Father Numa Molina: the spiritual advisor of Nicolás Maduro

Father Numa Molina: the spiritual advisor of Nicolás Maduro

La crisis venezolana sigue generando protagonistas inesperados. Y uno de ellos es un sacerdote jesuita: el padre Numa Molina, de 68 años, cuya cercanía al presidente Nicolás Maduro ha encendido un conflicto abierto con la jerarquía católica del país. En un análisis presentado por National Catholic Register se evidencia como, mientras Venezuela sufre una devastación económica y social que se acrecienta con el tiempo, Molina se ha convertido en una figura clave dentro del círculo de poder del mandatario, actuando como consejero, celebrante de misas privadas y defensor ferviente de un régimen acusado de represión, corrupción y abusos sistemáticos.

Un país en tensión y un sacerdote en el corazón del poder

La relación entre Estados Unidos y Venezuela atraviesa uno de sus momentos más delicados tras varios ataques navales norteamericanos en el Caribe que, desde septiembre, han dejado más de 80 muertos. Washington insiste en que se trata de operaciones antidrogas, pero líderes católicos en EE. UU. han denunciado públicamente el presunto daño a civiles.

En este entorno, Maduro —tras doce años de hiperinflación, éxodo masivo, colapso institucional y denuncias de violaciones de derechos humanos— cree aún posible mantenerse en el poder. Trump ha insinuado nuevas acciones militares, y el papa León XIV ha confirmado que la Santa Sede, junto a los obispos del país, intenta rebajar tensiones.

Y en medio de esta partida geopolítica surge un jesuita que goza del acceso directo al presidente.

Numa Molina, el sacerdote que Chávez llamó profeta

Hijo de campesinos pobres, afirmó al New York Times que su visión socialista nació tras la muerte de su madre por complicaciones de parto, debido a la falta de servicios médicos. Sus programas radiales sobre el vínculo entre cristianismo y socialismo llamaron la atención del entonces presidente Hugo Chávez, quien lo convirtió en una figura cercana y —según el propio sacerdote— incluso en su director espiritual. Fue allí, en el entorno íntimo del líder bolivariano, donde Molina conoció al entonces canciller Nicolás Maduro.

Desde entonces, su influencia no ha hecho sino crecer.

Molina, quien sostiene haber visitado el Vaticano y conversado largo y tendido con el fallecido papa Francisco sobre política venezolana, mantiene un perfil público muy activo. Recorre el país ofreciendo ayuda a comunidades pobres, conduce un programa semanal de televisión y tiene presencia constante en redes sociales.

Consejero presidencial y celebrante de misas privadas

Hoy, Maduro lo llama con frecuencia para pedirle consejo espiritual. Molina celebraría misas privadas para la familia del presidente y asesora al hijo de Maduro, el parlamentario Nicolás Maduro Guerra, en sus contactos con comunidades católicas.

Se trata de un nivel de proximidad política y espiritual inusual para cualquier sacerdote, y más aún en un país donde la Iglesia sufre persecución, vigilancia y hostigamiento por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.

Un sacerdote enfrentado a los obispos de Venezuela

En los últimos meses, Molina ha denunciado reiteradamente la posibilidad de una invasión estadounidense, acusando a la oposición —representada por la líder María Corina Machado— de buscar una intervención armada para derrocar a Maduro.

Pero su defensa abierta del régimen lo ha colocado en oposición frontal a los obispos venezolanos. El New York Times señala que la Iglesia es la última institución nacional crítica del gobierno autocrático de Maduro. La Conferencia Episcopal denunció como fraudulenta la reelección del presidente, ha condenado la persecución política y los asesinatos extrajudiciales, y ha alzado la voz en defensa de los pobres a medida que la miseria se agudiza.

Como respuesta, Molina ha acusado públicamente a los obispos de ser pastores que han olvidado el Evangelio y se han puesto del lado de la violencia. También los ha señalado como alejados de los pobres, aun cuando el país atraviesa una de las crisis humanitarias más graves de su historia.

El contraste no puede ser más revelador: mientras los obispos denuncian al régimen, Molina lo justifica y lo defiende públicamente.

La Compañía de Jesús también se distancia

La postura del jesuita contrasta con la del superior general de la Compañía de Jesús, el venezolano Padre Arturo Sosa, quien ha cuestionado el chavismo, ha calificado a Maduro como dictador y ha pedido un cambio de liderazgo político. La alineación de Molina con el régimen se convierte así en un foco adicional de tensión dentro de su propia orden religiosa.

Liberación, marxismo y poder

Otro elemento que alimenta la polémica es la defensa explícita de Molina de la teología de la liberación, corriente que en algunos de sus desarrollos incorporó elementos marxistas y promovió visiones revolucionarias de Cristo. La Santa Sede, en dos documentos de los años 80 firmados por el entonces cardenal Ratzinger, reconoció el valor de la lucha contra la injusticia, pero condenó las corrientes que adoptaron métodos marxistas.

El sacerdote afirma haber ayudado económicamente a unas 3.000 personas y dirigir comedores que sirven 1.400 almuerzos diarios. También asegura haber conseguido un hospital para su comunidad. Pero algunos sacerdotes venezolanos —en conversaciones privadas citadas por The New York Times— advierten que su implicación política profunda ha implicado concesiones morales frente a un gobierno acusado de torturas y narcotráfico.

Una figura clave dentro del círculo presidencial

A pesar de la controversia, una cosa es clara: el padre Numa Molina goza de la confianza del presidente venezolano. En palabras de un legislador del partido gobernante, es una figura de autoridad… una parte fundamental de la presidencia de la república.

Mientras continúan las maniobras entre Maduro y Trump, la presencia de este sacerdote jesuita —admirado por el régimen y cuestionado por la Iglesia— añade complejidad a un escenario ya marcado por crisis humanitaria, tensiones diplomáticas y fractura interna en el catolicismo venezolano.

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