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En una iglesia, todo tiene que hablar de Dios

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Catedral de Lima En una iglesia, todo tiene que hablar de Dios. Quien así se expresaba en una entrevista era un sacerdote francés al que algunos asimilan al Cura de Ars. Sea o no correcto el símil con este personaje, lo cierto es que se trata de una de esas frases llenas de sabiduría teológica. No hace poco volví a ir a Misa a uno de esos lugares en los que “todo habla de Dios”. Modo de celebrar el Sacrificio del Cordero -emulando el título del libro de esa gran converso norteamericano, Scott Hahn-, órgano, presencia de familias, etc. Y, el momento de la Comunión, el más importante de todos, como no, de rodillas, esperando a recibir al Señor y su Gracia. Mientras otros recibían el Cuerpo de Cristo, me fijé casi sin darme cuenta, en los suelos. Qué limpios. Aquello hablaba de Dios. Allí se estaba en la casa de Dios. Pocos o casi ninguno se habrán fijado en ello pero detrás de esa limpieza estaba el trabajo esforzado, generoso y santo de unas personas que seguramente no reciban el aplauso humano, no aparecerán abriendo los informativos, no serán quizá unos de esos “ángeles” que estos días desfilan o van a desfilar, pero esas personas sí que son verderos ángeles. Sin haberlo querido, volví a pensar en aquellas palabras: “en una iglesia, todo tiene que hablar de Dios”. ¿Y qué es todo? Fundamentalmente, Dios en el centro. Acompañado de las oraciones, el silencio, el recogimiento, los manteles del altar bien planchados, las velas bien puestas, los suelos limpios, los reclinatorios que llamen a adorar a Dios, etc. Aquello me recordó aquel punto de Camino (San Josemaría Escrivá) sobre la importancia de la Liturgia en la vida interior del cristiano: “Me viste celebrar la Santa Misa sobre un altar desnudo —mesa y ara—, sin retablo. El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta. —Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. ¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios el rigor de la liturgia?”. Comentando algunos de estos aspectos de vuelta a casa con mi mujer, y relacionando yo este aspecto del rigor que no da pie a la vulgaridad de la espontaneidad ni a canciones impropias de una Misa, me comentó que “en la Misa el sacerdote se ha de limitar a rezar con las palabras que aparecen en el Misal”. Fíjense, que sencillo y que verdad tan grande: limitarse a las oraciones. Esto sí que es un verdadero tesoro para las almas, recogiendo lo que nuestra Madre la Iglesia quiere que se ore en todas las partes del mundo. El Cardenal Sarah, en Culto Divino, tiene ante sí una importantísima labor: hacer que este mensaje llegue a todas las iglesias del orbe. Dios en el centro. La iglesia, en torno a Dios. Sólo de este modo será posible esta Nueva Evangelización.

Comentarios
0 comentarios en “En una iglesia, todo tiene que hablar de Dios
  1. Es que Jesucristo era: hombre, suma bondad, humilde, siervo, manso, cordero, misericordioso, cercano, pobre … pero no era vulgar, porque era Dios hecho hombre y entonces apareció la Liturgia para glorificarlo y darle culto divino en los templos, con la magnificencia que se merece, cosa que en la actualidad no se da ni con mucho en ningún acto litúrgico con misas-espectáculo-vulgar que dan pena. O eso pienso yo.
    Perdón por el rollo.

  2. Lo que plante<a el autor de esta entrada es lo mínimo exigible y necesario para garantizar con solvencia el diálogo ecuménico con los cristianos ortodoxos, tan amigos del esplendor litúrgico, el boato y la fastuosidad.

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