Gravissimum Educationis: 60 anni della chiamata della Chiesa a educare nella verità e in Cristo

Gravissimum Educationis: 60 anni della chiamata della Chiesa a educare nella verità e in Cristo

Hace sesenta años, el 28 de octubre de 1965, el Concilio Vaticano II promulgó la declaración Gravissimum Educationis, sobre la educación cristiana. Aunque fue uno de los textos más breves del Concilio, su mensaje conserva una enorme actualidad: la educación no puede separarse de la fe, ni reducirse a mera instrucción técnica o ideológica.

La visión cristiana de la educación

El documento recuerda que toda persona tiene derecho a una educación integral, capaz de desarrollar las facultades físicas, morales e intelectuales del ser humano, y de prepararlo para cumplir su vocación eterna.
Para los bautizados, esa educación adquiere una dimensión más profunda: consiste en formar al hombre nuevo en Cristo, guiando la inteligencia y la voluntad hacia la santidad.

La declaración subraya con fuerza el papel de los padres como primeros y principales educadores de sus hijos. Ellos tienen un deber y un derecho inalienable a transmitir la fe y a elegir la educación conforme a su conciencia. La escuela, y en particular la escuela católica, no sustituye a la familia, sino que la acompaña y prolonga su misión.

La escuela católica, espacio de fe y razón

Gravissimum Educationis destaca la importancia de las escuelas y universidades católicas, que deben ser lugares donde la verdad científica se abra a la luz de la fe. Su identidad no radica solo en tener clases de religión, sino en inspirar toda su vida académica y comunitaria en el Evangelio.

Como recordaría más tarde san Juan Pablo II, una universidad católica debe ser católica en su inspiración, en su enseñanza y en su comunidad académica.

Desafíos de hoy

Seis décadas después, el mensaje de la Iglesia sobre educación enfrenta nuevos desafíos. La expansión de las ideologías contrarias a la ley natural, la imposición de programas escolares estatales y la crisis de autoridad familiar amenazan el derecho de los padres a educar en la verdad.

La llamada neutralidad ideológica de la escuela moderna, en la práctica, se traduce muchas veces en un silenciamiento de la fe y la moral cristiana, sustituidas por un discurso de relativismo y emotivismo.

La Iglesia recuerda que educar sin referencia a Dios es educar sin horizonte. Formar personas competentes no basta; hay que formar corazones capaces de discernir el bien y de servir a la verdad.