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Confianza en el diálogo entre la fe y la ciencia

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Por Michael Baruzzini

Veo con algo de empatía — y comprendo— el recelo con el que se les enseña a mirar a la ciencia a muchos católicos jóvenes y a los padres que los educan. Después de todo, la historia del joven creyente que pierde su fe luego de estudiar ciencia es una de las narrativas comunes de nuestra era.

El antídoto de ese resultado, sin embargo, aparece al comienzo del nuevo e interesante libro de Stacy Trasancos, Particles of Faith, el cual se lanzará esta semana. Aunque se toma el tiempo de explicar que nunca se identificó como atea (en realidad, simplemente se considera como «no religiosa»), la doctora Trasancos misma vivió la historia común: «En la facultad me especialicé en biología y por primera vez rechacé de plano la religión».

Su libro, escribe, es un llamado a «la confianza inquebrantable en Cristo y su Iglesia cuando nos acercamos al asunto de la ciencia moderna»; y la palabra clave en esta oración fundamental es, en verdad, la confianza. La doctora Trasancos pide más compromiso con la ciencia, no menos y más confianza en vez de más ansiedad. Lo más importante de todo quizás lo hace al enfatizar que este tipo de confianza es en el magisterio con respecto de la fe y en los científicos con respecto de la ciencia.

La necesidad de enfatizar esta virtud está bien plasmada en un incidente famoso que la doctora Trasancos relata de Georges Lemaître, el sacerdote católico belga que desarrolló la primera forma de la teoría del «Big Bang». Una vez que la teoría comenzó a ser apoyada por la evidencia observable, el papa Pío XII dio una alocución a la Pontificia Academia de las Ciencias, y prácticamente identificó el Big Bang con el verdadero acto de la Creación.

El padre Lemaître rápidamente expresó su oposición a dicha identificación. Trasancos escribe que Lemaître insistía con razón que «desarrollar teorías científicas [debe] ser juzgado solo por sus méritos científicos y no ser usado para apoyar conclusiones teológicas». La moraleja de la historia es esta: aun cuando la ciencia racional busque todas las intenciones y propósitos como confirmación de una doctrina teológica, los católicos deberían ser precavidos a la hora de asociarlos demasiado, en particular porque los descubrimientos científicos más tardíos pueden alterar los anteriores.

Además, si esto es cierto de una teoría científica firmemente establecida como la del Big Bang, ¿cuánto más lo es acerca de observaciones y teorías mucho más tentativas?

Podría parecer raro para esta historia de verdadera reserva el ser contada como un voto para la confianza, pero es exactamente eso: un voto a la idea de que, para el creyente, a la ciencia y el Magisterio deberían permitírseles pleno ejercicio en sus propios dominios y que deberíamos ser cautelosos a con respecto de combinarlos a ambos de manera simplista.

Abundan ejemplos de este error.

Por parte de los ateos, suceden cuando el no creyente concluye de manera errónea que, por ejemplo, la evidencia de la descendencia evolutiva debe contradecir la creencia religiosa en la singularidad humana o que la especulación acerca del origen del Big Bang como una fluctuación en un trasfondo cuántico excluye la doctrina de que solo Dios puede crear ex nihilo, e.g., de la nada.

Para el creyente, tienen lugar cuando, por ejemplo, concluye que la fe requiere creer en una historia de la creación simplista y demasiado literal que es muy inverosímil de acuerdo con las honradas investigaciones de la ciencia.

La confianza es necesaria porque la naturaleza polémica del debate moderno ciencia/fe nos lleva a creer que una o la otra debe «ganar». Sin embargo, una verdadera comprensión muestra que ninguna lo puede hacer, en el sentido de reemplazar las funciones propias de la otra. Cada una es apropiada en su propio terreno sin contradecir a la otra.

Solo podemos descubrir esto, no obstante, sin sucumbir por ansiedad a falsos dilemas. Los ateos no tienen por qué pensar que el papel de la ciencia es socavar la religión ni los creyentes que la tarea de la ciencia es probar creencias religiosas. Como la famosa frase del cardenal Baronio en la época de las controversias de Galileo, «La Biblia nos enseña cómo ir al cielo, no cómo funciona el cielo». Al final, el estudio del mundo natural en efecto sí revela la gloria de Dios; pero su función principal solo es describir el mundo natural.

Las dos últimas partes secciones del libro de la doctora Trasancos abordan cuestiones específicas acerca de aparentes controversias entre la ciencia y la fe (el Big Bang, la evolución, el origen humano, etc.) Aunque su tratamiento de estos temas no ofrece exploraciones exhaustivas o profundas, ella ofrece una buena introducción a los tipos específicos de dificultades que los católicos que investigan la ciencia y la fe con confianza enfrentarán en este momento en la historia humana.

En mi opinión, la doctora Trasancos presenta las mejores reflexiones actuales acerca de estos temas, pero toma la precaución de explicar que sus respuestas a las muchas preguntas vigentes no son definitivas sino, en realidad, ejemplos del tipo de enfoque «confiado» que cree se necesita con urgencia hoy en día. Estos son los argumentos que, sospecho, provocarán la mayor parte de los debates entre los lectores.

Así deberían hacerlo, ya que, como el papa Juan Pablo II señaló en Fides et Ratio, el diálogo entre la fe y la razón no tiene fin y necesita ser renovado en forma constante para aceptar los nuevos descubrimientos y abordar nuevas preguntas. Sin embargo, al mismo tiempo: «No hay motivo, entonces, para ningún tipo de competencia entre la razón y la fe: cada una contiene a la otra y tiene su propio ámbito de acción».

«Respeten a los verdaderos teólogos y exégetas», escribe la doctora Trasancos, y poco después, «Respeten a los verdaderos científicos». Este es el verdadero y exclusivo punto en su trabajo, la tranquila seguridad con la cual procede a investigar la intersección de las creencias religiosas y el conocimiento científico, con la confianza en que, al final, aunque trabajen en distintos viñedos, ambos están comprometidos con la búsqueda sincera de la verdad.

Acerca del autor:

Michael Baruzzini es editor y escritor freelance de ciencia, escribe para publicaciones católicas y científicas, incluidas Crisis, First Things, Touchstone, Sky & Telescope, The American Spectator y otras. También es el creador de CatholicScience.com, la cual ofrece recursos online del programa de ciencia para estudiantes católicos.

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