La opción preferencial, ¿escondite farisaico?

La opción preferencial, ¿escondite farisaico?

Por: José Pérez Adán

Hace un tiempo, leyendo a un afamado teólogo que me había cautivado con su libro anterior, tropecé con la siguiente cita: no puedo participar en las marchas de los provida, se han aferrado obsesivamente a este tema, y hacen del cristianismo una cruzada militante con la misión de criminalizar el aborto y prohibir la anticoncepción. El autor, sacerdote, profesor y conferencista internacional, hacía gala de su, por otro lado, militante profesión de fe en la opción preferencial por los pobres (OPP), denostando a quienes, poniéndola en duda, consideraba católicos tradicionales.

Hay mucha hipocresía en la OPP, que viene a ser muchas veces, en mi opinión, un solidarismo selectivo y vacuo por parte de quienes, desde la progresía de religiosos consagrados con púlpito mediático, se han contagiado del mal palestino. Es ese mal que, en palabras de Golda Meir, hace que el odio (a los judíos) supere el amor (a los propios hijos). En ese teólogo, el odio a los provida superaba el amor al todavía no nacido. La estanza del profesor también podría matizarse diciendo que, para él, la pertenencia o identidad asumida políticamente era más importante que el credo evangélico. Como se dice ahora: la vida académica está sustentada en una fuerte pulsión vanidosa.

En términos evangélicos la cultura cristiana está, en ciertos ambientes, ante el reto de una deriva hacia el fariseísmo, el gran pecado colectivo de la estructura eclesial judía en tiempos de Cristo. Hoy la corrección política sanciona positivamente la compasión por el necesitado, la causa de los pobres, y la defensa de la igualdad. Al tiempo, rechaza la defensa de la vida dependiente y la militancia por la dignidad y derechos de vida intrauterina. Abrazar esta doble vara de medir que propone la cultura actual es, por un lado, caer en una gran hipocresía cuando ello se hace desde el púlpito o tarima eclesial. Es también, por otro lado, una traición soberana que hace del humano gestado una doble víctima: de los otros y de los unos.

¿Cómo es posible que a tanto eclesiástico se le llene la boca hablando de la OPP y, sin embargo, se le cierre, para dar la batalla de la vida contra los poderes establecidos? ¿Se trata de la imagen del poder que da poder, del deseo de aumentar los niveles de aceptación pública como camino que incrementa su potestad? En varios países de Occidente está penado rezar en los espacios públicos adyacentes a los centros de exterminio y cámaras de muerte abortistas, ¿cuántos poderosos eclesiásticos han acabado en la cárcel por ello? ¿No será que la OPP actúa en ellos como un lava-conciencias maléfico que permite al poder eclesial seguir en su puesto sin plantearse la necesaria y coherente dimisión?

Estamos en tiempos de mengua de fortaleza y de fidelidad, puestas en duda desde cierta pastoral eclesial con excusas de tinte irenista. Dicen que la OPP es la principal emergencia evangélica para los tiempos que corren. Se equivocan, es la causa provida. Puede también que yo esté equivocado, y que la principal emergencia tampoco sea la defensa y dignidad de la vida humana en cada una de las etapas de su existencia, sino que sea la falta de coherencia y de valentía de quienes detentan el poder en la Iglesia. Puede ser. Me atrevo a pensar, sin embargo y quizá ilusoriamente, que, si el fariseísmo que hace de escondite de tanta cobardía y justificación desapareciera, gran parte de quienes hoy nos distraen con otras exigencias, se involucrarían en lo que hoy es el más exigente reclamo ante una cultura torva, correcta, y cruel: la causa provida.

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José Pérez Adán es catedrático de Sociología y rector de la Universidad Libre Internacional de las Américas.