Más de 300 niños y docentes han sido secuestrados en uno de los ataques más graves registrados en Nigeria en los últimos años. Hombres armados irrumpieron en la madrugada del viernes en St. Mary’s School, un colegio católico situado en Papiri, en el estado de Níger, y se llevaron a 303 estudiantes y 12 profesores, según la Christian Association of Nigeria.
La cifra supera incluso la de las niñas secuestradas en Chibok por Boko Haram en 2014, lo que convierte esta tragedia en uno de los secuestros masivos más impactantes que ha sufrido el país.
El ataque se produjo alrededor de las 02:00 de la madrugada, cuando los asaltantes entraron en los dormitorios del centro. La policía ha informado de que las fuerzas de seguridad están “peinando los bosques” de la zona para intentar localizar a los menores.
Familiares de los alumnos describen un escenario de absoluta angustia. Una mujer dijo entre sollozos que sus sobrinas, de seis y trece años, están entre las secuestradas: “Solo quiero que vuelvan a casa”.
Las autoridades de la región de Níger han ordenado cerrar todos los colegios del estado tras el ataque y acusan a St. Mary’s School de no haber cumplido una instrucción previa que exigía clausurar los internados ante el elevado riesgo de atentados.
Una semana de extrema violencia
Este secuestro masivo es el tercer ataque grave que Nigeria sufre en solo una semana. El lunes, más de veinte alumnas —musulmanas— fueron secuestradas en un internado del estado de Kebbi. Y en el estado de Kwara, un ataque contra una iglesia dejó dos muertos y 38 personas raptadas.
La creciente inseguridad ha llevado al presidente Bola Tinubu a cancelar todos sus viajes internacionales, incluido el previsto para la cumbre del G20 en Sudáfrica.
En Estados Unidos, algunos líderes políticos —entre ellos el expresidente Donald Trump— han vuelto a denunciar que los cristianos están siendo perseguidos en Nigeria. El Gobierno nigeriano rechaza estas acusaciones y asegura que se trata de violencia criminal indiscriminada, pero desde Estados Unidos se anuncian acciones ante la pasividad de la comunidad internacional y la lamentable tibia respuesta vaticana.
El Papa León XIV expresa su “profunda preocupación”
El Papa León XIV ha manifestado en la Misa del domingo su profunda preocupación y su cercanía a las familias afectadas. El Pontífice sigue de cerca la evolución del secuestro y ha pedido que se realicen “todos los esfuerzos necesarios” para lograr la liberación de los niños y profesores.
Asimismo, el Papa ha recordado el deber de proteger a los menores y de salvaguardar la libertad religiosa en regiones donde las comunidades cristianas sufren ataques reiterados.
Una violencia con múltiples dimensiones
Aunque el Gobierno nigeriano sostiene que estos ataques no tienen motivación religiosa, organizaciones que monitorizan la violencia en la región subrayan que los grupos yihadistas —activos desde hace más de una década— seleccionan objetivos cristianos, como iglesias y escuelas confesionales.
En el centro del país también persiste el conflicto entre pastores, mayoritariamente musulmanes, y agricultores, en su mayoría cristianos, donde la disputa por tierras y recursos suele entremezclarse con identidades religiosas. No obstante, el trasfondo social no minimiza el componente religioso de la persecución. Todas las persecuciones religiosas de la historia donde se derramó sangre martirial se basaban en excusas socio-políticas.
Once años después del secuestro de Chibok, más de cien niñas siguen desaparecidas. El país revive ahora la misma pesadilla mientras centenares de familias esperan noticias de St. Mary’s School.
El Eco de las palabras de Parolin
Hace unas semanas, en un evento organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el cardenal Pietro Parolin minimizó la situación diciendo que muchos episodios de violencia en África son “temas tribales, no religiosos”. Sus declaraciones —anteriores a este secuestro, pero que ahora resuenan con un eco que avergüenza— fueron recibidas con malestar en las comunidades cristianas del continente.
Para numerosos católicos nigerianos, la experiencia cotidiana desmiente esa lectura: los ataques contra colegios, parroquias y aldeas cristianas son, para ellos, una realidad evidente. De ahí que las palabras del Papa León XIV sean acogidas con especial alivio, por su cercanía y por su reconocimiento del sufrimiento vivido sobre el terreno.
