JD Vance: «Cuando una sociedad decide deshacerse de bebés inocentes, tampoco trata bien a sus mujeres.»

JD Vance: «Cuando una sociedad decide deshacerse de bebés inocentes, tampoco trata bien a sus mujeres.»

El vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance, ha pronunciado un discurso en defensa de los valores cristianos y provida. En respuesta a una pregunta sobre sus convicciones religiosas, Vance recordó el papel del cristianismo en la historia como fuerza civilizadora y moral frente a las prácticas inhumanas del pasado.

Cuando los colonos llegaron al Nuevo Mundo —dijo Vance—, encontraron una práctica muy extendida de sacrificios de niños. Hay una razón por la que la civilización cristiana puso fin a la práctica del sacrificio de niños en todo el mundo. Y es uno de los grandes logros de la civilización cristiana.

El vicepresidente estadounidense subrayó que, aunque haya desacuerdos sobre el modo de proteger la vida, el principio es innegociable: Debemos intentar proteger toda vida no nacida. Yo nunca diría que el derecho a la vida de nadie deba ser sacrificado.

Un vínculo moral entre aborto y degradación de la mujer

Vance ilustró su reflexión con una poderosa analogía histórica: Si uno examina los antiguos burdeles y desentierra los huesos de las mujeres que trabajaban en esos lugares, muy a menudo encontrará también los restos de muchos niños enterrados junto a ellas. Y la explicación es que, siempre que una sociedad decide desechar a los bebés inocentes, tampoco trata muy bien a sus mujeres. Y siempre que una sociedad maltrata a sus mujeres, muy a menudo los bebés son las víctimas que vienen después.

Sus palabras, pronunciadas con serenidad y convicción, apuntan a una verdad antropológica profunda: la defensa de la vida y la dignidad femenina están inseparablemente unidas. Una sociedad que destruye a sus hijos no puede afirmar que protege a las mujeres, porque en el mismo acto de negar la maternidad se degrada la feminidad.

El cristianismo como fuerza que dignifica al ser humano

Para JD Vance, el fin de los sacrificios humanos no fue un logro de la cultura moderna, sino un fruto directo de la fe cristiana. Fue la civilización cristiana —afirmó— la que acabó con el sacrificio de niños en todo el mundo. En esa frase se resume un principio civilizatorio: el Evangelio no solo salvó almas, sino que redimió la conciencia moral de la humanidad.

El vicepresidente estadounidense recordó que las primeras comunidades cristianas elevaron la dignidad del niño, de la mujer y del anciano, enseñando que cada ser humano —desde la concepción hasta la muerte natural— posee un valor absoluto ante los ojos de Dios. Frente a los imperios que practicaban el infanticidio o el abandono de los débiles, el cristianismo proclamó que todo ser humano es hijo de Dios.

Un mensaje contracultural en tiempos de relativismo

En una época en la que el aborto y la eutanasia se presentan como derechos, las palabras de JD Vance resultan profundamente contraculturales. Sin embargo, su discurso no fue político, sino moral y civilizatorio. Al recordar que la defensa de la vida está en la raíz misma de la cultura cristiana, el vicepresidente norteamericano ofreció un testimonio que interpela a todo Occidente: sin el cristianismo, la dignidad humana vuelve a ser negociable.

El mensaje de Vance conecta directamente con la enseñanza constante de la Iglesia: Cuando una sociedad se aparta de Dios —escribió san Juan Pablo II—, pierde el sentido de lo humano y abre las puertas a la cultura de la muerte. Frente a esa deriva, el líder estadounidense reivindicó la responsabilidad moral de todo gobernante: proteger al inocente y defender el valor inviolable de la vida.

Una voz provida en el corazón del poder

El discurso de JD Vance marca un contraste con la política dominante en muchos países occidentales, donde el aborto se ha convertido en un dogma ideológico. Su intervención muestra que todavía hay líderes dispuestos a reconocer el papel del cristianismo como cimiento moral de la civilización. Y que la defensa de los no nacidos no es una cuestión de partido, sino de humanidad.

La civilización cristiana —dijo Vance— acabó con el sacrificio de niños. Es uno de los grandes logros de nuestra historia. Y debemos proteger cada vida no nacida. Una afirmación simple, pero que resume la verdad más grande: la vida es sagrada porque su origen es divino.