Quiero titular este post de la manera que lo acabaré: “no quiero dar a la gente migajas de mi pesar”. Y es que cuantas veces nos convertimos en verdaderos “quejicas”, haciendo uso de un victimismo que no es cristiano. Uno, que como todos, tiene sus miserias, en ocasiones hace ver sus dificultades a un buen amigo suyo. Sabio él, escucha (qué importancia tiene saber escuchar, no sólo sentarse en el sillón de los doctores y empezar a dar consejos sin conocer los detalles o los hechos en su contexto) y en ocasiones, con gracia humana y divina, suele responder: “bienvenido al mundo de lo estándar”. Así es, si salimos de nosotros mismos, nos daremos cuenta de que TODOS tenemos cruces, no hay personas que no las tengan. De nosotros dependerá la manera de llevarla: a rastras o acompañando a nuestro Señor. El sufrimiento, como tal, no es fácil de aceptar. Conlleva siempre un momento quizá de rechazo, o de intento de evitarlo a toda costa. Si sabemos decir: “Señor, Tú sabes más, yo sólo no puedo”, veremos como esa Cruz disminuye, se hace más llevadera, su carga se hace más ligera. Y es que es el Señor quien nos convierte en Simón de Cirene y nos da las fuerzas. Después de la aceptación, vendrá –y esto es ya para nota- el ofrecimiento. Cuantos frutos se derivarán para nosotros, para nuestra vida y para de los demás, la Fidelidad a lo que el Señor pide de nosotros. Como decía el nuevo beato Álvaro del Portillo, “Dios espera únicamente nuestra correspondencia para obrar milagros”. Y así es. Cuantas conversiones, cuantas alegrías en nuestro entorno, se derivan de una correspondencia a Dios. Pero no hemos de olvidar que “sin Mí, no podéis hacer nada”. Y esto implica oración, vida sacramental, entrega a los demás, empezando por nuestra familia. Acabo ya, para no hacerme excesivamente cansino, con aquellas bellas palabras de José María Pemán, que remarcan esta manera de afrontar nuestras luchas, y que desde que me las enseñaron intento traer a mi mente con cierta frecuencia, menor de la que quisiera: Bendito seas Señor por tu infinita bondad porque pones con amor sobre espinas de dolor rosas de conformidad. No quiero que en mi cantar mi pena se transparente. Quiero sufrir y callar. No quiero dar a la gente migajas de mi pesar. Tú, sólo, Dios y Señor, Tú, que con amor me hieres, Tú, que con inmenso amor, pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres, Tú sólo lo has de saber; que sólo quiero contar mi secreto padecer a quien lo ha de comprender y lo puede consolar.
No quiero dar a la gente migajas de mi pesar

| 02 octubre, 2014