Das geheime Abkommen mit China bricht zusammen: Shanghai weiht Bischof ohne Rom

Das geheime Abkommen mit China bricht zusammen: Shanghai weiht Bischof ohne Rom

Este 15 de octubre, en la catedral de San Ignacio de Shanghái, se llevará a cabo la consagración episcopal de Joseph Wu Jianlin como obispo auxiliar. El nombramiento no cuenta con el reconocimiento de la Santa Sede y fue decidido directamente por la Asociación Patriótica de Católicos Chinos, un órgano controlado por el Partido Comunista.

Lo más grave es que este obispo fue designado el 29 de abril, apenas una semana después de la muerte de Francisco y durante la sede vacante. Junto a Wu, también se nombró a Li Jianlin como obispo de Xinxiang. En otras palabras: Pekín aprovechó el vacío de poder en Roma para imponer a sus hombres sin siquiera disimular.

El acuerdo secreto: siete años de cesiones

El episodio constituye un golpe directo al acuerdo secreto firmado en 2018 entre la Santa Sede y China, diseñado por el cardenal Pietro Parolin y renovado en 2024 por otros cuatro años. Se nos dijo que el pacto garantizaba que el Papa tendría la última palabra en la designación de obispos. La realidad es otra: en siete años, apenas se han nombrado una docena de prelados, y casi siempre dando la impresión de que Roma simplemente ratificaba lo que Pekín ya había decidido.

La ordenación de Shanghái demuestra que, para el Partido Comunista, el pacto nunca fue un compromiso real, sino una coartada para seguir controlando a la Iglesia con la bendición —o la pasividad— del Vaticano.

La respuesta de Roma: paciencia y silencio

Frente a esta situación, las palabras del cardenal Parolin rozan lo surrealista. El acuerdo sigue adelante, es un paso positivo, dijo el 10 de octubre, como si nada hubiera ocurrido. Mientras tanto, la Santa Sede guarda silencio oficial ante la consagración de Wu Jianlin.

Esta actitud transmite una imagen de impotencia: Roma calla mientras Pekín avanza. Y con ello, el acuerdo secreto se revela como lo que siempre fue: un experimento diplomático condenado al fracaso, que ha debilitado la posición moral de la Iglesia y desorientado a los católicos chinos.

Shanghái, símbolo de resistencia y humillación

No es casual que la batalla se dé en Shanghái. La diócesis fue durante décadas emblema de resistencia frente a la nacionalización de la Iglesia. Allí el obispo Ignacio Kung Pinmei pasó treinta años en prisión por su fidelidad a Roma, y fue creado cardenal in pectore por Juan Pablo II como signo de esperanza.

Hoy, la misma diócesis se convierte en escenario de la humillación: obispos impuestos por el régimen, fieles perseguidos, y el Vaticano resignado a aceptar lo inaceptable.

La hora de decidir

El fracaso del acuerdo secreto es ya inocultable. Roma creyó que podía ganar espacios con paciencia, y lo único que ha conseguido es avalar con su silencio la estrategia de Pekín.

León XIV hereda un problema enorme, pero también una oportunidad. Puede seguir el camino del apaciguamiento, como hasta ahora, o recuperar la voz profética de la Iglesia, esa que nunca pacta con dictaduras a costa de la verdad.

Lo ocurrido en Shanghái es una prueba definitiva. El acuerdo secreto se ha desplomado, y la pregunta ahora es si Roma seguirá fingiendo que funciona o si, de una vez, hablará con claridad en defensa de sus hijos perseguidos en China.

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