El Boletín de la Santa Sede comunicó que el Papa León XIV aceptó la renuncia de Mons. Luc Cyr, arzobispo metropolitano de Sherbrooke (Kanada). Con esta decisión, la sede episcopal de una de las diócesis más relevantes de Quebec queda vacante tras más de una década de servicio pastoral de Mons. Cyr. Se desconoce hasta el momento el motivo de su renuncia.
Trayectoria de Mons. Luc Cyr
Según la Assembleé des évêques catholiques du Québec, Mons. Cyr nació el 21 de noviembre de 1953 en Saint-Jérôme. Realizó estudios en el Collège Marie-Victorin y en el CÉGEP de su ciudad natal, para luego ingresar al Gran Seminario de Montreal entre 1976 y 1980, donde también completó una licenciatura en Teología en la Universidad de Montreal.
Fue ordenado sacerdote el 29 de agosto de 1980 por Mons. Charles Valois. Posteriormente, realizó una estancia de espiritualidad en Florencia (1984-1985) y obtuvo la licencia en Teología Moral en la Universidad Alfonsiana de Roma (1985-1987). En 1999 fue distinguido como Prelado de honor de Su Santidad.
Servicio pastoral y ministerio episcopal
Tras su ordenación, Mons. Cyr ejerció como vicario en la catedral de Saint-Jérôme y en la parroquia Saint-Louis-de-France en Terrebonne. Más tarde fue párroco de Notre-Dame-de-l’Assomption en Blainville (1987-1994). También desempeñó funciones en la pastoral diocesana, acompañando a futuros sacerdotes y como vicario general del obispado de Saint-Jérôme.
En 2001 fue nombrado obispo de Valleyfield, cargo que ejerció hasta 2011, cuando Benedicto XVI lo designó como arzobispo metropolitano de Sherbrooke. Durante su ministerio, se caracterizó por el acompañamiento pastoral cercano y el impulso a la formación de nuevas vocaciones sacerdotales.
Una etapa que concluye
Después de catorce años al frente de la arquidiócesis de Sherbrooke, Mons. Luc Cyr presentó su renuncia al cumplir la edad de 71 años. La aceptación por parte del Papa León XIV marca el cierre de una etapa en la vida de la Iglesia de Quebec, donde deja el recuerdo de un pastor profundamente vinculado a la vida de sus comunidades.
En espera del nombramiento de su sucesor, la arquidiócesis inicia un tiempo de sede vacante bajo la administración prevista por el derecho canónico.
