Rektor der Basilika von Guadalupe unter kanonischer Untersuchung; Papst Leo würde von der schweren Situation des marianischen Heiligtums erfahren

Rektor der Basilika von Guadalupe unter kanonischer Untersuchung; Papst Leo würde von der schweren Situation des marianischen Heiligtums erfahren

Millones y millones han llegado a la Basílica de Guadalupe para refrendar su amor y fe a la Virgen de Guadalupe, esperanza de México; nada, ni las inclemencias del tiempo o el devastador clima político del país, ha impedido que fieles sencillos, almas nobles y fortalecidas por la fe, lleguen ante los pies de la Inmaculada Virgen Santa María de Guadalupe; sin embargo, esta conmovedora muestra de fe y amor llega en un momento que podría ser de las peores crisis en la historia del recinto mariano desde la bomba de 1921 o el cierre del culto público por la pandemia del terrible covid-19.

Desde hace unos meses, la crisis se ha logrado contener, pero los escándalos pronto rompen y desbordan. La ausencia del rector de Basílica de Guadalupe, el canónigo Efraín Hernández Díaz, ya no puede guardar otras sospechas, suposiciones o hipótesis de salud que le impelieron a incumplir con sus obligaciones canónicas.

Los hechos se remontan a septiembre pasado cuando el cabildo guadalupano, en un acto de entera responsabilidad y amor a la Virgen, puestos en oración, decidieron transmitir al arzobispo Carlos Aguiar una carta que consignó hechos graves que rayarían, en consecuencia, en irregularidades tipificadas en los cánones de la Iglesia y la posible comisión de delitos sin que, al momento, se tenga noticia de la apertura de alguna carpeta de investigación al respecto.

El pasado 19 de septiembre, la carta del cabildo al arzobispo Aguiar demandó una seria y contundente intervención para remover al canónigo Hernández a fin de iniciar investigaciones no sólo por la prolongada ausencia del rector de Basílica, también por presuntas e irresponsables decisiones que, a juicio del cabildo, hacen peligrar  la diligente administración patrimonial de los bienes del Santuario extraviando la brújula  pastoral, espiritual y administrativa además de los riesgos por la posesión indebida de documentación que haría peligrar la seguridad de empleados y canónigos entre otras irregularidades como contar con “asesores”, plenamente identificados, que actúan como una verdadera mafia de prepotentes a la cabeza de turbios negocios, solapando conductas agresivas y lesivas hacia colaboradores, propios y extraños, al recinto. Todo eso, afirma el documento del cabildo, se estimaría como un potencial escándalo ad-intra Ecclesia y extra Ecclesia.

Tales hechos habrían sido aceptados con un grado de veracidad por el arzobispo Aguiar quien, dicho sea de paso, puso al canónigo Efraín Hernández y solapó su administración hasta el punto insostenible. La presentación de la carta del cabildo, en el mismo domicilio privado del arzobispo Aguiar, advirtió de una movida urgente y necesaria: Destituir al rector de la Basílica y abrir una investigación canónica inmediata comandada por el vicario judicial de la arquidiócesis de México, el obispo auxiliar Andrés Luis García Jasso.

Fue entonces cuando el 20 de septiembre, Aguiar Retes comunicó al canónigo la decisión de removerlo. Según el decreto con número de protocolo 817/2025, suscrito por el arzobispo y pasada por la fe de la canciller María Magdalena Ibarrola y Sánchez, Aguiar pasó la guillotina a quien fuera el hombre de sus confianzas mientras la fue útil. No sólo eso, la decisión también asestó otro golpe, “dejar de pertenecer al cabildo de Guadalupe”, conservado las licencias para ejercer el ministerio.

En tanto, la decisión traería la designación de rector interino, que Aguiar llamó “suplente”, recayendo en el vicerrector y arcipreste de Guadalupe, decisión que le fue comunicada según el decreto del arzobispo bajo protocolo 890/2025.

Sin embargo, la efervescencia crecía y lejos de amainar, la tormenta se creaba sobre Aguiar Retes, su consentido Efraín Hernández y quienes se mantenían en la decisión de respaldar al caído en desgracia, entre ellos, el obispo auxiliar Francisco Javier Acero.

La investigación canónica, abierta el 3 de octubre de 2025, incluyó interrogatorios a los canónigos para esclarecer los hechos contra Hernández Díaz. A través de la investigación previa IP 17/2025, se conocería que el tribunal refrendó la aplicación de medidas disciplinares y la separación del cargo del rector. Por otro lado, la Conferencia del Episcopado Mexicano también ha mostrado su preocupación y, con la diligencia pertinente, espera una conclusión canónica que permita el esclarecimiento de los hechos y en donde, todavía sin confirmar plenamente, los obispos de México estarían ordenando una exhaustiva auditoría a las finanzas de Basílica.

Lo anterior tiene una causa concreta. En tanto la investigación procede, otro frente está abierto. Y ese es el de Roma. El caso del ha llegado al mismo escritorio papal y León XIV habría ordenado proceder con la investigación desde la arquidiócesis de México a través del tribunal eclesiástico. El Papa conoce el grave estado de la iglesia particular de México.  Y esta madrugada de 12 de diciembre confirmaría lo anterior cuando, en la entrañable misa de la mañanitas a la Virgen, no fue el rector ni el arcipreste quienes presidieron la eucaristía, sino el mismo nuncio apostólico, Joseph Spiteri, quien saludó a los millones de fieles en nombre del Papa León, un hecho que no había sucedido recientemente cuando la tradición impone que el rector de Basílica encabece la misa de medianoche y al día siguiente, en la misa de las rosas, el nuncio apostólico concelebre con el arzobispo primado.

Esta grave crisis no es para menos y merece una atención especial. Con la decadencia del arzobispo de México, hay aparejado un tremendo escándalo que, de confirmarse por la investigación, no solo le salpica, sino que lo empaparía. A pesar de aparentar una transparencia financiera, la arquidiócesis y Basílica de Guadalupe pasan por una opacidad inaudita que no es acorde con los deseos del Papa León.  De confirmarse los hechos que pesan en Basílica, nos estaríamos asomando al gravísimo caso de corrupción de un eclesiástico que no opera para sí, sino para otros. La presión, al punto, está en una válvula que debe despresurizarse: Aguiar Retes no puede dejar la arquidiócesis de México sin afrontar una intervención apostólica urgente y tampoco aventar una bomba de tiempo a las manos de su próximo sucesor. Y así llegamos al punto de inicio. Millones y millones llegan a Basílica superando el récord de otros años quizá ajenos y sin conocimiento de la tremenda turbulencia que enturbia el manantial de la fe, pero esa misma mueve montañas y hará que la verdad y la justicia se besen y prevalezcan (Sal 85,10)… Por el bien de la Iglesia de México, caiga quien caiga.

 

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