Bischöfe der Vereinigten Staaten senden eine Botschaft an die Migranten und an die Regierung von Trump

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Durante la Asamblea Plenaria de Otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), los prelados difundieron un video-mensaje oficial en el que expresan su preocupación por la situación migratoria del país y por lo que describen como un creciente clima de miedo y ansiedad entre las comunidades inmigrantes.

En la grabación —aprobada por más del 95% del episcopado— los obispos señalan que están perturbados por la retórica pública que, a su juicio, vilipendia a los inmigrantes. Lamentan además las condiciones en algunos centros de detención, la pérdida arbitraria de estatus legal de ciertas personas y el temor de padres que evitan llevar a sus hijos a la escuela por miedo a ser detenidos.

El mensaje insiste en que la Iglesia está unida al sufrimiento de los inmigrantes y recuerda que generaciones de ellos han contribuido al bienestar del país. Afirmando que la dignidad humana y la seguridad nacional no están en conflicto, los obispos piden una reforma migratoria significativa, vías legales más seguras y el rechazo a lo que califican como deportaciones masivas indiscriminadas.

El video apela a la enseñanza bíblica —con referencias al Buen Samaritano y al mandato de Jesús de amar al prójimo— para subrayar la obligación cristiana de acompañar al extranjero y proteger al vulnerable. En ese sentido, los obispos aseguran a los inmigrantes: No están solos, agradeciendo el trabajo de sacerdotes, religiosos y laicos que ya ayudan en sus necesidades básicas.

Un agente fronterizo critica el mensaje episcopal y advierte que puede fomentar la inmigración ilegal

Mientras los obispos llamaban a la compasión, la reacción del sector encargado de la seguridad fronteriza fue inmediata. Según informó Catholic News Agency, el zar de la frontera y exdirector de ICE, Tom Homan, criticó duramente el mensaje y afirmó que la Iglesia está equivocada.

Homan —católico practicante— advirtió en una entrevista con EWTN que el mensaje episcopal podría enviar al mundo un mensaje peligroso: que cruzar ilegalmente no tiene consecuencias y que las deportaciones judicialmente ordenadas no se aplicarían. Según sus palabras, este enfoque incentivaría a más personas a emprender viajes mortales y expondría tanto a migrantes como a ciudadanos estadounidenses a mayores riesgos.

El funcionario recordó que durante la relajación del control fronterizo en años anteriores más de 4.000 migrantes fallecieron en la travesía, y que la crisis migratoria ha estado vinculada al ingreso masivo de fentanilo en el país. Recalcó que las fronteras seguras salvan vidas y que aplicar la ley es una forma de proteger tanto al migrante como a la nación receptora.

Aunque los obispos mencionaron en su propio mensaje la necesidad de regular las fronteras como deber del Estado, Homan considera que su postura pública es insuficiente y contribuye a la confusión en un momento de crisis.

Dignidad humana, legalidad y bien común

El contraste entre el mensaje pastoral de los obispos y la reacción del sector encargado de la seguridad fronteriza pone de manifiesto un desafío que no puede ignorarse: la defensa de la dignidad humana debe ir unida a la responsabilidad de mantener un orden justo. Toda persona, independientemente de su origen o estatus migratorio, merece un trato digno. Esa afirmación es irrenunciable y forma parte del corazón mismo de la fe cristiana.

Sin embargo, la dignidad no anula la realidad de que un país tiene el deber moral y cívico de proteger sus fronteras, garantizar la seguridad de sus ciudadanos y preservar su estabilidad interna. La compasión no puede convertirse en permisividad, del mismo modo que la firmeza de la ley no debe degenerar en deshumanización. Las dos dimensiones —misericordia y justicia— deben sostenerse mutuamente para que el bien común sea posible.