Parolin prima della COP30: «Il contributo fondamentale della Santa Sede e delle Chiese locali deve essere elevare il livello di coscienza»

Parolin prima della COP30: «Il contributo fondamentale della Santa Sede e delle Chiese locali deve essere elevare il livello di coscienza»

Hoy comienza la cumbre climática COP30 en Brasil y, pocos días antes, el secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, concedió una entrevista en la que subrayó la necesidad de dar concreción a los compromisos asumidos en materia ambiental, advirtiendo que el tiempo se ha hecho breve. Sus declaraciones, difundidas por Vatican News, anticipan la postura del Vaticano en la cumbre y confirman su alineamiento con la agenda ecológica global promovida por Naciones Unidas.

La Iglesia y el clima: un discurso que se politiza

Parolin reconoció que el fenómeno del cambio climático involucra a un número creciente de personas, especialmente a las más vulnerables, y recordó los encuentros recientes con autoridades de las islas del Pacífico, amenazadas —según dijo— por la desaparición a causa del aumento del nivel del mar.

El purpurado destacó que la Iglesia se ha comprometido desde la Santa Sede con esta causa, citando las encíclicas Laudato si’ y Laudate Deum del papa Francisco, y afirmó que también las Iglesias locales se han alineado con esta línea. A su juicio, el papel de la Iglesia no consiste en ofrecer soluciones técnicas, sino en elevar el nivel de conciencia y proporcionar una respuesta ética al problema climático.

Creo que el aporte fundamental de la Santa Sede y de las Iglesias locales debe ser elevar el nivel de conciencia y ofrecer una respuesta ética al problema del cambio climático, dijo Parolin.

Nada nuevo bajo el sol. La insistencia en el discurso ecológico y en el multilateralismo se ha vuelto habitual en los ambientes vaticanos —pero no por ello menos preocupante—. ¿Se trata todavía de una acción evangelizadora o más bien de un diálogo complaciente con estructuras globales que promueven una visión antropocéntrica y secularizada de la creación?

El cardenal incluso citó a san Pablo: El tiempo se ha hecho breve. Una expresión que, en boca del apóstol, aludía a la urgencia de la conversión y no a la aplicación del Acuerdo de París. Pero esta confusión de planos —entre lo espiritual y lo climático— se ha vuelto casi norma: hoy la fe parece medirse por el nivel de carbono.

Entre la ética ambiental y la retórica globalista

Parolin sostuvo que la COP30 debe centrarse menos en nuevos discursos y más en cumplir los compromisos ya firmados: la reducción de emisiones de carbono, la ayuda a los países más vulnerables y la creación de resiliencia ante los desastres naturales. No hacen falta grandes proclamas, sino determinación y ejecución, afirmó.

El cardenal añadió que la conferencia representa una ocasión para relanzar el multilateralismo, un sistema que —dijo— ha sufrido una crisis enorme en los últimos años. Su visión coincide con la del difunto papa Francisco, quien insistió en el papel de la cooperación internacional frente a la llamada crisis climática.

Sin embargo, esa apelación constante al multilateralismo y a la urgencia ecológica desplaza el centro de la misión de la Iglesia. Ya no se habla tanto de la salvación de las almas como de la administración política de los problemas planetarios. Y cuando el Evangelio se diluye en la retórica de las cumbres, se corre el riesgo de sustituir la esperanza cristiana por la confianza en los foros internacionales.

Educación ecológica: cuando la fe se vuelve activismo

En los días previos a la COP30, Parolin visitó el hospital de Marituba, en Brasil, fundado por el obispo Aristide Pirovano, y el proyecto Fasentina da Esperanza, donde niños de zonas vulnerables aprenden prácticas ecológicas como el cultivo de huertos o la producción de biogás. El cardenal destacó estas iniciativas como ejemplos de un mundo más justo y solidario, afirmando que podemos comenzar por los niños.

El gesto es loable, sin duda. Pero la insistencia en la educación ecológica como camino de redención humana plantea un riesgo teológico evidente: el de reducir la fe cristiana a una ética ambientalista, centrada en la sostenibilidad y el bienestar común, pero sin referencia a Cristo, verdadero Redentor del hombre y de la creación.

Porque, en definitiva, el mundo no se salvará por los acuerdos multilaterales ni por los paneles solares, sino por la conversión de los corazones. Y eso —aunque parezca olvidarse en estos foros— sigue siendo tarea de la Iglesia.