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Los pastores no moralistas

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The Good Shepherd by Eric Gill, 1926
The Good Shepherd by Eric Gill, 1926

Por el reverendo Jerry J. Pokorsky

El otro día escuché un comercial en la radio que publicitaba la «odontología con sedación». El arreglo de sus dientes se hace en una sola visita al consultorio mientras usted está dormido. Primero se encuentra con el doctor para una evaluación «sin juicio de valor». Cuando inspecciona sus dientes torcidos y los que perdió, le promete que no va a horrorizarse ni a darle un sermón. Con certeza, al rehusarse a juzgar el aspecto de nuestras sonrisas no está mostrando una falta de capacidad para evaluar los dientes de manera apropiada. Sin embargo, la expresión «juicio de valor» es ambigua y contraria y se ha convertido, cada vez más, en una temida arma de destrucción moral.

Muchas personas hoy también esperan que la religión no tenga «juicio de valor». La autoestima, aparentemente, no abunda en estas épocas. Por lo tanto, se pide que los sacerdotes (¿y ministros e imanes?) sean inspiradores y vibrantes y, sobre todo, no críticos; todo esto para permitirnos «sentirnos bien con nosotros mismos» sin importar nuestro comportamiento.

Alguien hace poco me comentó acerca de un profesor de Catequesis que recibió el llamado de un padre preocupado. El profesor enseñaba la fe católica en forma metódica; el próximo tema a tratar era el amor y el matrimonio. El padre quería asegurarse de que a su hija menor no le enseñaran que el estilo de vida de su hermana mayor lesbiana era inmoral.

Si la hermana menor volviera a su casa con un conocimiento claro acerca del matrimonio cristiano, se volvería irremediablemente «prejuiciosa», una persona en verdad horrible, al menos a los ojos de su papá. Es más, hasta le podrían negar el ingreso a una o más universidades basándose en su «intolerancia». Como usted ve, creer y vivir la fe católica es «moralista» y arruina la educación y la vida profesional.

El pedido de figuras de autoridad que no tengan juicio de valor, por otro lado, desafía a la lógica. Si un delincuente trata de entrar a su casa y usted llama al 911 para pedir ayuda, no querría que enviaran a un oficial de policía «sin juicio de valor» para que fuera a buscar al ladrón. En el tribunal de reclamos menores donde usted entabla una demanda para que le devuelvan $ 500 que le cobraron de más, usted no querría que el juez «carezca de juicio de valor». Cuando un doctor descubre un cáncer peligroso que necesita tratamiento de inmediato, lo último que usted desea es a alguien que «no posea juicio de valor».

Por cierto, bajo estas circunstancias, las figuras de autoridad «sin juicio de valor» serían negligentes de forma delictiva quizás. Los que participan en grupos de presión para promover la moral «sin prejuicios» estarían de acuerdo, pero al estarlo convierten la expresión «sin prejuicios» en algo incomprensible, excepto como una palabra clave de la «nueva moral».

Dios creó a la mente para pensar y distinguir de forma clara y emitir juicios de valor con prueba suficiente. Juzgar con prueba insuficiente es, en general, apurarse en forma pecaminosa (aunque a veces hasta eso no es pecado, sino pregunte a un investigador antiterrorista que podría tener que actuar con la evidencia que tiene a mano para mantenernos seguros). La incapacidad o la negativa para juzgar es o virtuoso o vicioso. No podemos juzgar, por ejemplo, el estado del alma de una persona. Nunca vamos a tener prueba suficiente para juzgar si alguien está condenado al infierno. Solo Dios juzga el alma de una persona; es por esto que el mismo Jesús nos dice, «No juzguen y no serán juzgados».

Sin embargo, cuando tenemos bastante evidencia así como cuando un doctor diagnostica a un paciente, tenemos la obligación de juzgar. Cuando hay prueba de que cierto comportamiento es pecaminoso, tenemos la obligación de emitir juicios de valor. Aunque es ciertamente posible faltar a la caridad y hasta ser crueles con opiniones formadas de manera correcta, no ser caritativos no nos hace «moralistas». El error no está en la opinión; el error está en el uso malicioso de una opinión correcta.

