Parolin in Pompeji: „Maria lehrt uns die Eile des Herzens, die zum Dienen führt“

Parolin in Pompeji: „Maria lehrt uns die Eile des Herzens, die zum Dienen führt“

El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, presidió este 13 de noviembre la Misa solemne por el 150º aniversario de la llegada del cuadro de la Virgen del Rosario a Pompeya. En calidad de legado pontificio, Parolin destacó el significado espiritual de este jubileo local, vivido en plena celebración del Año Santo de la Esperanza, y transmitió la cercanía del papa León XIV a los miles de fieles reunidos en el santuario mariano.

Un jubileo dentro del Jubileo

El santuario de Pompeya vive días de gracia singular. Conmemorando los 150 años de la llegada del célebre cuadro de la Virgen del Rosario, la celebración adquiere este año un carácter especialmente significativo, pues se desarrolla en plena vivencia del Año Santo de la Esperanza. Parolin, que acudió como enviado especial del Papa, recordó que esta coincidencia no es un simple dato cronológico, sino un motivo para renovar la fe y profundizar en la misión evangelizadora del santuario fundado por san Bartolo Longo.

La jornada comenzó con un momento de oración ante las reliquias del santo, en el interior del santuario. Allí, el cardenal estuvo acompañado por el arzobispo Tommaso Caputo y por un nutrido grupo de obispos, sacerdotes y autoridades civiles y militares. Los fieles, llegados de toda Italia, abarrotaron la explanada para participar en la Misa. Parolin transmitió el saludo del papa León XIV, asegurando que el Pontífice se une espiritualmente a la celebración y confiando a la protección de la Virgen su persona y su ministerio apostólico.

Un santuario que abraza con la ternura de María

En su homilía, Parolin subrayó el papel del santuario de la Virgen del Rosario como lugar de consuelo y oración. Allí —dijo— los peregrinos experimentan algo de la misma ternura que María derramó sobre la casa de su prima Isabel: una presencia silenciosa, cercana y llena de amor.

El cardenal contrastó esta ternura con la mentalidad dominante de nuestro tiempo, marcada por la velocidad, la productividad y la eficiencia. Aunque estos criterios pueden generar avances positivos, también producen una distracción del corazón que impide mirar a las personas y a sus necesidades reales. En una sociedad apresurada, señaló, muchos corren para no pensar, para no afrontar las preguntas esenciales sobre el sentido de la vida.

La prisa del corazón: un impulso que nace del Evangelio

Frente a esta prisa vacía y superficial, Parolin presentó la actitud de María como una alternativa profundamente cristiana. La visita de la Virgen a Isabel —explicó— no fue fruto del activismo, sino de una prisa interior que brota del deseo de compartir las obras de Dios y llevar consuelo a quien lo necesita. Esta prisa del alma no busca resultados inmediatos, sino el bien del otro, iluminando su camino con la presencia de Cristo.

El cardenal invitó a todos los cristianos a imitar esta prisa evangélica, que mueve a actuar por amor y no por la ansiedad de la eficiencia. Se trata de una disposición del corazón que reconoce lo esencial y da prioridad a la misión de anunciar la esperanza y atender las heridas del prójimo.

Bartolo Longo, ejemplo de conversión, servicio y audacia

En este contexto, Parolin presentó la vida de san Bartolo Longo como un testimonio especialmente actual. Tras pasar por una profunda crisis interior y buscar sin descanso la verdad, Longo encontró en la Virgen María el camino seguro hacia Dios. De esa experiencia nacieron su paz, su conversión y su deseo urgente de compartir con otros la alegría del Evangelio.

Esa prisa del corazón dio origen a la ciudad mariana de Pompeya, un lugar que Longo quiso que fuera símbolo de esperanza, oración y misericordia. En tiempos sociales marcados por la violencia y la vulgaridad —añadió el cardenal—, la obra del santo recuerda que nada está perdido cuando se confía en Dios y en la intercesión de María.

María, humilde servidora y Madre de la esperanza

Al finalizar la homilía, Parolin elevó la tradicional Súplica ante el cuadro de la Virgen, confiando a María la Iglesia entera. Subrayó que la ambición de la Madre de Dios no es recibir honores como si fuera una divinidad, sino servir al Hijo y llevar a los cristianos a comprender el Evangelio de la ternura, del don y del amor desinteresado.

El cardenal describió a María como espejo de la belleza de Cristo, Madre tiernísima y Madre de la esperanza, subrayando su papel central en la vida espiritual de los fieles y en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Caputo recuerda el origen humilde del cuadro de la Virgen

Al inicio de la celebración, el arzobispo Caputo dio la bienvenida al cardenal Parolin y recordó la historia del cuadro de la Virgen del Rosario, que llegó a Pompeya de manera humilde y casi improvisada. Donado a Bartolo Longo y a su esposa Marianna Farnararo, el lienzo fue transportado desde Nápoles en un carro de estiércol. Este episodio —subrayó— refleja el estilo de Dios, que sabe hacer brotar obras grandes a partir de realidades pequeñas y despreciadas.

Caputo evocó también cómo el valle de Pompeya, en pocos años, se transformó en un lugar de fe, caridad y obras de misericordia gracias a la visión espiritual y social de Longo.

Renovar la vida del Rosario

El arzobispo concluyó destacando la importancia de promover el rezo del santo Rosario en toda la Iglesia, profundizando en su dimensión cristológica y contemplativa. Recordó que León XIV insistió especialmente en este punto en la carta enviada a Parolin el pasado 8 de noviembre, invitando a toda la comunidad eclesial a redescubrir esta oración como camino de meditación del misterio de Cristo.