Perché Cobo non lascia cadere Josete?

Cardenal José Cobo

Hay gestos que no se explican con lealtad, ni con fraternidad sacerdotal, ni con esa misericordia blanda que algunos esgrimen para todo. Diez días después del vídeo, la pregunta es elemental y aterradora: ¿por qué el cardenal Cobo se obstina en proteger a José Castro Cea? Cuando todo el mundo espera que, al menos, el gesto mínimo de prudencia sea apartarlo de la formación de futuros curas, Cobo simplemente lo sostiene. Y no hay acto más irracional que salvar a quien te hunde.

Cuando tirar a la piscina te cuesta la vida

Imagina que vas a empujar a alguien a una piscina y, en el último segundo, la persona se te agarra del brazo. Si le empujas, los dos caéis. Eso es exactamente lo que se ve: un prelado que ya no actúa en serio por la Iglesia sino por supervivencia. No hablamos de simple «amistad» ni de delicadas consideraciones pastorales. Hablamos de actitudes que se entienden solo en clave de recíproca dependencia.

La lógica de la protección inmotivada

En la vida eclesial, cuando un superior protege con tanto ahínco a alguien claramente perjudicial, sólo caben dos hipótesis: o la protección responde a una razón noble (que aquí no se ve) o responde a intereses que se prefieren mantener bajo llave. No afirmamos hechos que no conocemos; señalamos un patrón. Y los patrones hablan más alto que las palabras. Cuando la conducta es autolesiva —cuando un alto clérigo parece dispuesto a sacrificarse antes que dejar caer a otro—, la explicación plausible no suele ser la heroica.

Segundas lecturas que gritan

Quien lleve años mirando la política eclesial lo sabe: hay silencios, favores cruzados y lealtades que no son de fé sino de supervivencia. Por eso no resulta extraño que, junto a este caso, afloren otros que siguen la misma partitura: silencios episcopales, nombramientos, puestos clave que se resisten a cualquier lógica de limpieza. No lo decimos por maldad: lo decimos por método. Donde las decisiones institucionales se vuelven irracionales, siempre merece la pena mirar la habitación cerrada donde se guardan las razones. En Madrid, y en cualquier otro lugar.

¿Teme Cobo que al soltar a Josete algo más caiga con él? Es una pregunta que muchos se hacen en voz baja. No es una acusación; es una observación amarga: en ocasiones la preservación del propio puesto explica gestos que, de otro modo, parecerían suicidas. Y cuando eso ocurre, la propia institución queda en claro riesgo: la protección mutua se convierte en blindaje frente a la verdad.

Si la Iglesia no quiere convertirse en una crónica de complicidades, hace falta algo más que titulares de ocasión: hace falta valentía interna. Y si en los despachos se prefiere la contención para proteger intereses cruzados, que nadie se sorprenda cuando la credibilidad siga desmoronándose. Porque al final la pregunta clama: si un superior protege a un subordinado con una dureza que no puede explicarse por lealtad, ¿qué es lo que de verdad protege?