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En las Naciones

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Por James V. Schall

En el Breviario y en la Escritura, a menudo leemos pasajes como estos: «Todas las naciones aclamarán su gloria»; «Él juzgará entre las naciones»; «Todas las naciones verán la gloria del Santo»; «Las naciones sabrán que yo soy el Señor»; «Todos los reyes de la tierra se postrarán en adoración»; «Las naciones verán tu justicia»; «¿Qué gran nación es aquella que tiene dioses tan cercanos a ella como al Señor»; «Rey de las naciones, llamaste a los Magos a adorarte como los primeros representantes de las naciones»; «Muchas naciones se unirán al Señor en ese día»; «Todas las naciones caminarán en nuestro brillo»; «Los hombres y mujeres de todas las naciones le servirán.»

Estos y otros pasajes nos golpean porque estas cosas no suceden en este mundo. ¿Y qué es eso de las «naciones aclamando la gloria de Dios?» Las naciones no son personas. Ninguna entidad política es un ser sustancial, aunque sí tenemos «corporaciones» o «personas jurídicas» creadas por la ley para un propósito limitado. Entonces, ¿qué es esto de que «las naciones» «adorarán» a Dios? Incluso si pudieran, sería muy dudoso que muchas naciones adoraren a Dios como Él las ha instado a hacerlo y en la forma en la que Él ha indicado. Incluso nos encontramos con la noción de una «nación malvada,» casi como si se tratara de una persona de algún tipo.

Hay 195 entidades que llamamos «estados» que existen en el mundo. La palabra «estado» es un término moderno con un sentido moderno. Es una forma de elevarse por encima de los ciudadanos que son sus súbditos. La palabra griega «política» se refiere más bien a la manera en la que los ciudadanos que han optado por diferentes fines morales se organizan para promover y proteger dichos fines. Los términos clásicos: la monarquía, la aristocracia, la política, la democracia, la oligarquía, la tiranía y el flujo de regímenes mixtos de este enfoque clásico.

El término «nación» fue discutido por Maritain en su libro “El hombre y el Estado”. La palabra viene de «nonatos», es decir, desde el nacimiento. Así tribus y naciones técnicamente se refieren a aquello que tiene el mismo origen en la sangre. Nosotros no «elegimos» nuestras líneas de sangre. El hecho de que el Estado obligue a la desaparición de la Nación es una cuestión delicada. Si eliminamos todos los signos de la familia, el parentesco y la nación de nuestros estados, nos quedamos con un concepto de ciudadanos individuales, solteros, sin raíces en la sangre o lugar, con nada más que una relación formal y legal para con un soberano distante. En este sentido, el término «Estado-nación» se refiere más bien a la de «Estado», lo stato, como Maquiavelo lo llamaba.

La noción del Nuevo Testamento de «dar al César lo que es del César» fue bastante radical. Se da a entender que algunas cosas no pertenecían al César. Se divide cada sistema de gobierno en dos. Luego se le pide a ambas divisiones, que incluyen a las mismas personas, que se lleven bien respetando dicha división. La regla política perdió su exclusiva «omnipotencia». ¿Qué cosas, al final, le pertenecían al César? Si todo es del César, él inevitablemente exigirá que se le adore como a un dios, algo que ha ocurrido con frecuencia en la historia humana, incluyendo nuestro propio tiempo.

Por otro lado, «Mi reino no es de este mundo» no significaba que la Iglesia era totalmente invisible. Significaba que no era un «estado» en competencia con una organización similar a otras organizaciones políticas cuya estructura básica era dada por la razón, no la revelación, y por lo tanto no necesitaba ser “revelada.»

¿La frase «todas las naciones te adorarán a Ti» es simplemente una metáfora? Sólo las personas pueden adorar a Dios. Los Estados y las naciones no son «cosas». Indican relaciones entre las personas. Pero, ¿qué vamos a hacer con estos pasajes que hablan de que «todas las naciones» adorarán a Dios? Una vía es plantear estos pasajes no como una forma de Naciones Unidas en la oración sino como algo escatológico.

El término «secular» significa que las cosas pertenecen a este mundo (saeculum). Podemos hablar de los reyes, reinas, presidentes, emperadores o primeros ministros que dan culto a Dios como personas, cada uno con su propio destino trascendente. También pueden «hablar» en nombre de las personas a las que representan. ¿Puede un «estado», sin embargo, rendirle homenaje a Dios? Un Estado honra a Dios precisamente siendo lo que es, un Estado.

Por lo tanto, cualquier persona de cualquier nación, cualquier «línea de sangre», «puede» adorar a Dios como una persona, siempre que el estado en el que vive no se conciba a sí mismo, implícita o explícitamente, como un dios que absorbe toda la realidad en sí misma. Las preocupaciones acerca de la «idolatría» que se encuentra en los textos de la revelación no eran especulaciones ociosas.

En Apocalipsis 15, sin embargo, leemos: «Desde que tú solo eres santo, todas las naciones vendrán y te adorarán en tu presencia.» Las personas que prefieren a los «ídolos», evidentemente no son ni santos ni tampoco alcanzan esa «presencia».

Sobre el autor:

James V. Schall, SJ, quien se desempeñó como profesor en la Universidad de Georgetown durante treinta y cinco años, es uno de los escritores católicos más prolíficos de América. Sus libros más recientes son The Mind That Is Catholic, The Modern Age, Political Philosophy and Revelation: A Catholic Reading, and Reasonable Pleasures.

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