Cada vez más, el «ideal» del no moralismo se utiliza para silenciar la proclama del Evangelio, lo cual indica la esencia diabólica de la expresión. Cuando se describe a una persona como «no moralista», la expresión puede sugerir un atributo de bondad en general. Dicha persona «brinda apoyo a las personas de cualquier situación» sin importar su comportamiento.

No obstante, bajo la superficie de la persona denominada «no moralista» están la indulgencia y la apatía, la incapacidad de ver la maldad, el narcicismo personal, el deseo patológico de contar con la aprobación de la gente, ir con la corriente siempre y cuando todos estén cómodos. Por esto es que hay tantos sacerdotes «no moralistas», a pesar de los cientos de miles de dólares gastados por el pueblo de Dios en cada uno de ellos durante su educación en el seminario, una educación que debería haber incluido cursos con buenos fundamentos de lógica y teología moral católica. Describir al mismo Jesús como «no moralista» es no solo erróneo sino que sumamente frívolo e insultante.

De la misma forma, llamar a un sacerdote «no moralista» es condenatorio. Significa que es incapaz de pensar de forma clara, que apoya a sus feligreses en sus errores morales y que no toma partido a la hora de oponerse a la nueva moral de la opinión secular respetuosa. Significa que no tiene la valentía de advertir a su gente del peligro del pecado mortal y del fuego del infierno.

Los sacerdotes «no moralistas» no se preocupan por las ovejas perdidas. Los clérigos «no moralistas» hicieron las paces con el mal y están cómodos con la adulación de sus ovejas. Son mercenarios, pastores malvados y anticristos (espero no pasar por alto ningún matiz).

Hay una buena razón por la que el Señor se llama a Sí mismo el «Buen Pastor» y no el «el Pastor no moralista». Cristo era bondadoso con los inválidos y los enfermos; misericordioso pero firme con una mujer descubierta cometiendo adulterio («Ve y no peques más»); valiente cuando llamó a los fariseos «raza de vívoras». Advirtió acerca del fuego del infierno para aquellos que estuvieran llenos de odio. Era inflexible a la hora de condenar el adulterio y sufrió valientemente en la cruz por todos nuestros pecados, incluidos nuestros múltiples juicios de valor apresurados y nuestras faltas a la caridad cristiana. Cristo es la verdad en persona.

A diferencia del código moral secular del «no moralismo», el vocabulario de la fe es reconfortantemente claro. Ser «bueno» incluye virtudes como la justicia, la piedad, la honestidad, la veneración, la bondad, la generosidad, la prudencia, el coraje, la templanza, la castidad, la caridad y la verdad. Cristo es el Buen Pastor precisamente porque Él muestra y enseña la bondad del Padre Celestial; y además, también nosotros podemos ser buenos si lo seguimos con honestidad en Su camino a la gloria celestial. Es virtuoso y sagrado alentar a nuestros seres amados a que asimismo lo hagan.

Sobre el autor:

El padre Jerry J. Pokorsky es sacerdote en la Diócesis de Arlington. Es pastor de la iglesia Saint Michael the Archangel en Annandale, Virginia.

Comentarios
1 comentarios en “Los pastores no moralistas
  1. Un artículo que recuerda algo que debería ser obvio para cualquier persona honesta y más para los católicos. Sin embargo cada vez está más de moda el falso no juzgar, y no recordar que hay que llevar una vida según los Mandamientos para agradar a Dios. Cumplir los mandamientos, vale para cualquiera católico o no porque es de ley natural, aunque a veces esté muy deformada.
    Frente al «espiritualismo» religioso hoy tan de moda, que no quiere saber nada sino de sentimientos, el catolicismos siempre ha sido claro: si crees, has de ser consecuente con tus actos viviendo toda la moral, lo otro o es tontiespiritual o a veces está movido por el diablo para engañar con falsa paz.

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