comunidades de Jalisco: Temacapulín, Acasico y Palmarejo. Esas poblaciones continúan su proceso de reestructuración tras la traición y miedo que sembraron las autoridades. Ahora, bajo una nueva promesa, se proyecta un acueducto que recorrería Celaya, Salamanca, Irapuato, Silao y León, asegurando –según dicen– dejar agua en ciudad por donde pase. Detrás de esas palabras se oculta un grave peligro: El desvío de 120 millones de metros cúbicos de agua al año, que pondrían en riesgo el caudal que alimenta al lago de Chapala y, con ello, la viabilidad misma del ecosistema que da vida a miles de familias.
Una vez más, las y los campesinos son los últimos en enterarse y los primeros en ser sacrificados. Son el hilo más delgado de la voracidad político-empresarial que se apropia de los recursos de las comunidades, mientras las decisiones se toman desde las cúpulas del poder. De acuerdo con el monitor de presas de la CONAGUA, la presa Solís almacena actualmente 325 millones de metros cúbicos de agua, concesionados al Distrito de Riego que sustenta a 24 mil familias campesinas de 11 municipios del sur de Guanajuato. Pese a ello, la llamada “tecnificación” del riego ha comenzado por Irapuato, el municipio más alejado de la Presa, dejando para el final a las y los agricultores de Acámbaro, quienes son los más próximos y los más necesitados de este recurso.
Desde hace décadas, en esta región se ha consolidado una alianza entre el poder político y económico que ha hecho de la naturaleza un instrumento de dominio y lucro. Bajo la lógica extractivista de empresas –muchas de ellas extranjeras, con terribles antecedentes de violaciones a los derechos humanos– se impulsa este proyecto. Una expresión local del modelo neoliberal que subordina la vida al beneficio privado y que exhibe su desprecio por los pueblos. Como ha sucedido en otras regiones de México, el agua no será para la gente, sino para las industrias y los grandes capitales. Cuando se trata al agua como mercancía y no como derecho, se comete una injusticia, un crimen ecológico y un pecado contra la vida.
Exhorto a la sociedad civil de Acámbaro, mi tierra natal; al sureste de Guanajuato; a las comunidades involucradas; y a las poblaciones de los Altos de Jalisco que ya aprendieron a resistir, a que se mantengan unidas y organizadas, informadas y vigilantes, para no permitir que el agua –la sangre de la tierra– se negocie como si fuera mero bien de consumo. Es hora de defender el territorio, el agua y la vida, antes de que queden en manos extranjeras que no conocen ni aman esta tierra.
Llamo respetuosamente a las autoridades a detener las obras del Acueducto Solís-León y a instalar mesas de trabajo donde la voz de los grupos organizados no solo sea escuchada, sino que tenga incidencia real en las decisiones. Las políticas que afecten los derechos de las personas y de la naturaleza, nunca más deben imponerse sin consulta popular, participación ciudadana y transparencia.
No puede hablarse de progreso cuando, con el pretexto de saciar la sed de los pueblos, se alimenta la avaricia de unos cuantos poderosos. Nuestra oposición no es al derecho humano al agua, sino al uso injusto y deshonesto del agua, que despoja a los más pobres para beneficiar a quienes ya concentran la riqueza. El verdadero desarrollo sólo puede existir con justicia, respeto y verdad. Por todo ello, manifiesto mi oposición firme, absoluta y permanente al proyecto del Acueducto Solís-León. Lo hago por amor al agua, a la tierra y a la vida digna.
Saltillo, Coahuila, México, a 10 de noviembre del 2025
¡El Acueducto Solís-León no se hará hoy!
¡Juntos en contra del Acueducto!
¡No al Acueducto!
+Fray Raúl Vera López, O.P.
Obispo Emérito de Saltillo
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