Esa persona olvidada, el Espíritu Santo

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Por el Presbítero John McCloskey III

Estamos a punto de completar (20 de noviembre) el Año de la Misericordia. No sabemos qué persona en particular o qué tema el Santo Padre va a elegir para que los católicos se centren el año próximo. Sin embargo, no me sorprendería si dedicara un año a la misión del Espíritu Santo, para seguir el camino de su predecesor, San Juan Pablo II, quien guió hasta el nuevo milenio con años dedicados a cada una de las tres Personas de la Trinidad y también escribió una encíclica acerca de la acción del Espíritu Santo (Dominum et Vivificantem).

En mi opinión, dadas las grandes dificultades que la humanidad enfrenta en todo el mundo, se necesita mucho enfocarse en la acción del Espíritu Santo en este, la Iglesia y los católicos como individuos. La tercera persona de la Sagrada Trinidad es la personificación del amor y la propia entrega del Padre al Hijo de Dios. Se alude en todo el Viejo Testamento (a partir del inicio del Génesis), y en el Nuevo Testamento, el Espíritu recibe atención cada vez mayor de Jesús y culmina en su discurso de la última cena en el Evangelio de Juan. Al borde de su muerte salvífica, Jesús prometió enviar el Espíritu el cual identifica como consolador e intercesor, el que los condenará por sus pecados pero también los guiará a toda la verdad.

Luego de la partida de Jesús del mundo, Dios Padre envió al Espíritu Santo para que, además de la presencia localizada de Cristo en su Iglesia por medio de la Santa Eucaristía, Jesús continuara viviendo y actuando en el mundo a través de la Iglesia. Aunque Pentecostés es la ocasión para la espectacular abundancia del espíritu de Cristo en la Iglesia, es antes, en la noche de la Resurrección, que Jesús sopla sobre sus apóstoles y les dice, «Reciban el Espíritu Santo».

Como el Catecismo de la Iglesia Católica explica, «Toda la obra de Cristo es misión conjunta del Hijo y del Espíritu Santo». (CCC, 727) El Catecismo también aclara que «Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento… Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela». (CCC, 689)

Muchas personas luchan con la devoción al Espíritu Santo y sienten que están fracasando en la devoción a la Trinidad al no poder evocar una imagen del Espíritu que no incluya palomas o fuerzas impersonales como el fuego y el viento. A pesar de esto, nuestra relación natural con el Espíritu es ver a Cristo por medio de él y junto con él. De nuevo, como el Catecismo lo expresa:

Cuando por fin Cristo es glorificado, puede a su vez, junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica. La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él. (690)

La vida en la Trinidad es de unidad —un Dios y tres personas— y, por lo tanto, uno de los fundamentos del Espíritu es el impulso hacia la unidad (siempre basada en la verdad, por supuesto). Por medio de nuestro bautismo y confirmación en común y participación en los otros sacramentos de la Iglesia que brindan gracia, el Espíritu vive en nosotros y prepara a la Iglesia para combatir la tendencia de la humanidad caída de alejarse de Dios y de otros en pecado, la fuente de la desunión.

Esto inevitablemente hace pensar en el estado del mundo hoy en día, donde grandes cantidades de personas no solo no logran cumplir las expectativas de los diez mandamientos, sino que están considerando a varios de ellos como estándares contra los cuales medir sus acciones. San Juan Pablo nos recordaba que en la sociedad actual, existe una enorme y grave lucha entre el bien y el mal, como se hizo a lo largo de la historia del hombre. Por lo tanto, la importancia de nuestra conciencia y cómo compartimos la verdad acerca del bien y el mal con otros.

Con respecto de esto, como tenemos en claro de las palabras de Cristo en la última cena, el Espíritu santo juega un papel crucial del que condena el mundo «en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio». (Juan 16, 8)

¿Qué podría ser una sugerencia para crecer en conocimiento y devoción a este integrante de la Trinidad muchas veces olvidado e incomprendido? El evangelio de San Juan en particular y varios pasajes en las epístolas de San Pablo cuentan mucho acerca del misterio del Espíritu. Quizás, sin embargo, el tema del Espíritu Santo que trabaja en la vida de la Iglesia es tratado de la forma más extensa en los diferentes lugares donde este aparece en los Hechos de los Apóstoles.

Tanto el Catecismo de la Iglesia Católica y la carta de San Juan Pablo Dominum et Vivificantem (Señor y dador de vida) brindan buen material para la meditación. Las oraciones aceptadas y veneradas, como la Letanía del Espíritu Santo, también tienen mucho que enseñarnos. Asimismo, nuestra propia plegaria (ya que, como nuestro actual Santo Padre nos recuerda, es mediada y facilitada por el Espíritu Santo) también nos ayuda a crecer de manera más profunda en la unión con el conocimiento de cada Persona de la Trinidad.

Hoy, la Iglesia y sus miembros están en tiempos muy difíciles, no solo internacionalmente sino que en el mismo Estados Unidos, en particular con respecto de las importantes alternativas que los estadounidenses enfrentan en las próximas votaciones. Roguemos al Espíritu Santo que esos comicios traigan, en todos los niveles, nueva vida y libertad para que otra vez podamos llegar a vivir como un país cristiano en verdad, en conformidad con las enseñanzas de la Escritura e impulsados por el Espíritu Santo.

Acerca del autor:

El Presbítero John Mc Closkey III es historiador eclesiástico y miembro investigador externo del Faith and Reason Institute.

Comentarios
1 comentarios en “Esa persona olvidada, el Espíritu Santo
  1. Bergoglio no lo tiene olvidado, pero me temo que le hace decir palabras en contradicción con Jesucristo y el Evangelio. Hace poco decía que la comunión de los divorciados resposados era obra del ES ¡ Qué paciencia tiene que tener el Espíritu Santo !

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