Der Papst fordert Prävention, Transparenz und Begleitung für Minderjährige aus dem geweihten Leben

Der Papst fordert Prävention, Transparenz und Begleitung für Minderjährige aus dem geweihten Leben

El papa León XIV dirigió un mensaje a los participantes del encuentro Construir comunidades que tutelan la dignidad, organizado en Roma por la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores. En él, el Pontífice pidió a religiosos y religiosas de distintos institutos —contemplativos y apostólicos— un compromiso renovado para crear entornos donde cada persona, especialmente los más vulnerables, sea respetada, escuchada y protegida.

Dejamos a continuación el mensaje integro de León XIV:

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto y gratitud a todos ustedes, representantes de diversas conferencias de religiosos y religiosas y de numerosos institutos de vida consagrada, apostólica y contemplativa, reunidos para reflexionar sobre un tema que me es muy querido: cómo construir comunidades donde la dignidad de cada persona, especialmente la de los menores y los más vulnerables, sea protegida y promovida.

La dignidad es un don de Dios, que ha creado al ser humano a su imagen y semejanza (cf. Gen 1,26). No es algo que se obtiene por mérito o por fuerza, ni depende de lo que poseemos o realizamos. Es un don que nos precede: nace de la mirada de amor con la que Dios nos ha querido, uno por uno, y continúa queriéndonos. En cada rostro humano, incluso cuando está marcado por el cansancio o el dolor, se encuentra el reflejo de la bondad del Creador, una luz que ninguna oscuridad puede eliminar.

También el cuidado y la protección del ser humano hacia su prójimo son fruto de una mirada que sabe reconocer, de un corazón que sabe escuchar. Nacen del deseo de acercarse con respeto y ternura, de compartir los pesos y las esperanzas del otro. Es haciéndonos cargo de la vida del prójimo como aprendemos la verdadera libertad, aquella que no domina sino que sirve, que no posee sino que acompaña.

La vida consagrada, expresión del don total de sí a Cristo, está llamada de manera especial a ser casa que acoge y lugar de encuentro y de gracia. Quien sigue al Señor en el camino de la castidad, la pobreza y la obediencia descubre que el amor auténtico nace del reconocimiento del propio límite: de saber que uno es amado también en la debilidad, y precisamente esto hace capaces de amar a los demás con respeto, delicadeza y un corazón libre.

Aprecio, por tanto, y aliento su propósito de compartir experiencias y caminos de aprendizaje sobre cómo prevenir toda forma de abuso y cómo rendir cuentas, con verdad y humildad, de los procesos de protección emprendidos. Les exhorto a seguir adelante con este compromiso, para que las comunidades se conviertan cada vez más en ejemplo de confianza y de diálogo, donde cada persona sea respetada, escuchada y valorizada. Donde se vive la justicia con misericordia, la herida se transforma en una abertura por donde entra la gracia.

Los invito también a continuar la colaboración con la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores, que promueve y acompaña con dedicación el camino de crecimiento de toda la Iglesia en la cultura de la protección.

Los encomiendo a Cristo, Pastor y Esposo de la Iglesia, y a María Santísima, Madre de cada consagrado y consagrada, y envío de corazón a todos ustedes mi bendición.

Hipocresía dolorosa: mientras habla de protección, la Iglesia bloquea la justicia a víctimas de abusos