Según analiza The Pillar, la Comunión Anglicana —la red mundial de más de 40 iglesias autónomas nacidas de la Iglesia de Inglaterra— atraviesa una de las crisis más profundas de su historia. Lo que durante siglos fue presentado como un modelo de comunión cristiana “sin centralismo romano ni fragmentación protestante” parece hoy dividido por cuestiones morales, teológicas y de autoridad.
El punto de inflexión más reciente es el distanciamiento de varias provincias anglicanas del hemisferio sur respecto a la autoridad del arzobispo de Canterbury, Justin Welby, considerado tradicionalmente “primus inter pares” —el primero entre iguales— dentro del anglicanismo.
“El sueño de una comunión unida bajo un mismo liderazgo ya no se sostiene. Las diferencias doctrinales se han hecho irreconciliables”, resume el análisis de The Pillar.
Un cuerpo global dividido por la moral y la doctrina
Las raíces del conflicto se remontan a las últimas décadas del siglo XX, cuando algunas provincias —especialmente en Estados Unidos, Canadá y Europa— comenzaron a ordenar mujeres sacerdotes y obispas, y posteriormente a bendecir uniones homosexuales. Estas decisiones, adoptadas de manera unilateral, rompieron la comunión doctrinal con iglesias anglicanas de África, Asia y América Latina, donde el consenso teológico sigue siendo mucho más conservador.
El resultado ha sido una división funcional dentro de la Comunión Anglicana: mientras las provincias del norte adoptan una moral progresista y reinterpretan la autoridad bíblica, las del sur reivindican la fidelidad a la Escritura y a la enseñanza cristiana tradicional.
En la práctica, hoy existen dos visiones irreconciliables de lo que significa ser anglicano: una eclesiología liberal y culturalmente adaptada, y otra centrada en la ortodoxia clásica y la continuidad con la fe histórica.
El liderazgo de Canterbury pierde legitimidad
Tradicionalmente, el arzobispo de Canterbury ejercía un papel simbólico de unidad. Sin embargo, ese liderazgo se encuentra en crisis. Las provincias agrupadas en el Global South Fellowship of Anglican Churches (GSFA) y el movimiento GAFCON han cuestionado abiertamente su autoridad, llegando incluso a dejar de reconocerlo como cabeza espiritual de la comunión.
En un comunicado conjunto, varios primados africanos declararon en 2023 que el arzobispo Welby “ha abandonado la enseñanza bíblica sobre el matrimonio” y que, por tanto, ya no puede ser considerado líder moral de la comunión mundial. Estas provincias representan a más del 75% de los anglicanos practicantes del mundo, especialmente en Nigeria, Uganda, Kenia y Sudán del Sur.
El debate ya no es sólo teológico, sino institucional: muchas de estas iglesias proponen un sistema de liderazgo rotativo, que permita compartir la autoridad entre regiones y romper con el modelo colonial que situó durante siglos al Reino Unido como centro espiritual del anglicanismo.
“El arzobispo de Canterbury ya no representa a la mayoría del mundo anglicano. La comunión se ha descentralizado de hecho, aunque no aún de derecho”, señala The Pillar.
Una comunión que ya no puede sostener la unidad
Los principales organismos de coordinación —como el Anglican Consultative Council (ACC), la Conferencia de Lambeth y las Reuniones de Primados— han perdido credibilidad. Las resoluciones que emiten carecen de autoridad práctica, y su influencia es cada vez más simbólica. En palabras del análisis de The Pillar, “la comunión ya no funciona como un cuerpo eclesial coherente, sino como una red suelta de iglesias con vínculos históricos”.
Los expertos señalan que esta “desintegración suave” —sin ruptura formal pero con separación efectiva— puede desembocar en una federación de iglesias independientes, unidas solo por su origen histórico común. El fenómeno se asemeja al colapso silencioso de una estructura que aún conserva su nombre, pero ha perdido su sustancia.
El futuro de la Comunión Anglicana
En este contexto, The Pillar plantea cuatro escenarios posibles para el futuro de la Comunión Anglicana:
- Una reforma estructural profunda que establezca un modelo de comunión descentralizada y cooperativa.
- Una ruptura formal, en la que las provincias conservadoras formen una nueva comunión reconocida internacionalmente.
- Una coexistencia tensa, donde se mantenga el vínculo nominal, pero sin autoridad moral ni doctrinal compartida.
- Una reunificación improbable, que requeriría un consenso teológico hoy inexistente.
Sea cual sea el desenlace, la realidad es clara: la Comunión Anglicana ha dejado de ser una familia unida. Su crisis interna, más que una cuestión administrativa, es una batalla espiritual sobre la verdad, la moral y la autoridad de la Palabra de Dios.
Un espejo para el cristianismo occidental
Desde una mirada católica, lo que ocurre en la Comunión Anglicana es una advertencia sobre las consecuencias de sustituir la doctrina por el consenso cultural. Cuando las decisiones morales se subordinan a la opinión pública y no al depósito de la fe, la unidad eclesial se convierte en una entelequia.
“Cada vez que una iglesia renuncia a una verdad revelada para adaptarse al espíritu del tiempo, firma su propia división”, reflexiona un observador citado por The Pillar.
El caso anglicano ilustra cómo la falta de magisterio común conduce inevitablemente a la fragmentación: sin autoridad doctrinal vinculante, la fe se reduce a una cuestión local y subjetiva.
