‘Los domingos’: el coraje de decir “no”

‘Los domingos’: el coraje de decir “no”

Por: Víctor Lenore

Alauda Ruiz de Azúa retrata de manera magistral la sed de Dios de una adolescente y los conflictos que provoca en un mundo burgués en descomposición

Algún intelectual de altura, no recuerdo si Chesterton o Carl Schmitt, señaló una vez que un Papa es alguien que conserva la capacidad para decir no. Se trata de un superpoder paradójico, ya que ese rechazo a lo que ofrece el mundo contemporáneo es el camino para dar un enorme a aspiraciones más elevadas, eternas. Este es el choque espiritual que nos presenta la directora Alauda Ruiz de Azúa en Los domingos, una película luminosa y vulnerable, tremendamente viva, que la consagra como maestra en el decadente panorama audiovisual español. Junto con Carla Simón y algunos destellos de Sorogoyen, parece que el sector vuelve a despertar y acercarse al gran nivel de los años setenta

Además Ruiz de Azúa ha logrado seducir a parte de la élite cultural ‘progre’, como demuestra el hecho de que le concedieran la Concha de Oro en el último festival de cine de San Sebastián. La protagonista de la película es una adolescente vasca (Ainara) que siente la llamada a la vida religiosa, para espanto de su tía progresista y asombro de su padre, un hostelero venido a menos. La madre de Ainara ha muerto y es la gran ausencia que planea en toda la película. Mientras la familia afronta un duro proceso de desclasamiento, la tía Maite —una gestora cultural de éxito— va perdiendo poco a poco los papeles ante la firmeza silenciosa de la entrega a Dios de su sobrina. Esto refleja que la sociedad española ha mutado a ritmo de vértigo: lo que hace menos de un siglo era una alegría en muchas casas, hoy se vive como una tragedia.

Aparte del voltaje espiritual de la trama, destaca una tremenda capacidad estética, demostrada ya desde los primeros minutos de la película, donde la directora incorpora éxitos pop reguetoneros que pueden leerse en clave católica. La canción Quédate, de Quevedo, pasa de ser un himno de enganche sentimental a una canción que explica que la vida sin el Señor es dolorosa, mientras que Callaíta de Bad Bunny se convierte en un elogio de la fortaleza interior de las mujeres fuertes y de pocas palabras, cuyas procesiones van por dentro (a menudo, envueltas en llamas). Ruiz de Azúa deslumbra por su capacidad para integrar la belleza sobria de los conventos, las escenas de sensualidad adolescente y las postales de la decadencia económica de la clase alta.

La película no olvida tampoco la música religiosa, ya que las tímidas tentaciones carnales de Ainara ocurren con un compañero del coro, entre composiciones majestuosas, incluida un clásico del rockero Nick Cave (Into my arms), donde se funden el amor humano y el divino. El reparto de la película está impecable al completo, hasta el punto de que durante la proyección pierdes la noción de estar en el cine y sientes ser un intruso invisible en los conflictos familiares de los vecinos. También destacan los diálogos, sobre todo cuando hay choques sutiles entre los personajes ateos y los devotos. Unos breves intercambios de palabras muestran la enorme brecha entre una  y otra concepción de la existencia, donde a ratos emerge en toda su crudeza el fanatismo de quienes defienden que no existe más vida que la material.

A riesgo de hacer destripe, tengo que decir que para mí la mejor escena es una donde el padre y la tía de la postulante sufren un ataque de ansiedad hiperventilada al entrar en su coche después de una conversación con las monjitas. Se dan cuenta, de repente, de que todo su racionalismo no sirve de nada ante la firmeza sosegada de la postulante y sus futuras hermanas. La tía progresista intenta caracterizar a las monjitas como a una secta más, pero la explicación de las reglas de la orden deja claro que se trata de un encierro voluntario y revocable en cualquier momento. El trayecto del proceso de discernimiento de Ainara confirma que no hay ninguna intención de captar ni retener a quien deja de sentir su vocación.

El pasado domingo por la mañana tuve la oportunidad de asistir a un coloquio entre directora y público en los cines Verdi de Madrid. Ella se ha declarado no creyente en diversas entrevistas y eso añade intensidad a la película, pues vemos la fuerza del amor a Cristo a través de los ojos de quien no participa de él. El público también era mayormente no religioso. Ruiz de Azúa declaró en la charla que hay que ser de corcho para no tener inquietudes espirituales y que eso la animó con la película, al vivir un caso similar en su entorno. La brillante filósofa católica Simone Weil escribió que en el vacío que deja (la existencia de Dios) es donde mejor se puede  explicar su existencia. Esta joya titulada Los domingos presenta una áspera batalla, ni militante ni maniquea, entre personajes vacíos y otros decididos a llenarse.