Convertirse es una palabra que ha de estar siempre presente en la vida de los cristianos. Acercarnos cada día más a Dios es un ideal que nos compete a cada uno, estemos o no bautizados. Siempre estamos en camino, en proceso de mejora, en proceso de incrementar nuestra amistad con el Único que da sentido a nuestra vida. En esta entrada, me referiré a un tipo de conversión: la de aquellos que abrazaron la Fe después de mucho tiempo de búsqueda o que la recuperaron tras tenerla adormecida. No sé si ustedes también lo perciben igual pero el converso tiene una frescura original y una capacidad de expresar las cosas que a muchos nos cuesta acercarnos tan solo un poco. Creo que se trata de una gracia espiritual muy especial. Particularmente, tengo que reconocer que tengo una envidia sana de ellos. Se trata de personas que en su vida han sufrido mucho y después de tropiezos y derrotas han logrado levantarse y ver la Luz de la manera más resplandeciente posible. Ahí tenemos el ejemplo de San Agustín, cuyo libro “Las Confesiones” marcó un antes y un después en mi vida y que aún hoy me sirve para recordar que para Dios nunca es tarde. Él siempre anduvo detrás de la Verdad, a veces viviendo en medio “de la mugre de la lujuria” o con unas filosofías que poco tenían que ver con el rostro auténtico de Dios. Personajes como Chesterton, que podría ser beatificado en un futuro y cuya estampa para la oración privada puede obtenerse fácilmente por Internet, el Cardenal Newman cuyo ejemplo de vida fue reconocido por nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI. U otros personajes en la actualidad, como el nortemaericano Scott Hahn, la escritora española María Vallejo-Nágera o el ex pastor protestante Fernando Casanova, quien vio en la Biblia “lo que no quería ver” (la Confesión, la Comunión, la Iglesia Católica, etc). Con ello, quiero decir que lo que a otros tanto les ha costado, no lo desaprovechemos nosotros con una actitud pasiva, indiferente o mediocre. Seamos conscientes de que, a pesar de nuestras miserias, dificultades, limitaciones, estamos en la Verdad. No pasemos por alto este dato. Cristo vive en su Iglesia. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Vayamos al Padre por Él, como lo hicieron tantas personas que cayeron pero que rompieron las cadenas de la muerte y de la mentira. Recordemos, como dice el Evangelio, “el Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo”. La oración, esto es, el trato íntimo con Dios, nos ayudará a propagar y difundir el Amor de Dios que está en nuestro interior.
Conversos y el redescubrimiento de la Fe
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| 04 junio, 2014
Precisamente esta gente conversa aportan sus experiencias para ayudar a rectificar a esas personas que siguen por el camino equivocado. Buen artículo. ¡El Espíritu Santo no tiene límites y aprovecha todas las ocasiones para derramar Su gracia!.